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CRÓNICA

Feijóo echa una mano al cuello a Rueda, el candidato menguante

Alfonso Rueda en la Feira do Cocido de Lalín, Pontevedra el 4 de febrero.

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Como corresponde a todo periodo electoral, la web del Partido Popular gallego destacaba el domingo dos enlaces con la foto de Alfonso Rueda. Uno te llevaba al programa del partido para las elecciones del 18 de febrero. Prueba superada. El otro buscaba vender la imagen del líder: “Visita la web de nuestro presidente”. Pobres incautos. Al pinchar, te llevaba a una página de error –por estar mal escrito el enlace– con el mensaje: “No se ha podido encontrar la página. Parece que no se ha encontrado nada en esta ubicación”.

Eso es precisamente en lo que ha quedado la estrategia de campaña del PP, confiado en que tenía asegurada la mayoría absoluta en Galicia: en nada. Lo ocurrido el domingo y el lunes ha borrado las expectativas más triunfalistas y ha hecho que la campaña vuelva a comenzar casi de cero. En realidad, lo que sí ha conseguido el PP de Feijóo es poner de los nervios a los propios diputados del PP. Eso ya es algo.

“'Reconciliación', dice. Después de 300 manifestaciones”, escribió un diputado en uno de los mensajes de los grupos de WhatsApp en el grupo parlamentario desvelados por El Mundo. “¿Qué va a pensar el que cogía su bandera y lo llevábamos a tantas manifestaciones? ¿Que lo hemos utilizado?”. Sería injusto llamar paranoico a ese diputado. Más bien, parece que da en el clavo.

Todo comenzó con una comida el viernes en la que una fuente muy importante del PP contó a un alto número de periodistas que el partido estaba dispuesto a aceptar un indulto “con condiciones” en favor de Carles Puigdemont. Confirmó que hubo negociaciones con Junts y que la respuesta a sus exigencias fue negativa. No de inmediato y de forma escandalizada (caballero, cómo se atreve a pedirme eso, a una mujer decente como yo). Lo estudiaron durante unas 24 horas. Una de dos, o son gente que piensa lentamente o se dedicaron a analizar muy en serio esa alternativa.

El anuncio se hacía público unas semanas después de agitar la furia en la calle contra la amnistía y de proponer un nuevo delito en el Código Penal con el que se podría ilegalizar a los partidos independentistas si se ponen en plan independentista. 

Al día siguiente de esa reunión con periodistas, se publicó la información citando “fuentes del PP”, como se había acordado. Pero Feijóo empezó a sentir el calor de la reacción negativa, al igual que ocurrió cuando estuvo a punto de pactar la renovación del CGPJ y algunas portadas de prensa se le echaron encima. Se murió de miedo y tomó la peor decisión posible. Hablar del asunto en los mismos términos en un mitin ante todo el mundo. 

En varios medios, se ha citado como posibilidad de que se tratara de una “voladura controlada” en caso de que Junts dé su versión de la reunión o reuniones con el PP. Todo a causa de un largo artículo de Puigdemont que contenía tres palabras con las que quería meter miedo: “Todo se sabrá”. Un 'cliffhanger' con el que dejar a los espectadores con la boca abierta al final del episodio de una serie televisiva y con unas ganas locas de ver el siguiente.

Para mantener el suspense, Junts no dio ningún dato nuevo el lunes sobre esos contactos. “Si tenemos que añadir algo, lo haremos”, dijo. Fue como un 'teaser' breve de la siguiente temporada.

Con su intervención en un mitin, Feijóo había hecho pedazos el off the record. El lunes, el director de El Independiente pasó de todas las normas –y no fue el único–, se supone que llegó a la conclusión de que ya daba todo igual y señaló que había sido el propio Feijóo la fuente de esas declaraciones. Los dirigentes del PP ya tenían la confirmación, por si la necesitaran. Había pocos motivos para cortarse en los chats. 

¿Dónde quedaba Alfonso Rueda en este suicidio politico producido en mitad de una campaña electoral? ¿Se puso firme y marcó los límites que su jefe había dejado algo difusos? En términos de energía, no se le puede pedir mucho. Estaba tan desaparecido como el enlace de su página web. No es que se escondiera en casa a llorar (eso habría sido una reacción comprensible). Salió el domingo a dar su mensaje y acabó patinando al estilo de su antiguo jefe.

En un mitin en A Estrada, presumió el domingo de que sus votantes podían estar tranquilos: “No quiero que (Galicia) sea otra sucursal del lío que se está montando”. Atentos, se refería a toda España, no al follón provocado por su líder. Esto es lo que quiere que los españoles piensen de Galicia gracias al PP: “Mira los gallegos, qué listos son que no se dejan llevar por todo este ruido, por toda esta locura que está instalada en España gracias al Gobierno central”. 

Todo eso mientras el gallego mayor del reino del PP, Feijóo, había hecho tanto ruido como para ensordecer a sus votantes gallegos y había vuelto un poco locos a sus dirigentes.

Rueda tampoco puede ir presumiendo de disfrutar de una inteligencia estratégica a prueba de filtraciones. Empezó la campaña hablando de Pedro Sánchez en vez de hacerlo sobre Galicia. Daba la impresión de que pretendía hablar más de los catalanes, por sus supuestos privilegios, que de los gallegos. En estos momentos, ni se atreve a presentarse en otro debate electoral ni aunque lo necesite para asegurar la mayoría absoluta. Tras verle en el primero y único, no parece que se le den muy bien.

Su líder nacional, Alberto Núñez Feijóo, soltó la bomba precisamente cuando el partido estaba intentando galleguizar la campaña sin centrarla tanto en Sánchez, Puigdemont y la amnistía. Las expectativas ya no son las de una semana atrás. Las encuestas del CIS y de El País plantean claramente la posibilidad de que el PP no tenga mayoría.

Las elecciones que estaban casi ganadas pasaron a estar en el alero y quién sabe ahora si el gol en propia meta de Feijóo les llevará a perder la mayoría absoluta y a quedarse sin la Xunta. De alguien como Rueda, no se puede esperar una proeza en el último minuto.

Inicialmente, el PP pensó que todo se solucionaría soltando a la jauría. El procedimiento estándar de convocar a los diputados para que carguen en redes sociales como un solo hombre (o mujer). Rafael Hernando estaba en su elemento y redujo la polémica a las maldades de una “Brunete mediática”. Qué curioso que alguien del PP recupere la expresión que Iñaki Anasagasti ideó para la prensa de derechas.

En realidad, esa información procedente de fuentes del PP (y en este caso decir ‘del máximo nivel’ no era un truco periodístico) había aparecido también en medios conservadores, los mismos que el lunes no podían entender la torpeza de Feijóo. O su falta de principios. O sus reuniones con Junts. Es decir, todo lo que habían reprochado antes a Sánchez.

Algunos hablaban directamente de “autosabotaje”, una disciplina de la que Feijóo ya ha dado algunos ejemplos. Otros ponían al líder del PP a la misma altura moral que el presidente del Gobierno, lo que en ciertos ambientes debe de ser el insulto definitivo. “El presidente del PP está mostrándose abierto a indultar a Puigdemont bajo unas condiciones concretas. Y esa postura no es muy diferente a la de Sánchez”. Sólo se diferencian en las condiciones. En otras palabras, el precio. 

Si todo tenía mala pinta para el PP, de repente apareció el fantasma de las navidades pasadas. Del julio pasado, mejor dicho. Narciso Michavila anunció que espera que el PP conserve la mayoría absoluta con 39 escaños, uno más de los necesarios. No es que eso sea imposible. Pero después de lo ocurrido en las elecciones de julio, donde Michavila dijo que Sánchez iba a ser aniquilado, si el responsable de GAD3 te promete la victoria, la experiencia dicta que sería prematuro que en el PP pusieran a enfriar las botellas de champán. Incluso comprarlas, que para eso siempre hay tiempo. Es mejor que llamen antes a Junts para comprobar si en el partido de Puigdemont están también de celebración.

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