Las desconocidas vidas paralelas de dos retratos gallegos de Miguel Hernández
Hace 11 años, el artista Ramón Palmeral, natural de Piedrabuena (Ciudad Real), subió a Youtube un sencillo montaje de imágenes en el que repasaba los retratos pictóricos del poeta Miguel Hernández. Del icónico de Buero Vallejo a otros de Miguel Abad Miró, Eduardo Vicente o Benjamín Valencia, Palmeral afirmaba que Hernández es tal vez “el poeta español al que más retratos le han dedicado”. Entre los que rescataba aparecían dos realizados por el pontevedrés Xosé Conde Corbal, figura ineludible del arte gallego de la segunda mitad del siglo XX y cuya obra se puede ver estos días en la exposición Esperpento. Arte popular y revolución estética del Reina Sofía. Su familia, que trabaja por el mantenimiento de su memoria, ha logrado reconstruir la peripecia de ambas obras, una suerte de vidas paralelas alrededor del año 1967. Una se encuentra en el legado que la descendencia de Hernández depositó en la Diputación de Jaén, pero mal atribuido. La otra, en el Museo de Pontevedra, pero bajo el título Retrato de hombre y con su protagonista sin identificar.
Fue un descendiente de Conde Corbal el que tropezó con el vídeo de Youtube. Uno de los dos dibujos, tinta sobre papel, le resultó conocido. Lo había visto en alguna parte. Entoces repaso las grabaciones de las jornadas que el propio Museo de Pontevedra dedicara a Conde Corbal por el centenario de su nacimiento, en abril de 2023. Allí estaba. La historiadora del arte Ángeles Tilve, actual directora del centro, hablaba de las primeras incursiones del pintor en el género del retrato. “Este magnífico Retrato de hombre muestra su especial capacidad para plasmar la fisonomía del retratado”, explicaba ante una proyección del mismo, “con trazos nerviosos, dinámicos, deformadores y expresivos”. No hizo ninguna referencia a que el hombre era Miguel Hernández. Tampoco lo recoge la ficha disponible en la web del museo. Contactada por elDiario.es, Tilve confirma que desconocía el lazo. “Corbal tenía una estrecha relación con el museo y muchas veces dejaba aquí su obra. Cuando murió, el museo legalizó la situación con la familia, pero el protagonista de ese retrato está sin identificar. Sí tiene cierto parecido con Hernández, es cierto”, admite.
Homenaje en la Pontevedra de 1967
El montaje de Palmeral arrojaba, sin embargo, alguna pista sólida. Si se detiene en el minuto 2.57, no resulta difícil advertir como se trata de un cartel o afiche del Ateneo de Pontevedra que publicita un homenaje al poeta. De ese hilo tiró la familia de Conde Corbal para certificar que, efectivamente, el pintor había dibujado al poeta de Viento del pueblo (1937), republicano y comunista, dejado morir por el franquismo en las prisiones de la posguerra. Y ese hilo sirve además para corregir la fecha que le atribuye el museo pontevedrés, 1957, a partir de una interpretación de la caligrafía de la firma. El acto de reparación a Hernández, organizado por el bibliotecario y erudito Antonio Odriozola, íntimo de Conde Corbal, fue entre el 14 y el 19 de diciembre de 1967. En aquellos años, el régimen permitía cierto margen y el poeta Hernández empezaba a ser revindicado en voz cada vez más alta. Eso no impedía que algunos jerarcas falangistas, en horas bajas dentro de los equilibrios de la dictadura, se negasen a reconocer la altura de aquel a quien llamaban “rojo violador de monjas”.
Otro elemento contribuye a reforzar la tesis de la familia. El retrato del cartel del Ateneo está quizás inspirado en uno de los retratos más conocidos de Hernández, el que realizó Antonio Buero Vallejo, dramaturgo fundamental de la literatura española, durante su estancia compartida en la prisión de Conde de Toreno, en Madrid, en 1940.
Pero una imagen lleva a otra. En los papeles del homenaje, custodiados en el Museo de Pontevedra, aparecen dos pinturas de Hernández. Es la misma que, junto a la inspirada en el de Buero Vallejo, exhibía el montaje de Ramón Palmeral en Youtube. La familia de Conde Corbal se puso a investigar. Y halló su rastro en la Diputación de Jaén. Los descendientes de Miguel Hernández depositaron allí su legado después de que el Ayuntamiento de Elche lo rechazase por motivos políticos. Y este incluye el otro retrato de Conde Corbal, pero mal atribuido. Según la ficha disponible en la web, el autor del mismo es Andes.
Un regalo a Josefina Manresa, su viuda
Basta una rápida comparación entre firmas para comprobar que, efectivamente, se trata de una obra de Conde Corbal y no de un tal Andes. Su familia investigó además la trayectoria del trabajo. La hemeroteca le ayudó. Un recorte de Faro de Vigo (arriba) reproduce ambas obras con motivo del homenaje del 67 y las atribuye al pintor de Pontevedra. En otras páginas de periódico, la viuda del poeta, Josefina Manresa, aquella a quien había escrito desde prisión las estremecedoras Nanas de la cebolla, aparece con el cuadro de Conde Corbal de fondo. Fue él quien se lo envió, aunque los familiares desconocen las razones. Sí apuntan a que entró en contacto con la obra y la historia de Miguel Hernández gracias a Antonio Odriozola, organizador del acto del 67. Tampoco han localizado ningún escrito, ni entre los papeles de Conde Corbal ni en el legado del poeta, que exponga el motivo del regalo.
Sobre el error en la identificación de la autoría, elDiario.es intentó recabar la versión de la Diputación de Jaén, responsable del legado de Hernández, pero de momento no ha obtenido respuesta.
'O fardel da guerra', el grabado como documento del mundo
Xosé Conde Corbal nació en Pontevedra en 1923 y murió 76 años después en su domicilio de Vilagarcía de Arousa (Pontevedra). Sus padres eran vecinos de Bibiano Fernández Osorio Tafall, biólogo y diplomático republicano después exiliado. En su laboratorio trabajó incluso antes de comenzar estudios en derecho y biología. Los abandonó para dedicarse a la pintura. Instalado en Ourense, allí realizó su primera exposición individual en 1958. Cierto realismo expresionista, acaso un figurativismo distorsionado, es tal vez la característica común de una obra que ejerce de puente entre Os Novos -la vanguardia gallega y en buena parte galleguista diezmada por la guerra y el destierro- y las promociones posteriores. Él se había adherido a las dinámicas de los artistas que en los años 60 frecuentaban el Café Volter, de Xaime Quessada a Xosé Luís de Dios.
Prolífico e incansable, Conde Corbal pinto al óleo, ilustró libros, fue cartelista, elaboró preciosos mapas artísticos, ensayó mulares y se dedicó al grabado, según afirma el crítico Antón Castro en la página web dedicada a su figura, “lo más interesante de Corbal como artista”. Porque, al fin y al cabo, el pontevedrés era un moderno, y a los modernos les preocupaba la dimensión comunicativa de su trabajo. “Desde el principio me quise comunicar, trabajaba para decir... pero sin tener en cuenta los baremos burgueses de la comunicación”, aseguraba. O fardel da guerra, las 88 estampas que estos días se pueden ver en la Casa Museo Casares Quiroga de A Coruña, es una de las muestras más acabadas de su labor con la técnica de la grabación. Finalizadas en 1986 pero elaboradas a lo largo de una década, ofrecen su visión de niño de la guerra, mediada por un trauma infantil cuando, de niño, vio el cadáver de un asesinado en la cuneta. “Hace años que este fardo de grabados viaja conmigo”, dice el pórtico de la obra, “contiene una visión de la Guerra [Civil] en Galicia y del rastro de luto y terror que la acompañó”. Como en un guiño al Virgilio que guía a Dante en la Divina Comedia, a Corbal lo guía Ramón María del Valle-Inclán, y a él dedica la primera de las ilustraciones.
Son un relato tembloroso y deformado del 36, de sus protagonistas y algunos de sus momentos traumáticos: Na procura dos roxos [En busca de los rojos], Na procura de todos [En busca de todos], Algareos de falanxistas [Griterío de falangistas], Os paseos: levalos ás claudias [Los paseos: llevarlos a las claudias], Chimpados nas cunetas [Arrojados en las cunetas], Benigno Álvarez [dirigente comunista gallego], morto despois de morrer [Benigno Álvarez, muerto después de morir], titula algunas de ellas. Castro liga la trayectoria general de Corbal a “la tradición que hizo del arte un documento del mundo” y este O fardel da guerra no hace otra cosa que corroborarlo. “Defender Galicia era lo único que le importaba”, concluye uno de sus descendientes en conversación con este periódico.
1