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La larga espera de Feijóo para subirse al tren con destino a Madrid

El presidente de la Xunta y del PP de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, atiende a la prensa en San Cibrao das Viñas (Ourense) a su salida de una visita a la fábrica de Aceites Abril.

Daniel Salgado

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Fue en un céntrico hotel de Santiago de Compostela el 18 de junio de 2018. Alberto Núñez Feijóo, mediada su tercera legislatura como presidente de la Xunta de Galicia, había convocado a la plana mayor del PP gallego y a los medios de comunicación para anunciar si optaba o no a luchar por suceder a Rajoy al frente del partido. Durante las dos semanas previas, había alimentado las expectativas. Medido sus fuerzas internas. Y había escuchado las lisonjas de la opinión publicada en Galicia en ambos sentidos: para que se fuera y para que se quedara. Solo su círculo más próximo conocía su decisión. Feijóo se amilanó y eligió, solemne y al borde de las lágrimas, quedarse en la comunidad. Dos años después revalidaba mayoría absoluta. Pero, igual que antes y como ahora que su tren parece volver a pasar, no perdió pie en la política madrileña.

El presidente gallego insistió entonces en su “compromiso con Galicia” para argumentar su renuncia a competir por la presidencia del PP. Y, sin embargo, o ese compromiso fue sobrevenido a última hora o, en realidad, pesaron otros factores. El periodista Fran Balado ha desvelado en El viaje de Feijóo (Esfera de los Libros, 2021), una biografía amable con su figura, que este llegó a aquel 18 de junio con dos discursos redactados por su equipo, uno para explicar su marcha y otro para lo contrario. Fue este el que finalmente eligió, ante el alivio de una concurrencia conformada por altos cargos del partido en Galicia.

El libro de Balado expone que fue determinante su situación familiar –había sido padre en 2017– y el hecho de que Rajoy se decantase en privado por apoyar a Soraya Sáenz de Santamaría. Otros analistas mencionaron en su día la amenaza de los dosieres y un álbum de fotos poco favorecedor. La imagen más emblemática que contenía lo retrata, a mediados de los noventa cuando era secretario general de la Consellería de Sanidade del Gobierno gallego, a bordo de la lancha del contrabandista y narcotraficante Marcial Dorado. Aquella amistad de años permaneció oculta hasta que en 2013 El País publicó las instantáneas. Sus explicaciones, nunca del todo completas, lo llevaron a pronunciar una frase que todavía lo persigue. “Solo sé que había nieve”, se excusó, preguntado por sus viajes con Dorado a Suiza o Andorra.

Abonado a Madrid

En todo caso, el amago de 2018 no significó, ni mucho menos, su retirada de la refriega madrileña. Como había hecho prácticamente desde que, contra todo pronóstico, accedió a la presidencia de la Xunta en 2009, Feijóo siguió dejándose ver con frecuencia por la capital. Su agenda oficial en Galicia es a menudo escueta, con apenas uno o dos actos por jornada, muchas tardes en blanco y la mayoría de fines de semana libres. Pero no recoge las entrevistas que su equipo le gestiona en las televisiones estatales, en los periódicos madrileños o en las emisoras amigas. Allí le gusta explayarse sobre política española y dar su opinión sobre todo tipo de asuntos. Por temporadas, casi como un tertuliano más. De hecho, de camino a Madrid se encontraba cuando, poco antes de la una del mediodía del pasado 15 de febrero, transcendió el naufragio del arrastrero Vila de Pitanxo en Terranova. Solo sobrevivieron tres de sus 24 tripulantes. Feijóo comió ese día en Madrid y asistió a la Junta Directiva Nacional del PP que analizaba los resultados en Castilla y León. Intervino de primero tras Pablo Casado y después regresó a Galicia.

Fue precisamente en una radio, la de Federico Jiménez Losantos y en un programa patrocinado por el Xacobeo en directo desde Sanxenxo (Pontevedra), donde todavía el pasado viernes negaba la necesidad de un congreso extraordinario en el PP y pedía a Casado y Ayuso que se arreglasen entre ellos. Tres días después, el gallego y la madrileña han sincronizado sus mensajes e identificado al aún presidente del partido como obstáculo. La presunta distancia ideológica entre ambos, él como aparente sector moderado, ella como ala más derechista, no ha supuesto en ningún momento que Feijóo tomase distancia. Durante los momentos más intensos de la pandemia de coronavirus, no dudó en salir en defensa de Ayuso cuando elDiario.es desveló que residía en la suite de lujo de un hotel de un empresario del ramo. Aseguró que pagaba 80 euros diarios por ella. Ahora la presidenta de la Comunidad de Madrid promete apartarse de la pelea por liderar un PP en el que los llamados barones miran al gallego para sustituir a Casado. Su principal rival, aquella que lo había hecho replegarse tras su estruendosa victoria el pasado año, se ha borrado de la contienda. Para Feijóo, el escenario es completamente distinto al de 2018.

Entonces también lo desanimó, expone Balado en su libro, la abundancia de candidatos y candidatas que alfombró el proceso para relevar a Rajoy, de García-Margallo a Sáenz de Santamaría. Ese factor aparece despejado. La velocidad de los acontecimientos es otra. Mucho mayor. La moción de censura que acabó con Rajoy dejó al partido descabezado y alguien debía ocuparse de recoger el mando cuando las perspectivas electorales eran, como mínimo, inciertas. Las urnas lo ratificaron y llevaron al PP a su peor resultado. Pero la guerra abierta la semana pasada entre Casado y Ayuso, con los contratos al hermano de esta desde la Comunidad como telón de fondo que Feijóo ha justificado, sucede cuando la mayoría de encuestas son favorables al bloque de las derechas. Eso sí, previo acuerdo con su versión más extrema, Vox. Una formación que en Galicia carece de representación pública en ayuntamientos, Parlamento autónomo o diputados en el Congreso. En la comunidad, la expresión electoral de la derecha permanece de momento bajo el mismo paraguas, el de Núñez Feijóo.

Y es que el aire de moderación que envuelve a Feijóo no siempre se compadece con la realidad de los hechos. Su estrategia atrapa todo más allá del PSOE –y a veces también en el PSOE– y lo conduce a intentar contentar a la vez a todo el espectro conservador. No siempre lo consigue. Los recortes en la sanidad pública, cuya atención primaria colapsada es en buena parte consecuencia de la congelación de contratos, o su desidia en lo que respecta a la memoria histórica lo alejan del centro. Algunas declaraciones sobre derechos civiles lo vuelven a acercar. Pero si algo ha mostrado el Feijóo político es cierta alergia a las declaraciones ideológicas estridentes. Eso es quizás lo que más lo aleja del ayusismo. Veremos si le funciona en la vociferante política madrileña, ahora que sí parece decidido a subir al tren en dirección a la capital.

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