La dinastía Baltar en Ourense: por qué nadie en el PP puede cesar al presidente de la Diputación cazado a 215 por hora

José Precedo

28 de abril de 2023 21:54 h

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Xosé Manuel Baltar ya ha dicho que no va a dimitir. Y tampoco nadie va a destituir al presidente de la Diputación y del PP de Ourense por conducir a 215 kilómetros por hora con su coche oficial por la autovía A-52 el pasado domingo. Darán igual la multa de 600 euros, que se apresuró a pagar en el acto, y la pérdida de seis puntos en el carné, los códigos éticos del partido o incluso que en un juicio rápido acabe condenado por conducción temeraria a varios meses de cárcel.

Nadie puede hacer caer a Baltar porque el dirigente ourensano hace una década que no tiene jefes. Ni en el PP ni en la Diputación. Mucho más que un cargo público, Xosé Manuel Baltar (Ourense, 1967) es el representante de una dinastía que gobierna la provincia desde hace 30 años sin admitir intromisiones de nadie. Junior, como le conocían en el partido cuando solo era un aspirante, heredó de su padre la presidencia de la institución y del PP provincial. Xosé Luis Baltar, autodenominado “cacique bueno”, hizo y deshizo en la Diputación y el partido desde principios de los 90 hasta 2012, cuando dejó el trono al mayor de sus dos hijos. En todo este tiempo, los Baltar han parado los pies a Fraga, a Alberto Núñez Feijóo e incluso al Mariano Rajoy presidente del PP. No hay ningún indicio de que vaya a ser distinto esta vez.

La saga Baltar en Ourense no opera como representantes del PP: ellos son el partido. Controlan a los alcaldes, a los diputados que manda la provincia al Parlamento gallego o al Congreso y también a los senadores. Manejan el presupuesto de la Diputación –90 millones de euros el último ejercicio– que durante años fue el segundo empleador de la provincia, con casi mil trabajadores, compitiendo con la firma de moda de Adolfo Domínguez. El País llegó a publicar que 400 de ellos eran cargos del partido o familiares de estos.

La ristra de denuncias sobre las redes clientelares de los Baltar y su nepotismo son interminables y han causado sonrojo en diferentes cúpulas del PP. Pero puertas adentro todos esos escándalos siempre han pesado menos que sus aportaciones en las urnas. Ourense, la provincia más empobrecida de Galicia y también la menos poblada, es su principal granero de votos en la comunidad. Para la última mayoría absoluta de Feijóo en 2020, una de cada dos papeletas de la provincia llevaba el logo del PP. En pequeños municipios el partido ha llegado a rozar el 90% de los sufragios. El sistema es conocido: en estos últimos 30 años la institución se ha fundido con el partido. Imposible determinar dónde acaba una y empieza el otro.

“Y si no eres del PP, jódete, jódete”

En una cadena casi perfecta, Baltar padre pone deberes a cada alcalde los domingos electorales. Les apunta la cifra de votos que deben conseguir. Y es habitual que a mitad de votación, estos repasen los censos que les envían los interventores para llamar a casa de los que todavía no han ido a la urna. “Trabajar el voto puerta a puerta”, le gustaba decir al patriarca del clan. Y que nadie pida a los Baltar distinguir entre lo público y lo privado. El episodio de la multa el pasado fin de semana es apenas un síntoma más: Baltar viajaba el domingo a 215 kilómetros por hora en un coche oficial de la institución camino de unas supuestas reuniones que no figuraban en ninguna agenda oficial y de las que nunca más se supo. Un portavoz dijo a elDiario.es el martes por la noche que iba camino de Madrid; este viernes Baltar matizó que hizo noche en algún lugar aún por determinar. Desde entonces repite que lo de ir a 215, 90 kilómetros por encima de la velocidad permitida, fue “un despite en una recta larga”.

La oposición se ha apresurado a denunciar el mal uso de los recursos públicos. Peccata minuta al lado de lo que hizo su padre en los cinco mandatos. Hay fotos de Baltar entregando fajos de billetes a la salida de los mítines a asociaciones y colectivos de lo más variado. Célebres eran sus campañas trombón en mano cantando esas estrofas que resumen a la perfección una manera de estar en política: “Y si no eres del PP, jódete, jódete, y si no eres del PP, te vuelves a joder”.

Mientras los números salgan, y ningún número en el PP manda más que los resultados en las urnas, los Baltar están blindados. No es ninguna novedad. Lo sufrió incluso el fundador del partido, Manuel Fraga, cuando vio cómo en 2004 cinco diputados autonómicos, todos de Ourense y de la familia política de Baltar, se encerraron en un piso dejando en el aire la mayoría absoluta del PP en el Parlamento gallego. Baltar no estaba conforme con algunos cambios en el partido y mandó a los cinco parlamentarios a encerrarse sin teléfonos en un domicilio ourensano hasta que no se resolviesen las desavenencias internas. Entre ellos estaba ya su hijo Manuel y la pareja de este por entonces, María José Caldelas, diputada autonómica también por aquella época, que luego acabó condenada por falsificar firmas para lograr una licencia municipal en Ourense (aunque esa es otra historia).

El encierro del 'comando Baltar' mantuvo en vilo a la política gallega durante días y terminó a la manera del barón ourensano: tras sellar la paz con Fraga y pactar una serie de cambios en la cima del partido, fue el propio Baltar padre el que llevó de vuelta a Santiago –conduciendo él personalmente un monovolumen– a los diputados rebeldes.

Es probablemente el más tragicómico de los capítulos que amenizaron la larga batalla que vivieron en los 90 y 2000 las dos familias del PP gallego. Por un lado, los de la boina, la facción rural y galleguista donde estaba Baltar, junto al eterno delfín de Fraga, Xosé Cuiña, y el capo de Lugo, Francisco Cacharro, apoyados por decenas de alcaldes y denunciados por sus métodos caciquiles. Enfrente, el sector del birrete, urbano y vinculado al Opus Dei y que tenía como representante más destacado al exministro José Manuel Romay Beccaría, el padrino político de Alberto Núñez Feijóo.

“Con el caciquismo se puede acabar en un día”

En la pugna por la sucesión de Fraga tras perder las elecciones en 2005, la dirección nacional del partido que ya lideraba Rajoy se posicionó inequívocamente del lado de Feijóo, que había sido enviado a Galicia en plena crisis del Prestige. En el bando de la boina solo Cuiña intentó plantar cara al oficialismo en el congreso del relevo. Baltar padre, que había detectado los nuevos vientos que soplaban en el PP, optó por pactar con Feijóo, quien en 2006 se convirtió en líder del PP gallego, entre promesas de regeneración y grandes proclamas.

“Con el caciquismo se puede acabar en un día”, llegó a prometer el hoy líder del PP. Han pasado 16 años de aquella frase, los Baltar siguen mandando en Ourense y a Feijóo ya no se le ocurre repetir semejantes desafíos. La única vez que lo intentó, ya de vuelta a la Xunta con mayoría absoluta, recibió el mayor mazazo de su carrera. Corría el año 2010 y Baltar padre decidió poner en marcha una sucesión en dos fases: primero el partido y después la institución. El orden elegido no es casual: en un proceso interno donde los alcaldes ourensanos del PP iban a resultar claves, Baltar padre se garantizaba el manejo de las subvenciones a los municipios y también los puestos de trabajo de muchos militantes y familiares que tenían que votar en el congreso (sobre esto último volveremos luego).

Feijóo y Rajoy intentaron sin éxito que Baltar desistiese de la sucesión dinástica. Acabaron presentando una lista alternativa a la presidencia provincial y haciendo muchas llamadas a alcaldes desde la dirección regional y nacional del PP. Los Baltar demostraron a todo el aparato del partido por qué Ourense llevaba dos décadas siendo su feudo: reunieron 723 votos, frente a los 433 del candidato apadrinado por Feijóo y Rajoy. La sucesión de padre a hijo estaba refrendada por las primarias. Ante un pabellón repleto de fieles, Xose Luis Baltar y sus alcaldes levantaron a hombros a su hijo Manuel, en una metáfora definitiva para festejar su última victoria. Minutos después, Feijóo trataba de escenificar unidad, cariacontecido en el escenario, levantando los brazos de quien lo había arrollado.

Aquel congreso de 2010 dejó algunas otras secuelas menos públicas: sirvió a varios asesores de Feijóo para sufrir en primera persona los manejos del cacique ourensano. Se quejaban de que Baltar había prometido obras a cambio de votos, de que había amenazado a empresas con no volver a trabajar para la Diputación... Por unos días y siempre en privado, el núcleo duro de Feijóo repetía lamentos como los que llevaban escuchando tantos años a PSOE y BNG sobre los usos del baltarismo.

No duraron mucho tiempo. Feijóo y los suyos aprendieron la lección y ni siquiera opusieron resistencia cuando dos años más tarde Baltar Jr. tomó el bastón de mando de la Diputación de manos de su padre.

No, el caciquismo no solo no iba a acabarse en un día sino que se garantizaba, al menos, una generación más. Desde entonces, Feijóo ya se limitó a dejar hacer. Los votos de Ourense contribuyeron a sus cuatro mayorías absolutas y a cambio Baltar solo pedía que nadie se entrometiese en su territorio y unos cuantos nombres en las listas del PP a las diferentes elecciones. Nadie más le ha chistado.

Baltar padre, condenado por prevaricación tras salir de la política

Cuando Baltar padre estuvo fuera de la Diputación y de la presidencia del PP, la Justicia acabó condenándolo por prevaricación. La Audiencia Provincial de Ourense consideró probado que había enchufado en la Diputación a 104 personas afines en vísperas del congreso que debía elegir a su hijo. La sentencia lo inhabilitó para ocupar cargos públicos durante nueve años. Los magistrados concluyeron en la condena que el “elevado volumen de contratación pública” de la Diputación evidenciaba la “consciente y deliberada omisión de la publicidad exigible” en los procesos de selección de las administraciones.

Ninguna novedad. Lo que había hecho durante tres décadas tenía por fin castigo. En algunas redacciones se recordó el día en que la Diputación mandó una solicitud de rectificación al periodista que había publicado que el organismo provincial había contratado a 33 porteros para un edificio cultural con dos entradas. La nota de Baltar pedía aclarar que el centro Simeón tenía tres puertas.

Baltar padre recibió su condena con la paz de un jubilado que sabe que a su hijo no le va a faltar de nada. Y este, desde el despacho más alto de la Diputación, vino a decir que él no tenía nada que ver con la gestión de su antecesor, por muy padre suyo que fuese. Feijóo y la dirección del PP volvieron a dejar hacer, a pesar de que la Justicia había confirmado las quejas en privado de sus asesores durante aquel humillante congreso.

Que Feijóo nunca pudo prescindir de Baltar volvió a quedar patente tras las municipales de 2019. El presidente de la Xunta había ido a hacer campaña a la ciudad de Ourense por su partido. Y aprovechó el mitin central para cargar con dureza contra el candidato de una formación independiente, Gonzalo Jácome, un personaje atrabiliario que se había hecho famoso por las diatribas que soltaba en su televisión local contra Baltar y compañía. Feijóo dijo aquel día de Jácome: “Sería letal para la ciudad de Ourense”.

Solo unas semanas más tarde, los concejales del PP votaban en bloque entregarle el bastón de mando a Jácome. ¿La razón? El apoyo de ese partido independiente era imprescindible para que Baltar Jr. pudiese conservar la Diputación, una vez perdida la mayoría absoluta. Feijóo volvió a mirar para otro lado y el controvertido Jácome va camino de sumar cuatro años en la Alcaldía de la ciudad, de escándalo en escándalo. A cambio, Baltar pudo seguir al frente de la institución provincial y el PP gallego, mantener la paz interna.

Por lo visto en las últimas horas, el sucesor de Feijóo al frente de la Xunta y el PP gallego, Alfonso Rueda, tampoco tiene mucha intención de cambiar las cosas. Este miércoles por la mañana un grupo de periodistas le preguntaron si iba a tomar medidas contra Baltar, horas después de que elDiario.es desvelase en exclusiva la sanción por conducción temeraria. Lo que sigue es la secuencia de ese corrillo con la prensa.

Periodista: “Pudo hablar con él? ¿Va a pedir su cese?

Alfonso Rueda: Efectivamente, hablé con él y lo que ustedes conocen, reconoce los hechos hasta el punto de que había una sanción que él paga, por tanto reconoce los hechos, y estoy seguro de que el primero que lo siente es él mismo. 

P. ¿Va a pedir su cese o va a tomar algún tipo de medida el Partido Popular?

A. R. Bueno, hasta donde yo conozco hay una infracción administrativa que él reconoce y esto es lo que hay en este momento. Adelantándome a su pregunta, sobre responsabilidades políticas, yo creo que ya el hecho de que sea un representante político es lo que motiva que yo esté respondiendo a esta pregunta y que haya esta expectación y este nivel de atención que, probablemente, en el caso de una persona que no tuviese estas responsabilidades, no se estaría dando. Insisto: reconoce esto y abona la sanción y yo en estos momentos desde el punto de vista de una sanción que es administrativa, poco más puedo decir. 

P. ¿Supongo que estará de acuerdo en que cualquier representante político debe dar ejemplo?

A. R. Sí, sí, por supuesto, yo hablé con él y el primero que no está conforme con esta conducta que tuvo fue él mismo. 

P. No es una sanción, se juzgará un delito en un juicio. Los socialistas hablan de un uso indebido del coche oficial. 

A. R. Desconozco todo esto, sobre si es un delito o no, yo de momento lo que sé es el nivel administrativo, lo paró la Guardia Civil de Tráfico, extendió esa sanción administrativa y sobre otros condicionantes, para evaluarlos tendría que tener más conocimiento, ver cómo se califican y yo no soy juez. 

P. Lo que le preguntaba el compañero es sobre ir en un coche oficial a más de 200 kilómetros por hora… 

A. R. Sí, a más de 200 kilómetros por hora, él mismo lo reconoce cuando abona la sanción y efectivamente era un coche oficial, según él mismo me dice, lo usa Baltar cuando se dirige a actos oficiales, como era el caso que tenía reuniones en Madrid al día siguiente y muchas veces conduce él coches de la Diputación. Con independencia de la velocidad a la que fuera creo que esto no tiene mayor relevancia. 

P. Por dejarlo claro, el PP de momento no tiene ningún tipo de medida. 

A. R. Vuelvo a decirlo, hablé con Baltar, esto fue lo que me dijo y esto es lo que tengo que decir en este momento. 

Y en esos tres minutos se resume todo. Baltar, que no se presenta como cabeza de lista en ningún Ayuntamiento, volverá a ser el candidato del PP a la Diputación de Ourense. Si los números dan, por el PP gallego tiene garantizado ese despacho el tiempo que considere oportuno. Su padre estuvo veinte años. Él, de momento, lleva once.

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