“Motivos personales”. Es la respuesta que alega la Comisión Interuniversitaria de Galicia (CiUG) como causa del relevo del director del grupo de trabajo que definirá el examen de Lengua e Literatura Galega en la próxima selectividad. El profesor de la Universidade de Vigo, Xosé María Gómez Clemente, nombrado en septiembre, aguantó apenas dos meses en el cargo. Renunció después del revuelo organizado por las informaciones de elDiario.es sobre su decisión de imponer que las preguntas de historia de la lengua se centrasen “en el gallego después de su oficialización en 1981.” Esto impedía, por ejemplo, plantear cuestiones sobre la marginación del gallego durante el franquismo, que los expertos consideran claves para entender la situación actual.
Las asociaciones en defensa del idioma consideraban que eliminar esa parte de la historia de la prueba de acceso a la universidad suponía eliminarla también “de facto” del curriculum académico de 2º de Bachillerato, ya que ese curso tiene como eje los contenidos que se tratarán en la ABAU. La nueva responsable, nombrada la semana pasada, es la lingüista y académica Ana Boullón, que accede al cargo con el curso iniciado y, por eso, “con voluntad de no hacer cambios”.
Boullón, profesora de la Universidade de Santiago, transmite ánimo conciliador y dice no entender por qué hubo tanto “escándalo” por una decisión que el propio Gómez Clemente -en una brevísima conversación con elDiario.es tras la publicación de sus cambios- calificaba como “puramente académica”. Una postura que no compartían A Mesa pola Normalización Lingüística, los partidos de la oposición -la Xunta prefirió lavarse las manos- ni buena parte de los casi 300 profesores de Bachillerato que integran el grupo de whatsapp Segundo Bach lingua, donde se encendieron las primeras alarmas.
La nueva jefa del grupo de trabajo insiste en que su predecesor se limitó “a aplicar el nuevo decreto” de la Xunta del que desaparece la diacronía, es decir, el estudio de los fenómenos lingüísticos a través de su evolución en el tiempo. En la anterior norma, el apartado “Historia da lingua” diferenciaba, por ejemplo, el período 1916-1978 y el de 1978 a la actualidad. Esto, ahora, desaparece como tal. Ni siquiera se habla de “Historia da lingua” aunque Gómez Clemente la mencionase para marcar una fecha de inicio a las preguntas permitidas: frente al 78, el año en que se aprobó la Constitución, él optaba por el 81, el de la oficialidad del galego a través del Estatuto de Autonomía.
Boullón entiende que la “normalización” del idioma, un proceso que sí aparece entre los contenidos -en especial, por su relación con medios de comunicación y las redes sociales- “sólo tiene lugar a partir de ese momento” y, por eso, aunque “la fecha no aparece en el decreto” entiende que su predecesor la eligió “para ayudar a centrar al profesorado”. Los efectos obtenidos, sin embargo, parecen justo los contrarios.
Eso es, entre otros motivos, porque entre los contenidos del curso aparecen también las “estrategias avanzadas de reflexión interlingüística y sociolingüística” o las pensadas para detectar “prejuicios y estereotipos lingüísticos con la finalidad de combatirlos”, unos objetivos para los que docentes, A Mesa o el estudioso de la marginación del gallego, Carlos Callón, consideraban especialmente útil el estudio de la represión franquista. “Es antipedagógico. El gallego no nació en 1981 y las circunstancias en las que se desarrolló no se explican sin saber lo que sucedió antes”, decía el presidente de A Mesa, Marcos Maceira. “La historia de Galicia está liliputizada, y ahora la convierten en un cuento de hadas del que sólo cogen el happy end, un final feliz supuesto y narcotizador” que no explica situaciones actuales -como la pérdida de hablantes o de derechos lingüísticos- y que “edulcora la historia”, añadía el autor de O libro negro da lingua galega.
Boullón se remite de nuevo a la circular de Gómez Clemente: “como él mismo decía, para entender esos conceptos es preciso contextualizar, pero no se puede preguntar de forma explícita un tema como los que aparecían en el decreto anterior”. La nueva directora, que todavía está a la espera de reunirse con el grupo de trabajo, anuncia que “en breve enviaremos una nueva circular con la intención de despejar las dudas. Ahora de lo que se trata es de que el profesorado sepa a qué atenerse para enfrentarse a la Selectividad. Se va a mantener el modelo de examen y se va a adaptar obligatoriamente el decreto, pero tratando de que sea lo menos perjudicial para todos”.
Precisamente incertidumbres, y muchas, son las que tiene ese profesorado. Por ello, desde que se conoció el relevo al frente del grupo de trabajo, han empezado a coordinarse para tratar de trasladar a los responsables del examen una lista conjunta de “dudas, preocupaciones y/o sugerencias alrededor de la prueba”. Un documento compartido, al que no se permiten aportaciones anónimas, y sobre el que tampoco tienen garantías de que se vaya a tener en cuenta.