Galicia ha liderado el descontento. Una vez más y ya van varias en los últimos meses. Como ya había ocurrido en las protestas de la huelga general del 29 de marzo contra la reforma laboral o en las del mes de julio contra los recortes del Gobierno de Rajoy, la ciudadanía gallega salió masivamente a la calle para demostrar su oposición a las políticas llevadas a cabo por el Ejecutivo y marcadas por la troika.
Menos de un mes después de las elecciones autonómicas en las que el PP revalidó la mayoría absoluta -con el 27% de los votos del censo-, las calles volvieron a mostrar que en ellas la división de la izquierda, la abstención y los votos en blanco no encuentran diferencias. El malestar de la mayoría social es evidente y se hace más claro aún cuando se hace un repaso por las reflexiones de la prensa gallega, que no duda en calificar de “históricas” las marchas de este martes, que sitúan como las mayores de las últimas décadas en la mayor parte de las villas y ciudades. Y llegan poco después de unos comicios cuyo resultado hacía temer incluso a los sindicatos una merma en el apoyo.
Pero los datos tampoco dejan lugar a dudas. Galicia volvió a ser vanguardia en la movilización social en el conjunto del Estado. Alrededor de medio millón de personas participó en las manifestaciones convocadas en las principales localidades gallegas según los sindicatos, una cifra que no queda demasiado alejada de la que dan las autoridades de cada una de las ciudades. En Vigo, en la principal marcha de Galicia, se concentraron 180.000 personas según CCOO, UGT y CIG, mientras que la policía local rebaja la cantidad a unas 125.000. En A Coruña, donde la plaza de María Pita se llenó varias veces, los convocantes hablan de unos 125.000 ciudadanos en las calles, frente a los 65.000 que dicen las autoridades locales, a pesar de que numerosas imágenes y videos muestran, como destacan las centrales, que la del martes fue la mayor manifestación sindical de la historia en la ciudad.
Sea como fuere, en Vigo fue casi la mitad de la población la que habría salido a la calle para protestar contra las políticas contra los gobiernos de la derecha, mientras que en A Coruña, y habida cuenta de los cálculos más pesimistas, al menos uno de cada cuatro coruñeses estuvo en la principal manifestación convocada.
En el resto de ciudades, los datos también fueron históricos en comparación con las protestas de la última década. En Santiago se habla de unos 30.000 ciudadanos, una cifra semejante a la de Pontevedra u Ourense, donde la policía local rebaja las cifras a algo más de 20.000 personas, lo que ya sería un hito histórico en la urbe, igualmente. En Ferrol, por su parte, mientras los sindicatos elevan el seguimiento a los 85.000 ciudadanos, las cifras oficiales hablan de 45.000, o lo que es lo mismo, bastante más de la mitad de su población total. Vilagarcía, Ribeira o Burela vivieron también protestas históricas que ya no se recordaban en aquellas villas.
La unidad de acción sindical volvió, por lo tanto, a dar sus frutos en el país. El número de asistentes a las manifestaciones en Galicia se vuelve a situar entre los más altos en comparación con los del conjunto del Estado, que también fue espectacular. En Valencia, por poner sólo un ejemplo, los convocantes hablan de 350.000 asistentes en una ciudad con un área metropolitano de casi 2 millones, mientras que las autoridades disminuyen la cantidad a tan sólo 30.000 personas. Las cifras más optimistas sobre las masivas marchas convocadas en Madrid y Barcelona hablan de un millón de personas en cada una de ellas, un número rebajado hasta increíbles mínimos por el Gobierno. En términos relativos, el seguimiento sigue siendo menor al de una Galicia que volvió a liderar el descontento y a romper con mitos que suelen sostenerse con los resultados electorales.