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Los destinos de la antigua fábrica de pan de Vigo

La Panificadora de Vigo, en una imagen incluida en la documentación de la modificación del PGOM

Vanesa Vázquez

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Desde que en 1980 cerró la gran fábrica de pan, harinas y piensos de Vigo, la Panificadora ha sido testigo de intentos de demolición, incendios y okupaciones. Cíclicamente distintas maquetas y proyectos planean su destino

En los últimos días asistimos al enésimo anuncio: la Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento de Vigo ha dado su aprobación provisional a la modificación puntual del Plan Especial de Protección y Reforma Interior (Pepri) del Casco Viejo para avanzar en el nuevo proyecto de la Panificadora. “Quiero expresar mi satisfacción, va a convertirse en una zona de equipación sociocultural y dotacional, un nuevo espacio público con alboleda que conectará con la Praza do Rei”, señaló el regidor ante los medios de comunicación el jueves, 21 de marzo.

La tramitación continuará ahora con el envío de la documentación a la Administración Autonómica -a Patrimonio- para que se pronuncie sobre este cambio en el planeamiento. “Ya no hay marcha atrás, una vez aprobada se envía a la Xunta y en el plazo de dos meses está obligada a decir que sí y a partir de ahí, pleno municipal, expropiación y obra”, añadió Abel Caballero.

Aunque, efectivamente, se están moviendo los papeles, la realidad es que a día de hoy no existe una medición precisa técnica de su interior, no figura en el catálogo de patrimonio de la Xunta, ni ha sido protagonista de labor de conservación alguna en estos más de treinta años que lleva cerrada.

La Panificadora no se puede esconder, tiene más de 7.000 metros cuadrados de superficie y diez enormes silos que la ciudadanía está acostumbrada a ver, en el centro de Vigo entre el monte del Castro y el edificio del Ayuntamiento. Lleva en la ciudad casi cien años (desde 1924) y contribuyó en la primera mitad del siglo a algo tan importante como el abastecimiento de la población.

“Tener la Panificadora en Vigo fue fundamental para la ciudadanía, para tener pan higiénico, moderno y barato. De hecho hay un convenio entre la Compañía Viguesa de Panificación y el Ayuntamiento de Vigo del año 22 o 23 donde se dice que tiene que vender el pan barato. Además, en la posguerra fue intervenida por el Estado, y tener la Panificadora permitió que no se pasara tanta hambre. Dio de comer literalmente a la gente”, explica Uxío Reinoso, arqueólogo industrial y coordinador del proyecto vigoindustrial.com.

“Era el granero de la ciudad. Cuando se inauguró era la más potente de España, fue un elemento que nos situaba como una gran ciudad, moderna. Además tiene el valor cultural y urbanístico de que está en el centro en la ciudad. Tiene que ser la pieza desde donde Vigo recupere su patrimonio industrial”, defiende Reinoso.

Los vecinos y vecinas más entradas en años recuerdan perfectamente la fábrica funcionando, la plaza de los silos, los pasadizos, una calle cubierta o el inconfundible aroma del pan en el horno. El fundador, Antonio Valcarce, fue también el dueño de la Compañía de Tranvías y del Banco de Vigo. La Panificadora atesora un sinfín de aspectos que la hacen parte de la esencia de la ciudad, de su historia.

Pero, ¿qué se hace con una mole de hormigón en el centro de la ciudad si ya no da beneficios por actividad industrial? Eso fue lo que se debió preguntar Manuel Soto, alcalde de Vigo, en los años 80, tras el cierre de la fábrica, y la respuesta fue la más obvia: viviendas. En 1988 Soto firma un convenio con los propietarios y la Panificadora se convierte en una Unidad de Actuación Urbanística y permite 20.000 metros de nueva edificabilidad. Afortunadamente este primer destino de la Panificadora nunca se materializó y en 1991 se integra en el PERI del Casco Viejo, aunque seguía siendo reurbanizable. Desde entonces distintos alcaldes firman y anulan convenios y la sombra de la demolición continuaría sobre parte de la construcción.

En 2006 un incendio destruye oficinas, sala de juntas y archivo y surgen entonces, en los años siguientes, campañas ciudadanas para evitar el derribo. En 2009 Caballero presenta el Plan Moneo, que intervendría en toda el área y sólo conservaría los silos de la Panificadora. Según recuerda Uxío Reinoso, fue en los meses previos a la campaña electoral de 2011 cuando el actual alcalde promete rehabilitar la Panificadora como centro cultural. Se comienza a hablar entonces de conservación integral y de expropiaciones. En esta época la Panificadora divisa un destino feliz, que supondría albergar la Biblioteca del Estado.

No fue hasta 2016 cuando el Ayuntamiento lanza el concurso de ideas para el ámbito de la Panificadora, donde se incluye ya la participación del Consorcio de la Zona Franca de Vigo. En sus bases, el concurso recoge literalmente que “el Ayuntamiento de Vigo precisa desde hace años una gran dotación pública para satisfacer las necesidades culturales y sociales de la ciudadanía viguesa; un espacio en el que situar un gran contenedor, como la Biblioteca Pública del Estado en la ciudad. El entorno de la Panificadora se considera un espacio idóneo para su implementación, tanto por su vínculo con el pasado industrial de las ciudades como por la centralidad urbana del ámbito.

Por otra parte, y toda vez que la colaboración entre el Ayuntamiento de Vigo y la Zona Franca resulta fundamental para la ejecución del proyecto, es preciso que la propuesta permita obtener espacios en los que localizar usos de co-working, oficinas, Centro de Innovación Gastronómica, centros tecnológicos, espacios de emprendimiento y creatividad, así como actividades que puedan resultar tractoras de la economía de Vigo y que proporcionen utilidad y dinamismo al dicho entorno.

Y para una adecuada complementariedad de los usos previstos, la ordenación promoverá la obtención de espacios libres públicos, al tiempo que permitirá compatibilizar los usos mayoritarios con las actividades comerciales y terciarias necesarias para darles cobertura a las necesidades de la ciudadanía. El diseño de los espacios deberá garantizar, en definitiva, la rentabilidad social del proyecto la su sostenibilidad...“.

Bajo estos ambiciosos requisitos resultó ganador el proyecto de los arquitectos Jorge Salgado y Celso López, en marzo de 2017.

Y llegamos a la actualidad con algo más de esperanza pero sin certezas porque a día de hoy lo que de verdad existe es un proyecto lleno de buenas intenciones pero sin presupuesto, plazos ni misión definida. Es más, la Biblioteca del Estado ya tiene otra localización prevista -los terrenos donde se iba a hacer inicialmente la Ciudad de la Justicia, en la calle Lalín-, motivo por el que desde Marea de Vigo alertan de que nos vamos a encontrar con “otro continente sin contenido”. Rubén Pérez, portavoz del grupo municipal, defiende que lo primero que habría que hacer es “catalogarla como BIC y luego identificar y catalogar también seriamente todo el contenido”.

Financiación no definida

Aunque no hay una cifra oficial de lo que van a costar las expropiaciones y la posterior intervención en el ámbito de la Panificadora, distintas fuentes estiman en 20 millones el coste de la actuación. Sobre este aspecto desde Zona Franca explican que de momento no pueden concretar su participación.

En los presupuestos del consorcio para este año figuran cuatro millones para la Panificadora, pero es una cifra que ya constaba en la planificación de 2018 y puede volver a estar en la de 2020 sin que se ejecute un euro. “El proyecto ha dado un gran avance y ahora la Xunta tiene dos meses para responder. Durante este tiempo Ayuntamiento y Zona Franca negociarán la participación concreta de ambos, porque a día de hoy no está definida”, indicaron fuentes de la entidad estatal.

En el corazón de la ciudad desde los año 20

Forma parte del skyline vigués desde los años 20. Repasemos los principales hitos de la historia de vida de la Panificadora, el mejor ejemplo del patrimonio industrial de Vigo:

La compañía viguesa de Panificación nació en 1920 fruto de la alianza de varios empresarios entre los que destacaban Antonio Valcarce (que ya poseía “La Espiga de Oro”) y su cuñado Ángel Reboreda (dueño de “La Madrileña”) con el objetivo de abaratar costes. Para eso en 1921 adquirieron una gran parcela en el Campo das Redes (en la Falperra) donde se construyó una megapanificadora moderna, con hornos alemanes y que según se decía entoces era la más potente de España, con capacidad para producir 40 toneladas al día. El proyecto fue de Manuel Gómez Román, arquitecto municipal en la época.

La actividad en la panificadora comienza en 1924 y en 1930 ya hace una primera ampliación con una sección de molienda para obtener harinas y salvados. Se convirtió rápidamente en la suministradora de la ciudad, de sus instituciones públicas y del sur de la provincia de Pontevedra. Entre los productos, el artículo estrella fue el panecillo blanco e individual, “Japonés”, un producto monodosis, ideal para casas de comida, y para los comedores colectivos de empresas e instituciones públicas (hospitales, escuelas, los asiere, orfanatos,...).

Con la Guerra Civil fue intervenida por el Ejército Nacional y se convirtió en suministradora oficial de harina y pan. Paradójicamente, fueron años muy buenos para su actividad y expansión, lo que la llevó a comprar harineras en Salamanca y Ávila. Son años de éxito para su fundador, Antonio Valcarce, que adquiere también en esa época la Compañía de Tranvías de Vigo y el Banco de Vigo. La Panificadora se vuelve a ampliar en los años 40 dos veces (sección de molienda y almacén para sacos de harina) y ya a comienzos de los años 50 se erigen los seis nuevos silos de almacenamiento de grano.

En los años 50-60 se desregulariza el negocio del pan y la Panificadora de Vigo empieza a hacer subprodutos como piensos para animales y pastas alimenticias. Entra un cliente estrella, Pescanova, para quien hace las masas de los rebozados. En esta época se concreta también el edificio de la “fábrica de piensos” de la calle Falperra.

La diversificación no fue exitosa y en los años 70 llegan los problemas económicos. La compañía tiene deudas y la maquinaria va quedando obsoleta. Además, su principal cliente, Pescanova, funda en esta época Hasenosa en O Porriño, para abastecerse directamente de las pastas alimenticias. En 1978 muere Antonio Valcarce y en 1980 cierra la fábrica en Vigo, con 70 trabajadores. Había llegado a tener 300.

La historia detallada de la Panificadora puede conocerse en este dossier publicado por vigoindustrial.com.

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