Ian Gibson sigue convencido de saber cuál es el lugar exacto donde está enterrado el cuerpo de Federico García Lorca. El lugar está cerca de la acequia de Aynadamar, a las afueras de Alfacar (Granada), justo en el parque que hoy lleva el nombre del poeta. Aunque hace cincuenta años que el reconocido hispanista y biógrafo publicó esta información en su libro La muerte de Federico García Lorca. La represión nacionalista de Granada en 1936, la grabación sobre la que Gibson basa su convicción no había visto la luz. Ahora, gracias al documental Donde acaba la memoria, de Pablo Romero-Fresco, el documento donde el sepulturero de Lorca detalla el paradero del cuerpo que él mismo enterró se ha hecho público. Coincidiendo con el estreno del documental en la XVIII edición del Festival de Cans, la productora del film ha cedido el audio a elDiario.es.
“Aquí no están [enterrados] más que esos. El maestro de escuelas de Pulianas [Dióscoro Galindo], los dos hijos, el Galadí, el Cabezas y Lorca”, relata a Gibson el enterrador Manuel Castilla en la grabación recogida en 1978. Acto seguido, se puede escuchar al biógrafo preguntarle si había vuelto alguna vez por aquel rodal, pero el enterrador le contesta que no. “¿Tú tienes la convicción total [del paradero del cuerpo]?”, pregunta Gibson. Manuel Castilla no tarda ni un segundo en responderle que sí con rotundidad. La labor de aquel hombre en agosto de 1936 fue acabar de enterrar los cuerpos que ya yacían en la fosa común que todavía hoy no se ha localizado.
El profundo estudio del también biógrafo de Luis Buñuel y Salvador Dalí hizo que en 2009 se iniciase una investigación para buscar los cuerpos de aquellos represaliados por el bando golpista. En aquellos trabajos no se pudo resolver nada, pero Gibson afirma que las exploraciones no fueron rigurosas y critica el nulo interés de la familia del poeta. “Nadie entiende por qué la familia de Lorca no quiere desenterrarlo. Dicen que es porque eso sería diferenciarlo del resto, pero esa respuesta no me convence. Exhumar a Lorca podría ser el símbolo de la gran reconciliación que necesita España”, explica a elDiario.es durante una pausa en el frenesí que rodea cada septiembre al Festival de Cans.
La nieta de Dióscoro Galindo, el maestro fusilado junto a Lorca, llevó sin éxito al Tribunal Constitucional su petición de búsqueda de los restos humanos de ambos. Ahora, será el Tribunal Europeo de Derechos Humanos el que decida si el Estado español tiene el deber de investigar y localizar los cuerpos.
Gibson confía profundamente en el testimonio del enterrador y, con el tiempo, ha ido variando ligeramente la ubicación posible del cuerpo basándose en el trabajo de Luis Avial, apoyado en técnicas de georradar y en un nuevos testimonios que rescató el periodista Víctor Fernández. No obstante, no hay consenso entre los historiadores. El investigador Gabriel Pozo, autor del libro Lorca, el último paseo, asegura que tres falangistas y un policía de la guardia del Comandante Valdés (militar que jugó un papel fundamental en el golpe de Estado en Granada) dejaron escritas unas coordenadas exactas y un croquis de la supuesta ubicación de la fosa de Federico García Lorca. Una tesis diametralmente distinta a la de Gibson y que afirma que el poeta fue desenterrado y enterrado de nuevo en otro lugar.
“Si España no afronta lo que pasó durante la dictadura, el país no va a poder avanzar con confianza hacia el futuro. Todavía no lo ha hecho y es patético. La derecha no acepta la criminalidad de la dictadura, es terriblemente ruin”, argumenta Gibson. “Este es un país increíble en potencia, pero todavía no ha realizado todo ese potencial. Depende, en gran medida, de la derecha española. Es necesario desenterrar a todos los muertos, como ellos hicieron con los suyos durante cuarenta años de dictadura. España no puede permitirse tener más de 100.000 cadáveres en fosas y cunetas. No puede ser que en el Valle de los Caídos haya una enorme cruz cristiana”, añade.
Ian Gibson cree firmemente que no hay nada en la obra de Federico García Lorca que pueda ofender a la derecha: “Lo inteligente por su parte sería leerlo y ver la raíz cristiana de la obra. Estoy convencido que dentro de poco se verá a Lorca en ese sentido. Parece que ya hemos superado el asunto de la homosexualidad”, explica. Ese tema, según el propio biógrafo, fue dramático dentro de la familia del poeta. Su hermano, profesor en la Universidad de Columbia, escribió un libro sobre su vida, Federico y su mundo, en el que no aparece ni una sola referencia a su homosexualidad. “Se decía que su vida privada no tenía nada que ver con su obra, cuando la realidad es que toda su obra gira en torno al amor que no puede ser. Todo en Lorca es la búsqueda del amor que no se encuentra y que, si se encuentra, se va”, reflexiona Gibson. “El problema es el asesinato. Es lo único que la derecha no está dispuesta a asumir. Nadie está buscando venganza, eso es una vil mentira. Solamente justicia y reparación”, añade.
El documental Donde acaba la memoria
La grabación que Ian Gibson guardaba en su archivo desde 1978 se ha dado conocer con el estreno del documental Donde acaba la memoria, de Pablo Romero-Fresco en la XVIII edición del Festival de Cans. En él, el director acompaña a Gibson en un viaje que pretende seguir los pasos de Luis Buñuel hacia Las Hurdes, donde el cineasta grabó su histórico documental Tierra sin pan; y hacia la Residencia de Estudiantes, el epicentro de la cultura de vanguardia de la España de principios del siglo XX. Con la colaboración de Mike Dibb, Carlos Saura y Román Gubern, Romero-Fresco construye el retrato de Ian Gibson como un detective literario que ha dedicado su vida a recuperar la memoria reciente de España a través de las biografías de tres de sus genios más reconocidos: Buñuel, Dalí y Lorca. El viaje finaliza en Granada, donde, tras una búsqueda de 50 años, Gibson cree estar más cerca que nunca de encontrar los restos de Lorca y constituirlos como símbolo de reconciliación de un país que se niega a hacer las paces con su pasado.
La historia detrás de la producción de este film es rocambolesca. Después del rodaje y habiendo tardado un año en convertir las 50 horas de metraje que tenían en un corte final de una hora, a Romero-Fresco le robaron el ordenador donde guardaba la copia de seguridad. Ese fue el primero de muchos colapsos de Donde acaba la memoria durante casi una década, que también incluyó el nacimiento de dos hijos del director y varios cambios de trabajo y de país. Tres años después del robo, Gibson viajó a Granada para presentar la última edición de su emblemático libro sobre el asesinato de Lorca, en un intento más por encontrar los restos del poeta. El equipo de rodaje le acompaño y allí fue donde el hispanista les permitió utilizar la grabación, nunca antes hecha publica, de su entrevista con el enterrador del poeta granadino.
El misterio de las cartas entre Lorca y Dalí
Además, durante el documental, Gibson hace notar su tristeza por no llegar a conocer esas partes más ocultas de Lorca, todo lo referido a su homosexualidad. El biógrafo cree que de la relación epistolar que mantenía con Salvador Dalí se podrían extraer muchas conclusiones: “Cuando Lorca escribía a Salvador ponía lo más brillante de sí sobre el papel, lo más ocurrente. No conozco una correspondencia que se le asemeje”, explica Gibson. Pero no todo era amor y admiración mutua. En una de esas cartas, que representan una pequeña parte de las que se habrían intercambiado, Salvador Dalí critica con dureza la publicación y el éxito del Romancero gitano: “Tu poesía se mueve dentro de la ilustración de los lugares comunes más estereotipados y más conformistas”. “Salvador y Federico se amaban, pero no podían entregarse el uno al otro porque ambos eran muy ambiciosos y, además, Dalí me dijo personalmente que no era homosexual”, termina Gibson.