Alberto Núñez Feijóo acaba de anunciar que volverá a optar a liderar el Partido Popular de Galicia. Con la decisión cierra la puerta a su hipotética sucesión y la abre a presentarse por quinta vez consecutiva a la presidencia de la Xunta. Hace 13 meses negaba la mayor en una entrevista a elDiario.es: “-¿Es la última vez que se presenta? -Yo creo que sí. No puedo decirlo más breve. La respuesta es sí”. Papel mojado. El décimo séptimo congreso del PP gallego, previsto para el 16 y 17 de julio, será el de su perpetuación al frente de la organización.
Feijóo había dado un pequeño rodeo ante la junta directiva del partido antes de llegar a la noticia que todos -cúpula, militantes, prensa- daban por descontrada. “Todos somos necesarios y nadie es imprescindible”, se atrevió a afirmar en un pequeño alegato contra el personalismo en política, inmediatamente desmentido por su “puesta a disposición” del PP. “Antes hacía referencia a que en los últimos años muchos de vosotros habéis cambiado de responsabilidades [...] en definitiva siempre dejando paso”, dijo, “también yo lo haré [...] pero ese momento todavía no ha llegado”. Sus campañas electorales, en las que la marca PP desaparece de escena y la estrategia se fía a su nombre e imagen, tampoco corroboran la tesis.
Lo que sí ha llegado es el primer paso del presidente de la Xunta para superar la marca de mayorías absolutas de Fraga Iribarne que igualó el pasado mes de julio al obtener a cuarta. “Ganamos con una mayoría reforzada y el segundo mejor resultado de la historia del PP”, se ufanó, antes de enviar recado a sus compañeros que, en otras comunidades, pactan con la ultraderecha de Vox o con Ciudadanos: “Conseguimos estar al margen de la inestabilidad y que Galicia no se fraccionase”. Las otras derechas no han logrado representación en el Parlamento de Galicia.
Autonomismo y reescritura de la historia
Feijóo, cuyos bandazos discursivos lo arriman unas veces a planteamientos abiertamiente reaccionarios y otras lo muestran como adalid del ala centrista del PP, se amarró esta vez al autonomismo. Para ello no dudó en reescribir la historia. En su versión, la Alianza Popular que habían fundado ex ministros franquistas y que se opuso ferozmente al sistema autonómico, fue poco menos que la locomotora de la descentralización. “Aquella Xunta de Galicia que crecía frente a la incomprensión de muchos, el no de los de siempre y el Partido Socialista que quería limitar la capacidad autonómica y el estatus de nuestra comunidad”, afirmó en referencia a los años de Xerardo Fernández Albor.
Los hechos no fueron exactamente así. AP se opuso al Estatuto de Autonomía, que impulsó, demediado, la UCD. Las fuerzas de izquierda, incluida una parte del nacionalismo encabezada por el histórico Camilo Nogueira, lucharon por equiparar los derechos de la comunidad -por lo menos formalmente- a los de Catalunya y Euskadi, las otras nacionalidades histórica. Y “el no de los de siempre” fue en realidad la protesta de los sectores de la izquierda nacionalista que, nucleados en torno a la UPG, lo consideraban insuficiente.
En cualquier caso, la fiebre autonomista de Feijóo es intermitente. Sus gobiernos han completado 12 años sin conseguir, y hasta hace unos meses ni siquera reclamar, nuevas competencias. Y el Galicia, Galicia, Galicia que repitió durante su última campaña electoral contrasta con sus maniobras a la caída de Rajoy para dar el salto a la política estatal, finalmente frustrado. El fulgurante éxito de Isabel Díaz Ayuso le ha generado además competencia en la interna del PP: el eterno aspirante ya no está solo.
Pero el Feijóo de junio de 2021 no habló de Madrid más que para cargar contra el Gobierno de PSOE y Podemos por, aseguró, abdicar de sus deberes en la lucha contra la epidemia de coronavirus. Que el presidente de la Xunta dio prácticamente por finalizada tras realizar un rápido y triunfal balance de su “gestión” al respecto. “Gobernar con responsabilidades siempre tiene resultados”, afirmó.
“Galicia verde” y ladrillo sanitario
Sus preocuaciones inmediatas se encuentran ahora en la “recuperación pospandemia”. Así lo recogerá, avanzó, la ponencia del 17º congreso del PP de Galicia. Y las políticas de las que presumió ante la junta directiva, de la apología del ladrillo sanitario -menciona obras y nuevas infraestructuras pero nunca mejoras en las condiciones laborales o nuevos contratos- a la “Galicia verde y competitiva”.
Este último sintagma le sirvió para, al mismo tiempo, solazarse de la reducción de las emisiones gallegas de CO2 y criticar el cierre de las centrales térmicas que ha producido esa reducción. Pero a los presentes no les chirrió. En realidad, la noticia que habían ido a escuchar ya había sido confirmada. Feijóo volverá a presidir el PP gallego, su camino hacia la candidatura a la Xunta parece más despejado -“es necesario que Gobierno y partido sigan unidos”- y, así, la maquinaria de la organización y todas sus obligaciones y dependencias estará más cerca de poder seguir bien engrasada.