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Greenpeace avisa: Galicia aún genera el 75% de la energía usando combustibles fósiles llegados de países del Sur global

La central de carbón de As Pontes -cerrada en octubre- fue durante años la instalación más contaminante de España

Luís Pardo

12 de diciembre de 2023 10:00 h

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El “colapso” de la generación eléctrica con carbón y el “desarrollo” de las renovables “sitúan a Galicia en un buen punto de partida para emprender una transición energética exitosa”, lo que incluiría como objetivos un sistema eléctrico 100% renovable en 2030 y, diez años después, un sistema energético con las mismas características. Sin embargo, la “fuerte dependencia” de la energía fósil importada sitúa “bastante lejos” el objetivo de la descarbonización.

Son algunas de las conclusiones recogidas en 'Galicia, más allá de los combustibles fósiles', el informe sobre el estado de la transición energética en la comunidad que Greenpeace y el Observatorio Galego de Acción Climática (OGACLI) han publicado coincidiendo con la clausura de la COP28, la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que se celebra en Dubái.

Los autores consideran que esa “dependencia” del petróleo, el carbón y el gas procedentes del extranjero “es aún una característica destacada de la economía gallega”. Se debe, sobre todo, al “todavía elevado consumo interno de combustibles fósiles y a la presencia de un potente sector energético fósil, liderado por la refinería de A Coruña y orientado en buena medida a la exportación”. Tres cuartas partes de los recursos energéticos que se transforman en Galicia para obtener electricidad, combustibles y calor vienen de terceros países, “muchos de ellos situados en el Sur Global”.

El resto, un 25,8% de la energía primaria, es la que sí proviene de fuentes renovables. “Por tanto, aún estamos muy lejos de que permita cubrir las necesidades actuales del país” y Galicia “no cuenta con ningún excedente” en este campo. El informe destaca que, desde el año 2000, descendieron “el uso de petróleo y, sobre todo, del carbón”. Sin embargo, “se disparó” el empleo de gas fósil: creció “incluso más que el del total de recursos renovables”.

Galicia es un territorio importador de energía primaria pero exportador de energía final, sobre todo de origen fósil. En 2021 más del 71% de la energía exportada correspondió a productos petrolíferos y gas y casi el 22%% a una electricidad generada también, en buena parte, a partir de gas y carbón: en 2022, un 26,4% de la electricidad gallega salía de los ciclos combinados a gas fósil y la central de carbón de As Pontes, la mayor fuente de gases de efecto invernadero de Galicia.

“Escasa ambición” de la Xunta para reducir el consumo

En este contexto de “emergencia climática” y “crisis energética”, para los ecologistas es “deseable” una “tendencia clara a un descenso importante del consumo de energía final”. Sin embargo, eso “no se observa” durante los últimos años en Galicia. Si exceptuamos los años marcados por la pandemia del coronavirus, la demanda energética de Galicia “permanece bastante estable desde 2013”. Los autores del estudio echan en falta medidas políticas que impulsen esa reducción, pero “la ambición de la Xunta de Galicia es escasa”.

De esa energía final consumida en la comunidad, la electricidad es apenas una cuarta parte. “El mayor consumo energético corresponde a los usos directos de combustibles fósiles, que suponen un 60% del consumo de energía final”. Por sectores, la industria encabeza la demanda de energía, “acaparando más del 40% del total”. El peso del transporte, aunque tendió a “decrecer” en los últimos años, aún supone un 30%, mientras sube la demanda en los hogares, que ya se aproxima a los 20 puntos.

Y aunque el consumo total de energía no cae, el informe sí observa en los últimos años “una tendencia al descenso en la demanda eléctrica, lo que indica que el camino de la descarbonización es preocupante”, ya que la electrificación de la economía es “fundamental” para este proceso. “Es criticable que la Xunta no haya formulado aún ningún objetivo de electrificación en su planificación energética”. Los autores consideran “esencial” electrificar más el consumo energético al tiempo que se incrementa su “racionalización”, se eliminan los fósiles y se apuesta por las renovables.

Renovables: doblan la media estatal, pero no basta

Greenpeace y OGACLI comparten que Galicia “parte de una buena posición en el necesario desarrollo de las energías renovables” pero aún está “muy lejos” de que le permitan autoabastecer su demanda interna. La cuota de renovables en el consumo energético gallego alcanzó el 43,5% en 2021. Esta cifra prácticamente duplica las medias europea y española, “que llevan aún mucho más retraso en la transición”, pero no les permite ser optimistas: “aún está a más de medio camino en el objetivo de la descarbonización”.

Esos datos aún mejoran si nos ceñimos a la electricidad, donde las cifras de consumo alcanzan el 100%, pero contrastan con la “baja aportación” de las renovables en otros sectores como la calefacción y la refrigeración (30%) y sobre todo el transporte (6,5%). El estudio no permite echar las campanas al vuelo. “Que la cuota de renovables en el consumo eléctrico orbite alrededor del 100% en el cómputo anual no significa que Galicia pueda abastecerse sólo con electricidad renovable autóctona todos los días del año y a todas horas”. Durante la última década, como mínimo entre los meses de mayo a octubre, la generación renovable -“fundamentalmente, eólica e hidráulica”- fue inferior a la demanda.

El estudio señala que el “gran desarrollo” de las renovables en Galicia data de antes de 2010. A partir de ese año, “se produjo una fuerte desaceleración en el crecimiento con el llamado parón renovable”. Aunque el informe no lo menciona, ese parón coinciden en el tiempo con la llegada a la Xunta de Alberto Núñez Feijóo y su decisión de paralizar -ilegalmente- el Concurso Eólico del bipartito, una decisión de la que el sector tardó años en recuperarse y cuyas consecuencias todavía se notan. Las cifras citadas por los autores así lo demuestran: “Entre 2018 y 2022 la potencia renovable creció tan sólo en 598 MW, lo que supuso un crecimiento de apenas un 8%”.

Sin carbón, el transporte ya emite más gases que la industria

La parte más positiva del informe habla de la caída de las emisiones de gases con efecto invernadero (GEI), con dos responsables claros: “El aumento de la generación eléctrica a partir del viento y la merma de la obtenida con carbón fueron, con diferencia, las medidas con mayor impacto en la lucha contra la crisis climática desde Galicia durante las últimas tres décadas”.

En 2021, las emisiones de GEI en Galicia ascendían a 19,1 millones de toneladas, es decir, una tercera parte (34%) menos que en 1990. Los autores lo atribuyen “fundamentalmente” a estas dos causas. Pero, aún así, no ceden al triunfalismo. Si el objetivo es doblar esa reducción en 2030 -un 65% frente a los datos del año 90- y alcanzar la descarbonización de la economía en 2040, -tal y como dijo en octubre el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda-, para eso “aún queda mucho camino”.

Estos cambios han provocado que desde 2019 el sector energético ya no lidere el número de emisiones de GEI a la atmósfera. En 2021 se quedó en el quinto puesto, con casi 2.800.000 toneladas de CO2, lejos de los cerca de 5 millones del transporte. Tras él, la industria, la agricultura y el uso comercial y residencial. A pesar de estos treinta años de caída, el sector energético “aún es responsable directo de un 15% de las emisiones territoriales de Galicia”, por eso los autores lo consideran “un sector clave en la mitigación de la crisis climática”.

Las cuatro industrias con mayores emisiones de gases de efecto invernadero en Galicia durante 2022 seguían siendo energéticas. Todas están en la provincia de A Coruña. Son dos centrales de ciclo combinado, que utilizan gas fósil: las de Endesa en As Pontes y la de Naturgy en Sabón (Arteixo). A ellas se suma la refinería de petróleo de Repsol en A Coruña y una cuarta que cerró sus puertas hace poco más de un mes, en octubre de 2023: la central de carbón de As Pontes, la mayor del Estado y también la industria más contaminante hasta que empezó a reducir sus emisiones hace un lustro.

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