Después de seis días siendo remolcado frente a la costa gallega tras lanzar un SOS en medio del temporal, el Prestige se partió en dos y se hundió el 19 de de noviembre de 2002. De su interior, cargado con 77.000 toneladas de fuel, salió buena parte del chapapote que llevaba y la marea negra asoló sin remedio la costa gallega y llegó también a Portugal y Francia. Antes, la mancha negra que iba dejando tras de sí el petrolero había alcanzado ya la Costa da Morte, considerada zona cero de la catástrofe. Este sábado, justo 20 años después de que el petrolero se fuese a pique, la organización ecologista Greenpeace ha rendido homenaje en Muxía a las personas voluntarias que entonces acudieron a retirar chapapote de playas y rocas.
Greenpeace recuerda que la catástrofe alcanzó a casi 3.000 kilómetros de costa en Europa y que los miles de voluntarios llegados de todo el mundo fueron la respuesta ciudadana ante unas administraciones empeñadas en manipular lo evidente. Muxía, señala la organización, es uno de los lugares más simbólicos. Sus representantes han desplegado las pancartas junto al santuario de A Virxe da Barca y han destacado la importancia de “conservar la memoria sobre lo ocurrido”.
Una voluntaria de Greenpeace, Begoña Vila, recalca que la catástrofe fue “dramática”, pero que habría sido “más devastadora sin la heroica reacción de la sociedad civil”, mientras las autoridades “fallaron estrepitosamente”. “Es justo que no lo olvidemos”, señala.
La ONG manifiesta que las condiciones para que un Prestige se pueda repetir “siguen presentes”. Frente a Muxía pasan cada año más de 36.000 barcos y más de una tercera parte de ellos llevan mercancías peligrosas. “La industria de los combustibles fósiles continúa pasando frente a nuestras costas y actuando con total impunidad y opacidad”, denuncia Nerea Davila, otra voluntaria de Greenpeace, que considera necesario que la sociedad se desprenda “cuanto antes” de lo que califica de “adicción a los combustibles fósiles”.