La guerra civil duró apenas un par de días en Galicia. A partir del 20 o el 21 de julio de 1936 la legitimidad republicana fue borrada por completo y sustituida por un régimen dictatorial que duró 40 años y que desde el comienzo ejerció su poder e impuso sus ideas mediante la represión directa y la violencia, pero también a través de una serie de mecanismos sociales de control social y de movilización de la población a su favor. Iglesia, ayuntamientos, sindicatos y medios de comunicación jugaron un papel clave en este proceso. Julio Prada, profesor de la Universidade de Vigo, coordina el volumen No sólo represión. La construcción del franquismo en Galicia (Biblioteca Nueva), que analiza estos mecanismos.
De igual manera el historiador Emilio Grandío escribió que, a lo largo de la guerra civil, Galicia fue “retaguardia y despensa del Ejército Nacional, con todo lo que eso implicaba: suministradora de hombres y víveres para el frente, control exhaustivo sobre la población no movilizada, y sobre todo, imagen y espejo de la Nueva España en los territorios republicanos”. Para ello, la violencia cumplió su papel para acallar las voces opositoras y las resistencias, al igual que el miedo y todo tipo de castigos personales o sociales. Pero también fueron importantes otras estrategias con las que el franquismo buscó asentar su hegemonía. Hablamos con Julio Prada.
El libro busca ir más allá del estudio de la represión directa y se centra en las otras vías por las que el franquismo buscó el control de la sociedad. ¿Cuando un régimen quiere controlar una sociedad necesita algo más que violencia, necesita procesos de socialización?
Sí, esa es la perspectiva en la que nos quisimos centrar. No se pretende minusvalorar la importancia que tuvo la represión, sobre todo en los meses iniciales, en los que fue absolutamente brutal, sino profundizar en los demás procesos de control social puestos en marcha por la dictadura. Ya lo había dicho Talleyrand, que con las bayonetas se podía hacer cualquier cosa excepto sentarse encima de ellas. Lo que quisimos fue incluir y reunir ciertos elementos que ya estaban estudiados y acompañarlos de una serie de nuevas vías de investigación para ver cuáles fueron estos mecanismos de imposición, de control y de búsqueda de apoyos sociales del régimen.
¿Qué particularidades tuvo lo sucedido en Galicia con respecto a otros territorios del Estado?
En este caso, más que las particularidades que podía tener Galicia, derivadas de su estructura poblacional, articulada alrededor de la parroquia, y de un mayor peso del mundo rural, creo que la distinción más importante se da en el punto de partida. Mientras que en otras zonas, como Navarra, Salamanca o Valladolid, hubo un apoyo social mucho más amplio al golpe de Estado, en Galicia había unas importantes masas de afines a la República, como había quedado claro en las elecciones de febrero de 1936, que dieron como resultado dos Galicias: una en la que ganaron los partidos de izquierda y otra que apoyó a las fuerzas tradicionales. Eso es lo que hizo que los franquistas utilizaran a Galicia como un laboratorio de determinados ensayos de control social que después aplicaron en otros territorios a medida que el ejército nacional los iba conquistando. En algunos casos en Galicia fueron dando unos palos de ciego, para probar la eficacia de unas y otras medidas.
El papel de la Iglesia en estos procesos fue fundamental, ¿verdad?
El estudio de la Iglesia, las luchas que se producen en su seno, y las actitudes que adopta ante determinadas cuestiones, es muy interesante para conocer las distintas posiciones que había entre los partidarios del régimen franquista. La posición de la Iglesia gallega no es uniforme, hay algunos sectores más próximos al tradicionalismo, y otros más cercanos a la Falange, y este sector fue derrotado, resultando que aquí la Iglesia funciona como un freno a la ideología fascista del régimen. Por lo demás, la Iglesia cumple un papel fundamental en el asentamiento local de la dictadura, contribuyendo a su legitimación ideológica. Los párrocos tienen una función clave como informadores de todo el aparato represivo, tanto en una primera etapa -de jurisdicción de guerra- con ejecuciones y condenas de cárcel, como en una segunda -en la primera mitad de los años cuarenta- de depuración administrativa y exigencia de responsabilidades civiles y políticas.
¿Qué otros ámbitos fueron importantes para este proceso de control social y de movilización en favor de la dictadura?
Es difícil establecer una jerarquía. Es importante señalar que hablamos de un conjunto, del que no se puede aislar un ámbito de los otros. En los inicios es absolutamente fundamental el papel de los ayuntamientos, y es en ellos donde mejor se ve ese proceso de laboratorio, de ensayo-error, del que hablaba antes. En los primeros días tras el golpe de Estado, las nuevas autoridades hasta colocan en los ayuntamientos representantes republicanos, de derechas eso sí, pero que incluso habían tenido en algunos casos responsabilidades en la época republicana. Una semana más tarde son sustituidos por delegados militares. Y a partir de 1937 vemos como entra en los Ayuntamientos gente de la falange y de las milicias. Los sindicatos tienen un papel más importante más adelante, ya en los años 40 y sobre todo en las décadas siguientes, cumplen un papel movilizador en favor del régimen, principalmente aprovechando ciertas medidas como el fomento de las viviendas sindicales, conocidas popularmente como casas baratas.
El profesor Emilio Grandío destaca que el golpe de Estado de 1936 convirtió a todos los ciudadanos en potenciales espías. ¿Además de la represión directa, el miedo y la posibilidad de ser denunciado jugaron un papel fundamental?
Es absolutamente fundamental y transversal a todos los elementos. En este proceso de información, de espionaje, de delaciones, juegan un papel clave los párrocos, pero también los sindicatos del régimen, la sección femenina... El franquismo crea una sociedad vigilada que, ojo, ya existía previamente a la guerra. Todo el mundo sabía donde se situaban los otros, y ese tipo de dinámicas una vez que se implanta la dictadura se multiplican, y sobre todo tienen el perverso efecto de convertir a los vecinos y vecinas en vigilantes unos de los otros.
¿En que líneas de investigación estás trabajando ahora?
Estoy trabajando en dos proyectos, uno centrado en la represión y control social de las mujeres en el que queremos ir más allá de las cifras, que ya publicamos en Franquismo e represión en Galicia. También estamos a punto de terminar una investigación sobre las responsabilidades civiles y políticas, relacionada con las incautaciones, requisas, multas..., durante la guerra y hasta el año 1945. En Galicia esta represión económica no se ha tratado demasiado y por lo tanto creo que es interesante lo que vamos a publicar.