Cuatro contra uno y el césped mal cortado

6 de febrero de 2024 23:17 h

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Escribo esta entrega de la bitácora de campaña cuando aún no se pasó la resaca del único debate electoral al que Alfonso Rueda tiene pensado asistir. Estoy segura de que tampoco tenía muchas ganas de ir a ese, pero siendo en casa y con sus reglas le iba a resultar muy difícil justificar una negativa. Que se arrepintió de batirse él solo contra las cuatro fuerzas de más o menos izquierda está claro, se le veía en la cara durante el debate y el propio PP lo reconoció en el argumentario que distribuyó al día siguiente entre sus cargos: fueron cuatro contra uno. Solo les faltó decir que los árbitros estaban comprados, pero ni ellos tienen tanta jeta.

No sé qué idea tenía el equipo de Rueda de lo que iba a pasar, quizás pensaron que Marta Lois (Sumar) e Isabel Faraldo (Podemos) se iban a lanzar a sus respectivos cuellos por las peleas de sus partidos en Madrid e iban a distraer la atención del soberano repaso que le dio Ana Pontón (BNG) en la primera media hora de debate, con la ayuda de Xosé Ramón Gómez Besteiro (PsdeG) en el tramo final, pero lo cierto es que los cuatro candidatos a relevar a Rueda en la Xunta estuvieron estupendamente acompasados y demostraron que el único que tiene la cabeza en Madrid (literal y figurada) es el PPdeG.

El posdebate ya fue otro cantar. En la televisión que pagamos todos, los analistas de guardia insistían en la tesis de los cuatro contra uno para defender a un Rueda al que ni siquiera los suyos defendieron con demasiada vehemencia. El fact-checking de Roberto Blanco Valdés confrontó las afirmaciones de los otros candidatos con estadísticas, pero no con estadísticas sobre el uso del gallego en la infancia, la eucaliptización de los montes, la emigración de la juventud o los tiempos de espera en el Sergas. Dijo Blanco Valdés, sin ruborizarse más de lo habitual, que el PP no pudo haber hecho todo mal en los últimos 15 años por pura estadística. Solo le faltó añadir lo de que incluso un reloj parado da la hora bien dos veces al día.

Al día siguiente, en la crónica del Telexornal, la TVG le compraba el argumentario (¿y qué trabajo les da?) a Rueda: para Marta Darriba, el debate mostró que “solo hay dos alternativas perfectamente irreconciliables”, o él o el “barullo”, claro, y para ilustrarlo ponía uno de los muchos momentos del debate en los que ella misma había mandado callar a alguien para que hablase el presidente. Ni mención a posibles pactos del PP con Democracia Ourensana o con el partido abiertamente fascista, pactos que pueden necesitar para mantener la Presidencia de la Xunta. Por eso no los invitaron al debate. Cuanto menos se acuerden de ellos los espectadores del Telexornal, mejor.

El resto de cortes escogidos del Telexornal incidieron en los tres puntos repetidos por el Partido Popular: multipartito ruidoso, Bildu e imposición lingüística. Mucho se les deben de estar torciendo las encuestas para que el PP vuelva a agitar el fantasma de las galescolas que tanto le dieron de sí en 2009.

El lunes las redes sociales del PP publicitaban el debate con el ingenioso lema “No hay debate”, y mucho no hubo, no. Hubo cuatro candidatos, un enterrador, y dos árbitros hooligans. Menos mal que alguien en la sala de edición del Telexornal tuvo el buen tino de cortar todos aquellos “no me voten” que el equipo del presidente metió en el discurso del minuto de oro.