El rodillo político de Alberto Núñez Feijóo se manifiesta de maneras diversas en el Parlamento de Galicia. Aunque los acuerdos entre las tres fuerzas que se sientan en O Hórreo son un poco más habituales que en las dos legislaturas anteriores -entonces hubo un cuarto partido, de izquierdas, en la Cámara-, la labor de control de la oposición tropieza una y otra vez con los obstáculos que dispone el Partido Popular. Comisiones de investigación paralizadas durante años, otras convertidas en celebraciones de la estrategia de la derecha y sus aliados, un reparto de tiempos no muy ecuánime o llamadas arbitrarias al orden dificultan el trabajo de BNG y Partido Socialista.
Estos no cuentan, de hecho, con muchas oportunidades para intepelar directamente al presidente de la Xunta. Más allá de sus puntuales comparecencias en la Cámara -casi siempre a petición propia o del grupo maioritario, el PP, escasas durante la primera ola de la pandemia-, solo las preguntas para respuesta oral en cada pleno posibilitan el intercambio directo de pareceres entre el presidente y Ana Pontón, del BNG, y Gonzalo Caballero, del Partido Socialista. Pero incluso estos diálogos están fuertemente condicionados: aunque la distribución teórica de tiempos en las intervenciones es más o menos igualitaria, el presidente del Parlamento se encarga de modificarla. A favor de Feijóo, denuncian desde los otros partidos.
Sucedió en la última sesión de control, el pasado 12 de mayo. El BNG había decidido centrar su pregunta en la crisis industrial y la pérdida de empleo en Galicia. El PSdeG, en la reactivación de la economía y, también, en la crisis laboral. La última encuesta de población activa señala que la comunidad es la que más trabajo ha destruido durante el primer trimestre de 2021.
Para exponer sus cuestiones, según figura en el guión del pleno aprobado por la Xunta de Portavoces, Pontón y Caballero cuentan cada uno con tres minutos, los mismos que el presidente de la Xunta para responder a cada una de las preguntas. Los turnos de réplica son de dos minutos para cada uno de los portavoces de la oposición. Cierra Feijóo con tres minutos por cada uno de los debates.
El fragor dialéctico, a veces más encendido, a veces menos, provoca que los tiempos, por lo general, se dilaten. Esta vez, en efecto, aconteció. La primera intervención de Gonzalo Caballero apenas superó los tres minutos y medio. Feijóo dispuso de casi cinco minutos para responder. En las réplicas volvió a pasar: el socialista gastó tres minutos y medio que acabaron abruptamente cuando el presidente de la Cámara, Miguel Santalices, le apagó el micrófono. El popular pudo disfrutar de cinco minutos. Y aunque Santalices le advirtió de que debía terminar, no le retiró la palabra.
No se trata de una particular animadversión del presidente del Parlamento contra el líder del PSdeG. A la portavoz nacionalista Ana Pontón, que suele ceñirse a los tiempos marcados en el guión, la marcó con idéntica fruición. Si tardó tres minutos y 20 segundos en exponer su pregunta, Feijóo contestó en cuatro y medio. En las réplicas, Pontón se extendió hasta los cuatro minutos. Santalices le cerró el micrófono antes de acabar. Al presidente de la Xunta su homólogo de la Cámara le permitió llegar a los cinco minutos y quince segundos. No le cerró el micrófono.
Las preguntas para respuesta oral del presidente de la Xunta no constan en el Reglamento del Parlamento de Galicia. Sí en uno de sus acuerdos interpretativos, el número 21, fechado el 17 de marzo de 2015 y disponible en la página web de la institución. Este se vincula al artículo 155 de las normas, integrado en el capítulo Das preguntas. Pero el texto no entra en los tiempos, sino apenas en los plazos de registro de las preguntas, seis horas antes de la reunión de la Mesa de la Cámara que prepara el orden del día del siguiente pleno. Esta normalmente es el martes de la semana anterior al pleno, previa a la Xunta de Portavoces. Feijóo cuenta así con ocho días para preparar sus respuestas. En el Congreso de los Diputados, las preguntas pueden adaptarse a la actualidad, ya que está permitido modificarlas hasta el lunes de la semana de pleno.
Comisiones demediadas y llamadas al orden
Los tiempos de las intervenciones en la sesión de control -y en el resto de iniciativas- constan en el guión de cada pleno. Su control no es, sin embargo, lo único que la oposición reprocha al presidente de la Cámara. Fuentes de BNG y PSdeG coinciden en señalar que beneficia sistemáticamente al Grupo Popular y que su manga a la hora de llamar al orden o a la cuestión es mucho más ancha con los diputados de su partido que con los de la oposición.
Los socialistas recuerdan como en el pleno del 14 de abril, el diputado del PP Miguel Tellado, cuyos discursos no se caracterizan por la templanza ni por el reconocimiento del adversario, advirtió de que a Gonzalo Caballero le preparaban en Ferraz “la caja de pino”. Otro de sus compañeros llamó Coté -un falso médico de Ferrol- al parlamentario Julio Torrado, encargado en el PSOE de la materia sanitaria. Pero cuando este tildó de “bocachancla” a Alberto Núñez Feijóo, Santalices conminó al socialista a que lo retirarse. Al negarse a hacerlo, recibió una llamada al orden. Tres llamadas al orden suponen la expulsión de la sesión.
Más allá de la interpretación de las normas que Santalices -un hombre del Partido Popular de Ourense, representante fiel del baltarismo- realiza sobre la marcha en cada pleno ordinario, la derecha también utiliza su mayoría absoluta para demediar las comisiones no ordinarias. Solo en octubre de 2020 permitió retomar sus trabajos a la dedicada a investigar el gran escándalo financiero de la Galicia contemporánea -la fusión impulsada por Feijóo y posterior liquidación de las cajas de ahorro. La había mantenido bloqueada y sin emitir las conclusiones de sus debates durante prácticamente ocho años.
Unos días después, en noviembre, el PP convertía la comisión de estudio de propuestas contra la epidemia de coronavirus en un homenaje a la consejera delegada de la empresa de residencias de mayores Domus Vi, Josefina Fernández. El presidente del órgano parlamentario, el popular Diego Calvo, le llegó a pedir disculpas “en nombre del Parlamento de Galicia”. La defendía así de las críticas de la oposición por la gestión del coronavirus en sus centros, donde murieron más de 2.000 personas. Dos meses después, la Xunta de Galicia la vacunaba contra la COVID pese a que no estaba en contacto directo con los usuarios de las residencias que dirige. Feijóo evitó en todo momento cuestionar lo sucedido y dio credibilidad a Fernández.