Galicia, estremecida por el naufragio del 'Villa de Pitanxo' frente a Terranova
El escritor Manuel Rivas lo resume en una frase: “Este drama es una vuelta al verdadero acantilado de la condición humana”. 24 tripulantes navegaban a bordo del 'Villa de Pitanxo' cuando algo, pasadas las cinco de la madrugada de este martes, salió mal. A más de 200 millas de las costas de Terranova el barco, con puerto en la localidad de Marín (Pontevedra), se fue a pique. Solo tres tripulantes han sido rescatados con vida. Otro buque que faenaba en una zona próxima les encontró a la deriva en una balsa en la que navegaban junto a los cadáveres de otros cuatro compañeros de travesía.
Sobre el resto de la tripulación, la dialéctica marítima aplica el apelativo de “desaparecidos”. Trabajaban en un barco de arrastre que buscaba bacalao, fletán y cazón. Ese mar, que los expertos definen como “montañoso”, ofrecía en el momento del naufragio una cifra para la estadística: 0,9 grados de temperatura en superficie y olas de diez metros.
“En un naufragio el barco es una ratonera”, asegura al teléfono José Manuel Muñiz, presidente de la Asociación Española de Titulados Náutico-Pesqueros (AETINAPE). Con más de cuatro décadas de experiencia en el mar de altura asegura: “Hay gente a la que les da tiempo a salir pero al resto le resulta imposible”. Muñiz recuerda todos los naufragios y conoce a casi todas las viudas de los mares en los que ha tenido que navegar. Olas sobre las que pasó, por ejemplo, el 23F. Y de todos esos mares, Terranova es el peor: “Es terrorífico”.
La idea de un naufragio en aguas de Terranova se parece más a un problema en una estación espacial que a un incidente en cualquier otro escenario del sector primario que llena nuestra despensa. La alcaldesa de Marín, María Ramallo, confirma en conversación con elDiario.es el peor de los pronósticos: “Todo hace presagiar un desenlace desgarrador”.
Los datos del Ministerio de Trabajo señalan que en 2021 perdieron la vida nueve marineros en ejercicio laboral. Las peores previsiones sobre el 'Villa de Pitanxo' hablan de un total de 21 fallecidos en un único siniestro. La alcaldesa del municipio pontevedrés lleva horas al teléfono cuando atiende a este periódico. “Es muy difícil. Todas las noticias son confusas”, asegura. Por su despacho y frente a la sede de la empresa que arma el buque se agolpan los familiares de los marineros con una única pregunta: “¿Está el mío entre los tres que se han salvado?”. Solo se sabe que dos de ellos son de Cangas (Pontevedra). Pero no hay nombres.
La gente del mar tiene claro que es mejor figurar como “muerto” que como “desaparecido”. De ese estatus dependen las pensiones, el reconocimiento de la viudedad y otras cuestiones administrativas que, en medio de la tragedia, pueden cambiar la economía de una familia. Desde mediados de los 80 esos trámites se han agilizado por cambios legales impulsados por otro desastre en el mar: la desaparición de toda la tripulación del Montrove. Hasta esa reforma las familias podían pasar años sin que se reconociese la muerte de sus familiares.
No hace mucho que el escritor y poeta Antonio Lucas se subió a un barco de Gran Sol para escribir su libro Buena Mar, publicado por la editorial Alfaguara. Lucas recuerda, en conversación con este periódico, lo que le contaban sus compañeros de abordo. “Andar por la mar es andar por un catafalco que te está esperando. Nunca hablamos de la muerte porque ella se encarga de recordarnos que está ahí a cada hora”.
A la espera de confirmación, la pequeña localidad de Marín esperan. No es la primera vez que en el puerto se ajustan el tipo ante la previsión de malas noticias. Todos saben que casi todos los que iban en el 'Villa de Pitanxo' están muertos, a excepción de los tres que se han salvado en un rol de 24 tripulantes.
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