Toño Piñeiro es un hombre oriundo de Sober, un municipio del rural de Lugo, que vive en Valencia, pero que quiere jubilarse en su tierra natal. Por este motivo compró una casa en una aldea abandonada y, al rehabilitarla, hizo un inesperado hallazgo: en diferentes estancias del inmueble había viejos botes llenos de pesetas. En total, según publica el diario El Progreso ha encontrado nueve millones, que son unos 54.000 euros, pero solo ha podido cambiar una parte porque desde el año pasado el Banco de España ya no acepta la antigua moneda.
El nuevo propietario de la casa explica que la compró hace siete años, cuando llevaba casi cuatro décadas deshabitada. Él trabaja desde hace tiempo en el sector de la construcción en Valencia, pero su plan es volver a Sober cuando se retire. Natural de la parroquia de Millán, encontró la vivienda, en el cercano núcleo A Pousada, en el que ya no vive nadie más, buscando por Facebook. La propiedad era de un hombre al que llamaban Manuel do Xentes, que trabajaba en la fábrica de cerámica y ladrillos de la parroquia de Canabal y era también tratante de ganado. Vecinos de la zona indicaron al periódico lucense que estaba casado, pero murió sin herederos directos. Cuentan la historia de que una vez le tuvieron que abrir una sulfatadora para arreglársela y se encontraron con que estaba llena de billetes y se los devolvieron.
Piñeiro relata su sorpresa ante los hallazgos, que fue haciendo en sus traslados para ir renovando la casa. Los botes, de Nesquik, fueron apareciendo de dos en dos. Los primeros cuatro tuvo tiempo de cambiarlos por euros. Pero el último descubrimiento lo hizo este mismo verano. Son unos cuatro millones de pesetas en billetes de 5.000 del año 1979. No descarta que haya otros sin descubrir: “Cada vez que vengo acabo encontrando dinero. Igual en Navidad, cuando volvamos de Valencia para seguir con la obra, aparecen más”.
Los dos últimos botes se los encontró cuando echaba escombro en la bodega. Había allí una artesa que quiso separar para evitar que se dañase y en su interior reconoció los envases de cacao. “Supongo que los guardaban en estos recipientes para evitar la humedad. Es cierto que los últimos estaban algo estropeados, pero los otros no, estaban planchados, era increíble”, cuenta. Los primeros hallazgos, añade, le sirvieron de ayuda para la renovación del tejado de la casa.
Ahora Toño Piñeiro se resigna ante la imposibilidad de cambiar los últimos billetes encontrados a euros. Se puso en contacto con el Banco de España, pero la respuesta fue negativa. “No me voy a echar a llorar”, dice, aunque admite que le da “rabia” y que piensa en si tendrán interés en el mercado de coleccionistas. Explica que, aunque normalmente quienes se encuentran dinero en estas circunstancias no lo cuentan, él lo hace porque es consciente de que, si queda algún bote más lleno de pesetas en su casa, ya no tiene valor.