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Entrevista Músico y cineasta

Don Letts: “La música es la banda sonora para la acción, hay que implicarse. No hablo de cócteles molotov. Votar es un comienzo”

Luís Pardo

24 de septiembre de 2023 06:00 h

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En la discografía de The Clash –la única banda que importa, apostillarán sus fans– hay una imagen casi tan icónica como la de la portada del London Calling, con Paul Simonon estrellando su bajo contra el escenario. Es la fotografía de un joven espigado, de estética rastafari, avanzando hacia una muralla de policías. Fue la cubierta del recopilatorio Black Market Clash. Ese hombre es Don Letts (Londres, 1956), testigo de excepción (“sí, soy muy viejo”) de la comunión entre el punk británico y el reggae y una de las personas que mejor ha contado esa época. Director de videoclips, cineasta, músico, DJ, presentador de un un show radiofónico en la BBC desde hace 16 años, Letts ofreció una de sus sesiones en la Sala Capitol de Santiago, dentro del Festival Maré. Antes, en la Facultade de Filosofía, se proyectó Rebel Dread, el documental en el que él, como en aquella revuelta del carnaval de Notting Hill, vuelve a estar en el foco, algo que no parece gustar demasiado a alguien más acostumbrado a levantar acta a través de su cámara. “Estuve muy incómodo con ese film, sí”, explica en conversación telefónica con elDiario.es, “porque se presenta como 'la historia de Don Letts', pero la historia no va de Don Letts. La historia es la cultura que hizo a Don Letts. Ésa es la historia. La de la cultura que me ayudó a ser el que soy hoy”.

Pues hablemos de esa cultura. Se te señala como el responsable directo del abrazo entre el punk y el reggae, una historia de amor que continúa hasta el día de hoy. Se cuenta que pinchabas punk en The Roxy, pero había tan pocos discos que completabas las sesiones con dub y reggae… y ahí se engancharon los jóvenes blancos.

Mucha gente dice que Don Letts ayudó a crear la Punky Reggae Party [la canción de Bob Marley grabada en 1977, cuando se refugió en Londres tras sufrir un atentado en Kingston], pero ésa no es toda la verdad. El viaje de esta música empezó con la discográfica Trojan Records en 1968, la primera etiqueta independiente de reggae en el Reino Unido. Esta música fue la banda sonora del movimiento skinhead, y cuando hablo de skinheads hablo de la faceta estética, no de la fascista. Nació de la unión de los chicos blancos de clase trabajadora y de la cultura jamaicana rudeboy. Gente como Joe Strummer o Paul Simonon (The Clash), John Lydon (Sex Pistols, PiL) o Terry Hall (The Specials) conocieron el reggae por Trojan. Esa etiqueta es la responsable del amor inglés por la música jamaicana. Yo sólo fui parte de una dinámica continua, un pasajero del tren que inició el viaje en 1968.

¿La hierba ayudó a que el reggae se extendiese?

Fue un buen medio de comunicación.

Ese “amor inglés por la música jamaicana” está presente a lo largo de toda la carrera de The Clash. Incluso para muchos críticos y para el propio Joe, White man in Hammersmith Palais –basada en una experiencia que compartiste con Strummer y ejemplo de cruce entre punk y reggae– es la mejor canción de la banda. Pero lo que quizá es menos conocido es que John Lydon –nombre real de Johnny Rotten, cantante de Sex Pistols y Public Image Limited– también compartía esa debilidad.

John Lydon ama el reggae, no te equivoques. Cuando fue a Jamaica por primera vez me llevó con él, porque éramos amigos. Richard Branson (el propietario de Virgin Records) quería lanzar una línea de reggae, Front Line, pero no sabía nada de esa música. Así que fue John Lydon quien estuvo detrás.

Hablando de líneas del frente: tu página web donletts.com está encabezada por tu imagen más icónica, la que sirvió de portada a Black Market Clash. Tú, como un pistolero solitario, cruzando Portobello Road, hacia la policía desplegada durante los disturbios raciales del carnaval de Notting Hill de 1976…

Sí, soy yo. Pero la foto no cuenta la historia completa. Ahí me ves enfrente de muchos, muchos policías, cientos de policías… y parece que voy a enfrentarme a ellos. Lo que no se ve en la foto es un montón de personas negras detrás de mí con ladrillos y botellas empezando una revuelta. ¡Lo que realmente estoy haciendo es apartándome del medio! Don Letts no es estúpido. Estaba apartándome cuando alguien [Rocco Macally] tomó la foto. No quería estar en el medio de la revuelta [risas].

¿Crees que la situación política actual, con el auge de la ultraderecha y la situación económica, sobre todo la derivada del Brexit, tiene similitudes con aquellos 70?

El clima social, cultural y político es muy parecido y muy complicado para los jóvenes. Económicamente, por ejemplo, tienes que vivir con tu familia hasta los putos 40, y eso tiene un impacto devastador en la calidad del arte. Porque actualmente no te puedes arriesgar y tienes que producir dinero. Lo que tiene que hacer la gente joven es levantarse e implicarse.

¿Y la música puede ayudar a conseguir esa implicación?

Mucha de la música que me gusta puede ser una herramienta para el cambio personal y social, pero en realidad es simplemente la banda sonora para la acción. La gente tiene que ser proactiva en el cambio, tiene que implicarse en el proceso. No es suficiente con compartir cosas con el móvil. Y no estoy hablando de lanzar un cóctel molotov. Votar ya es un comienzo.

¿Justo lo que no pasó con el Brexit?

Eso pasó porque la gente joven no votó. Gente blanca mayor y asustada: esos viejos votaron el Brexit. El Brexit viene de una mentalidad colonial y nacionalista, es jodidamente estúpido. El mundo es muy pequeño para ese tipo de nacionalismos. O ganamos o perdemos todos. Y la música puede jugar un papel muy importante en todo esto. La gente olvida que la música puede transmitir información e inspirar a la gente…

En los 70 había esos mismos problemas sociales y económicos: no había trabajo, los músicos vivían en squats… y surgió una rebelión contra todo ello. ¿Por qué ahora no?

Cuando éramos jóvenes, nos considerábamos antisistema. No queríamos lo que nos ofrecía el mainstream. En el siglo XXI, las aspiraciones de mucha gente joven –tenemos que tener cuidado con estas palabras, mucha gente pero no toda la gente joven– quiere lo que nosotros rechazábamos: estar en la alfombra roja, ser famosos… Como alguien dijo alguna vez, es difícil luchar contra un enemigo que vive en tu mente.

En “Outta Sync, el tema que da título a tu debut en solitario –¡con 66 años!– resumes bien este pensamiento: ”Ahora, por la economía / vives con tu mamá / es difícil ser un rebelde / pero te hacen la colada / No puedes evitar el tema / no puedes rock around the clock / y nadie te echará de menos / si lo pones en tik tok“.

De lo que estamos hablando aquí es de contracultura. En los 70 era muy obvio identificar contra quién luchar porque estaba expresado en la propia música. En el siglo XXI aún existe, pero no tiene ni el mismo aspecto ni suena igual. Los jóvenes han encontrado diferentes maneras de comunicarse entre ellos, no todo lo que hay en Internet es basura. Por ejemplo, Black Lives Matter, el movimiento de ámbito global. Eso fue facilitado por las redes sociales, fue una forma de rebelión de la contracultura que no se podía haber dado en los 70. Así, vemos que una única manera de protestar ha dado paso a diversas maneras de hacerlo. Aún hay música protesta ahí fuera, pero ya no suena igual ni tiene la misma apariencia. Por ejemplo, si tienes un móvil de 1000 libras en tus manos y llevas zapatillas que valen otras 500, probablemente non seas receptivo a la música protesta…

¿Hay contracultura en tus sesiones de DJ?

En algunos de los mixes, sí. Mis sesiones reflejan la dualidad de mi existencia: soy negro y británico. Recogen la historia y el legado de la música jamaicana.

Es tu primera vez en Galicia.

Creo que no. Joe Strummer estuvo viviendo en Andalucía y yo fui a verlo…

Pero esto es al otro extremo de la Península, en el noroeste.

Allí era todo muy brumoso.

¿Has podido conocer la plaza que le dedicaron a Joe en Granada?

Todavía no, pero he oído hablar de ella.