“Al final, dos personas que representaban ideas tan contrapuestas se acababan encontrando”. Con esta reflexión comenzó el gallego Manuel Fernández-Valdés a discurrir el documental Fraga y Fidel, sin embargo. Presentado en Pontevedra este fin de semana, recoge la intensa visita de dos días que en 1992 realizó el entonces líder cubano a Galicia para visitar la casa en la que había nacido su padre en Láncara (Lugo), un viaje que tuvo “poco de oficial y diplomático” y que acabó por convertirse “en una fiesta, pero una fiesta televisada”.
La cinta reflexiona sobre el acercamiento personal de dos políticos con ideas antagónicas, sobre la desaparición de las diferencias entre dos hombres que acabaron reconociéndose en la misma figura del hijo de gallego emigrante y en su peculiar personalidad. “A partir de esa idea, muy acotada en dos días de viaje, me parecía que se podía reflexionar sobre la relación que mantiene la sociedad con el poder y sobre la realidad de dos ideologías enfrentadas, y fracasadas, representadas en estos dos personajes”, asegura el pontevedrés Fernández-Valdés, que cogió la idea del documental a partir de un artículo sobre aquel encuentro del periodista gallego Manuel Jabois.
El film recoge declaraciones de varios de los protagonistas que vivieron de cerca aquel viaje de Fidel Castro, desde dirigentes de la Xunta, hasta vecinos y familiares del líder cubano, pasando por trabajadores del hotel donde se hospedó o camareros que lo atendieron. “La política se quedó en nada”, recuerda Fernández-Valdés, que destaca la “tristeza” que supuso aquella fiesta retransmitida por la televisión, pero también “lo positivo” de un encuentro en el que “dos líderes políticos se están enmendando a sí mismos”. “Se acaban encontrando para que todos acabemos por pensar que a lo mejor las ideas políticas no separan tanto al ser humano”, añade.
Porque es bien cierto que aquello tuvo poco (o ningún) resultado, más allá de las múltiples anécdotas, algunas surrealistas, que rodearon una agenda llena de homenajes y celebraciones preparada por Manuel Fraga, hijo de emigrantes. El expresidente de la Xunta lo planteó así, como una fiesta continua.
“Fue un momento en el que el humor estuvo muy presente, al igual que un montón de anécdotas y detalles curiosos”, reflexiona el director, que advierte de que “tampoco hacía falta forzar mucho la situación”. “Hubo una mezcla de Caribe, pulpo, gaitas, queimada, dominó, salsa... Eso fue de sobra”, destaca.
Entre aquel surrealista ambiente, aparecen también múltiples personajes, como aquella prima de Fidel dolida porque el líder cubano visitó a una parte de la familia, pero no la suya, o la de aquella mujer que aún guarda la taza donde le sirvió café al antiguo revolucionario. “Se convirtió en un visitante célebre con el que cada uno de los vecinos quería tener sus cinco minutos”, asegura. De diplomacia, nada.
“El documental invita también a la reflexión de hasta que punto los líderes políticos tienen derecho a viajar de esa manera o decidir que durante 48 horas dejan de ser representantes institucionales para disfrutar de fiestas y bailes ante todo el mundo”, añade Fernández-Valdés, que junto a su equipo pasó un año desgranando todo el material periodístico y de imágenes sobre aquel ya mítico encuentro.