Si existiera un vuelo directo desde las Rías Baixas hasta Bruselas, el penúltimo fin de semana de marzo, se hubiese llenado hasta los topes. ¿La razón? La expectación que causó el festival Emigrason. Una suerte de llamamiento musical a la diáspora gallega que consiguió congregar, en Bruselas, a casi 300 personas —casi todas de raíces gallegas— llegadas de un buen número de estados europeos como Alemania, Francia o Italia. También de Galicia, claro. Un nutrido grupo de gente joven que acudió a la propuesta de cinco amigos emigrados en la capital europea con una pulsión desbordante de matar saudades. Propusieron conciertos, cuentacuentos y una foliada para tratar de saciar lo que entendían como una demanda del éxodo gallego. El resultado fue inesperado hasta para ellos: consiguieron colgar el cartel de sold out apenas unas horas después de haber abierto la venta online. Se habían garantizado un éxito.
“La diáspora gallega existe y está culturalmente olvidada. Con esto que ha pasado aquí, lo hemos demostrado”, explica Karan Novo, una de las cabezas pensantes que está detrás de la primera edición del Emigrason. Junto a Cris Amosa, María Dios, Mateo González y Gara López han bregado con buena parte de las administraciones para conseguir el presupuesto que ha financiado el evento y, aunque parezca mentira, solo lo consiguieron en el Parlamento Europeo: “Nos hubiese encantado conseguir un patrocinio público o privado en Galicia, pero no ha sido posible”. Con todo y casi como un acto de solidaridad generacional, consiguieron llevar a la capital europea siete propuestas artísticas gallegas mayoritariamente emergentes. El cartel y el público hicieron simbiosis. Salvo un par de excepciones, era de millennials para millennials: las bandas Filloas, Berto, Fillas de Cassandra, The Rapants, Familia Caamagno; los grupos de música tradicional Alumea y Xirandola; y los cuentacuentos de música y magia de Benxa Otero y Celso Fernández.
La burbuja sociocultural que se creó durante el penúltimo fin de semana en la capital de Bélgica produjo imágenes inusuales. Para Berto, que además de rejuvenecer el pop gallego empezó su carrera musical durante la pandemia, este fue casi su primer concierto más allá de A Gudiña: “Además de la ilusión y de lo nutritivo que ha sido para nosotros, estoy alucinado porque parece que hay más diglosia en Galicia que en Bruselas”. Su relato parece una exageración, pero en él coinciden todos los participantes. Apenas tuvieron que usar el inglés o el francés en el viaje y se pudieron comunicar durante todo el viaje en la lengua propia de Galicia —hasta el hotel donde se hospedaron lo regenta una joven gallega—.
El Emigrason lo inauguró el viernes 24 de marzo el oboísta y mago Benxamín Otero junto al cuentacuentos Celso Fernández. Los acogió el Instituto Cervantes, que vio transformada su biblioteca con un espectáculo de oralidad y música llamado No tempo dun café. Una propuesta radicalmente diferente al resto del cartel en la que Celso contó historias recogidas en el rural gallego. “Pequeñas memorias importantes que cada quien trae consigo y que salen a la luz en el momento del café”, explican. Cuando Celso terminaba cada elocuente relato, Benxamín se ponía a viajar con su oboe y todavía le sobraba tiempo para hacer algún truco de magia con el que acabar de ganarse el público que se quedó maravillado.
Durante la noche de ese mismo viernes, los integrantes de la asociación de gallegos en Bruselas, Couto Mixto, no daban crédito de lo que habían conseguido apoyando a los cinco jóvenes organizadores: un concurrido pub de la ciudad con el aforo completo para ver una foliada con gaitas, tamboril, bombo, bailadores y hasta alguna botella de licor café. Comenzaron la fiesta la agrupación de música tradicional Xirandola, pero pronto se les unieron Alumea, un grupo análogo pero radicado en Bélgica. “La intención fue enseñar un poco de nuestra cultura tradicional en el barrio europeo y por eso hicimos que esta actuación fuese de libre acceso”, argumentan desde la organización.
Sin embargo, el plato fuerte del festival fue durante la tarde y la noche del sábado. Cinco bandas y las cinco usando su lengua natal en sus composiciones. Filloas, Berto, Fillas de Cassandra, The Rapants y Familia Caamagno: “Está claro que desde las instituciones gallegas no interesa que haya representación de bandas gallegas en el grueso de los festivales. Lo vemos con Emigrason, que no ha tenido ni la más mínima cobertura de los medios públicos de Galicia. Dice mucho de los medios en nuestro país, que están secuestrados”, denuncia Manuel Caamagno, cantante de la banda más veterana del cartel.
La primera edición de Emigrason fue posible, principalmente, gracias al trabajo desinteresado de cinco jóvenes gallegos emigrados que vieron sobrepasadas cualquiera de sus previsiones. Pero no solo eso. A falta de grandes patrocinadores gallegos público o privados, Emigrason consiguió la colaboración fundamental de dos europarlamentarios gallegos: Nicolás González, del PSdG y Ana Miranda, del BNG. “Esto se ha convertido en una demostración de que hay gallegos y gallegas en la diáspora que quieren formar parte de la vida cultural, social y política del país y que también son parte de Galiza”, sostiene Miranda. “Es evidente que la Xunta no está haciendo su trabajo a nivel cultural en Bélgica, Galicia no puede permitirse perder todo este talento que vive más allá de nuestras fronteras”, añade González. “No nos podemos olvidar de que las industrias culturales también son industria y hay que cuidarlas”, remata la eurodiputada gallega.