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Momentos estelares del baltarismo, la dinastía caciquil por excelencia del PP gallego

Daniel Salgado

19 de noviembre de 2024 22:39 h

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La sucesión de hechos, colocados uno detrás de otro y en el correspondiente contexto político e histórico, resulta explosiva. Son cuatro décadas de salvaje política clientelar, corruptelas que a menudo acabaron en los juzgados, cargos heredados y un árbol genealógico del enchufismo, aplastantes mayorías absolutas, medios de comunicación adocenados, una provincia a la cola en los índices socioeconómicos, guerras intestinas y, siempre finalmente, uno de los cimientos más sólidos de la hegemonía del Partido Popular en Galicia. José Luis Baltar Pumar y su hijo José Manuel Baltar Blanco convirtieron la Deputación de Ourense en su finca particular, el lugar desde el que hicieron y deshicieron y repartieron a cambio de votos y prebendas. Solo la temeridad al volante del vástago, O Fillo, cazado a 215 por hora en un coche del ente provincial el año pasado, clausuró la dinastía caciquil por excelencia de los conservadores gallegos. Os Baltar (Morgante, 2024) es el libro que los periodistas Cristina Huete y Primitivo Carbajo dedican a explorar y sintetizar esta historia que es también la historia de cómo la derecha ha dominado la comunidad.

“No hubo inversiones. Y los enchufados eran tantos que las academias de la ciudad de Ourense no preparaban oposiciones a la Diputación, los puestos estaban dados”, relata a elDiario.es Cristina Huete. Sus informaciones publicadas en Faro de Vigo, La Voz de Galicia y, sobre todo, en El País son la base sobre la que se levanta Os Baltar. Y que le valieron numerosísimas demandas e imputaciones, incluso por vía penal, procedentes de la familia “y sus esbirros”. La denunciaban por una cosa y por la otra: recuerda que acabó en el banquillo por mencionar un nombre en un reportaje sobre la colección de coches deportivos y de época que almacenó Baltar Pumar. Le pedía 20.000 euros de fianza. Salió absuelta. “Me señalaban en redes sociales, me amenazaban... En un sitio pequeño como Ourense no es cómodo”, dice, “pero estaba segura de que era lo que tenía que hacer”.

Con Primitivo Carbajo coincidió en la desaparecida edición gallega de El País. La mirada de este sobre lo que sucedía en Ourense, más exterior, presenta ángulos complementarios. “El gran peligro es que el baltarismo quede como algo pintoresco”, argumenta, “cuando en realidad condicionaba la política gallega y era la clave para que el PP mantuviese la Xunta”. Más allá de la cabalística obsesión de O Fillo por el número siete -“en su libro Falemos de ourensanía menciona que Galicia y Ourense tienen siete letras”, ríe Carbajo- o del trombón del padre -“si no eres del PP, jódete, jódete”, acompañaba con el instrumento en las otrora gloriosas noches electorales-, los Baltar establecieron un sistema de control político, demediaron los procedimientos democráticos, violentaron los mecanismos de acceso al trabajo público y obtuvieron poder y beneficios materiales a cambio. Y sostuvieron primero a Fraga Iribarne y después a Núñez Feijóo en el Gobierno gallego. Mientras, la provincia chapoteaba en los furgones de cola de casi todos los medidores económicos y sociales. “Boinas y birretes eran el mismo perro con distinto collar”, resume Huete. Se refiere a los dos bandos que, durante años, dividieron al PP gallego: el sector rural, celoso de cierta autonomía respecto de Madrid, caracterizado como un reino de caciques, y el urbanita, neocón primero, después neoliberal y ahora en parte seducido por el trumpismo, centralista y españolizado.

De Falange a Coalición Galega y la absorción por el PP

El caso es que el Partido Popular de Ourense tiene su propia trayectoria, al margen de Alianza Popular. La reconstruyen Huete y Carbajo. En el principio fueron Falange, de cuyo Frente de Juventudes fue miembro destacado Baltar Pumar -es una de las revelaciones del libro-, y Eulogio Gómez Franqueira, el creador de Coren, procurador por el Tercio Familiar en las Cortes franquistas. La conjunción de las granjas cooperativas avícolas, la financiación de Caixa Ourense y las sucesivas marcas partidarias más o menos centristas fundadas tras la caída de la dictadura formaron un ecosistema político único. Acción Política Orensana, la primera de todas ellas, sería uno de los afluentes gallegos de UCD. De su descomposición nació Centristas de Ourense, núcleo al poco tiempo de Coalición Galega, la más acabada expresión de un nacionalismo gallego conservador. El partido llegó a enviar un diputado al Congreso en 1986, el primero nacionalista de Galicia desde la II República, y 11 al Parlamento autonómico. En 1987, prácticamente de la noche a la mañana, se desintegró. Pero esa es otra historia, aunque relacionada.

Baltar Pumar sería uno de los supervivientes del naufragio, a bordo de Centristas de Galicia, la formación con la que Victorino Núñez recuperó el viejo proyecto de Franqueira. Se encontraba impedido tras sufrir un ictus y Núñez había alcanzado la presidencia de la Diputación. Baltar fue su vicepresidente. Este magma autodenominado centrista y con veleidades autonomistas acabó absorbido por el PP de Fraga Iribarne. Y facilitó su primera mayoría absoluta, la de 1989, fruto de lo que algunos han denominado pucherazo. En la circunscripción de Ourense, precisamente. Lo menciona Os Baltar, claro: 5.000 votos sin escrutar y unas misteriosas sacas halladas dos meses después en una oficina de Correos. Victorino Nuñez pasó a ocupar la presidencia del Parlamento de Galicia en 1990 y Baltar Pumar ascendió a la presidencia de la Diputación. Solo se bajaría en 2012, y para cederle el sillón a su hijo, O Fillo.

De Baltar Pumar a Baltar Blanco y final a 215 por hora

“En la diputación y sus organismos ya se sientan enchufados hijos de los enchufados”, explica Huete. El relato de como la tela de araña del PP baltarista se fue extendiendo por la provincia es el núcleo de Os Baltar. “Más del 40% de los presupuestos de la Diputación se destinaba a pagar los salarios de los enchufados”, añade. Eso y la proliferación de corruptelas de menor o mayor tamaño. Carbajo, en todo caso, ironiza sobre la materia. “Dentro de las ilegalidades y las alegalidades del funcionamiento del baltarismo”, relata entre risas, “por lo menos repartían entre muchos. Los birretes son otra cosa. Mire Feijóo, su hermana, su cuñado su prima, todo muy próximo”. En el hospital Santa María Nai, dependiente del ente provincial -hasta que Fraga lo integró en el Sergas en una batalla intestina perdida por el PP ourensano-, Baltar Pumar llegó a colocar a más de 300 vecinos de Esgos y Nogueira de Ramuín, los ayuntamientos donde respectivamente había nacido en 1940 y donde fue alcalde entre 1976 y 1995.

Pero Baltar O Fillo no es Baltar, como decía la versión que Ico, cantante de O Sonoro Maxín, hizo del Bailar pegados de Sergio Dalma y que Huete y Carbajo usan como estribillo en la segunda parte del libro. En 2012, Baltar Blanco sucedió a Baltar Pumar al frente de la Diputación de Ourense. La bonhomía saltarina con la que Baltar padre adornaba su voluntad irrefrenable de poder político y económico no la había heredado su vástago. De mirada fría y gesto adusto, Carbajo asegura que tiene “ideas absolutamente peregrinas”. Su obsesión por el número siete o “idioteces” como la idea de elecciones provinciales entre ellas. Cristina Huete coincide. Lo resume con las etiquetas que, durante años, sintetizaron la fractura que recorrería la derecha gallega: “Es un birrete nacido de un boina”. Que además dilapidó el legado político de su padre. En abril de 2023, la Guardia Civil cazó a José Manuel Baltar Blanco a 215 kilómetros por hora al volante de un coche oficial de la Diputación. Fue el principio del fin de la dinastía caciquil por excelencia del PP gallego.

Baltar Blanco es ahora senador y el Supremo le ha abierto juicio por su temeridad como conductor. Alfonso Rueda, birrete e indudable exponente del sector centralista de los conservadores, aprovechó la circunstancia y logró lo que Feijóo no había logrado -lo intentara en 2011 y fracasó: deshacerse de Os Baltar. Ahora gobierna la Diputación Luis Menor, birrete, también del PP, por supuesto. “El PP de Ourense tiene una estructura rural muy fuerte” sobre la que los dos Baltares cimentaron su dominación, dice Huete, “pero si no la cuidan acabará por desaparecer”. En cualquier caso, ni ella ni su colega Carbajo perciben diferencias de fondo entre los declinantes boinas y los triunfantes birretes: “Se retroalimentaron. Mantuvieron el caciquismo. Feijóo intentó apartarlo y perdió y ya nunca le volvió a chistar”. Huete concluye, en todo caso, con una tesis arriesgada: el verdadero heredero de Baltar es Gonzalo Pérez Jácome, alcalde de Ourense, populista de derechas, y que “se ha atrincherado para hacer lo que no hizo el hijo, trapichear con los votos”. La provincia, entre tanto, no sale de la depresión.

Siete viñetas baltaristas

Nepotismo inmobiliario

La Diputación de Ourense, con Victorino Núñez -Centristas de Galicia, integrado en Alianza Popular- como presidente, adquirió en los 80 la antigua sede del Banco Simeón. Ya Baltar Blanco presidente del ente provincial, lo transformó en centro cultural. “Otro nicho de empleo que se llenó a reventar de enchufados: hasta 33 porteros para atender a dos puertas”, escriben Huete y Carbajo, “¡no son dos puertas, que son tres', protestó Baltar, indignado, cuando saltó la noticia años después”. No fue el único caso de nepotismo inmobiliario: también con Núñez al frente, la Diputación adquirió en 1981 las ruinas del Teatro Principal. En 1990 abrió sus puertas. “A Baltar le faltó tiempo para llenarlo de clientela: acomodadores, incluso ayudantes de acomodadores, porteros, limpiadores, auxiliares de todo género...”. Y su primera nuera, Olga Mojón, directora del mismo desde 1996.

La prensa adocenada y los trenes de juguete

La hegemonía baltarista no se explica al margen de su vínculo con el diario local, La Región. Es el mismo rotativo condenado a devolver los 2,7 millones de euros que la Diputación de Ourense había pagado por su archivo histórico. Lo denunció Pérez Jácome, cuya relación con el periódico es diametralmente opuesta a la de los Baltar. Antes del affaire archivo, Baltar Pumar hizo que la institución que presidía acogiese la colección de trenes en miniatura de la familia Outeiriño, propietaria de La Región. Fue una cesión temporal por 15 años a cambio de, calculan los autores de Os Baltar, más de 450.000 euros y poner a su disposición el centro cultural del antiguo Banco Simeón. En 2011, y después de que el Consello de Contas alertase de irregularidades en la operación, Baltar padre firmó “la cesión definitiva” de la colección, 4.000 piezas y una biblioteca sobre la materia.

La revuelta del piso

El Partido Popular de Aznar acaba de perder las elecciones. Fraga encaraba su decadencia política, acelerada por la desastrosa gestión del accidente del Prestige y por los ecos neocón de la derecha madrileña. “Al cacique orensano no le gustaban los desaires que recibía de la Xunta”, escriben Huete y Carbajo. Y tomó medidas: ordenó a sus cinco diputados en O Hórreo, su hijo y otros “cuatro boinas” -entre ellos el actual presidente del Parlamento de Galicia, Miguel Ángel Santalices- encerrarse en un piso en la ciudad de Ourense. La mayoría absoluta del PP en la Cámara autonómica quedó en el aire. “Fraga se plegó en este otro pulso con el cacique orensano, que aprovecho para censurar por excesiva la influencia de Rajoy en el partido”. La acción acababa con una advertencia de Baltar Pumar contra los birretes: “Dígales, don Manuel [Fraga], que dejen de tocar las pelotas”. El mismo Baltar fue al piso de Ourense, recogió a los cinco parlamentario y los llevó “de vuelta a Santiago y a la disciplina parlamentaria”. Era septiembre de 2004 y unos meses más tarde el PP de Fraga perdería las elecciones.

La tela de araña del caciquismo del siglo XXI

“En 2011, familiares excluidos, había 113 concejales del PP empleados en la Deputación de Ourense, el 20% de sus ediles en la provincia”, relata Os Baltar, “enrtregado el partido al hijo [todavía no la presidencia del ente provincial], Baltar siguió a los suyo: visitaba tanatorios, recibía alcaldes y pedigüeños varios y abría y cerraba la caja fuerte del despacho”. Un ejemplo: el alcalde pedáneo de Morgade, una parroquia de 350 habitantes de Xinzo de Limia, quería equipar el tanatorio con aire acondicionado. No conseguía tramitar una ayuda pública para hacerlo. Durante un mitin en la aldea, se acercó a Baltar y se quejó. “¡Te lo voy a dar ahora mismo!”, retrucó el presidente. Fue al coche oficial, abrió un maletín y entregó al pedáneo 3.000 euros en billetes de 50. “Ahí los tienes, ya me los devolverás cuando llegue la subvención”.

Prometer empleo a cambio de sexo

“Baltar había acabado en el juzgado por dar empleos a cambio de votos, O Fillo por prometerlos a cambio de sexo”, escriben ya hacia el final del libro Huete y Carbajo. José Manuel Baltar Blanco había ofrecido un trabajo en la Deputación a Teresa F. si esta accedía a un encuentro sexual con él. “[La mujer] se cansó de sus evasivas y llevó el asunto a los juzgados en 2014”, relata el libro. La sentencia daba credibilidad a las conversaciones grabadas que la víctima había presentado como prueba -“¿Te gusta el champán? Celebraremos que estaremos muy juntos. Chispas. Relax. Bs”, decía un mensaje de whatsapp. Pero archivó la causa porque “no se daba uno de los elementos del tipo del acoso sexual denunciado y que castiga a quien pide favores sexuales 'en el ámbito de una relación laboral, docente o de prestación de servicios”. Teresa F. no era empleada de Baltar Blanco.

El cumpleaños de O Fillo

Asistieron las dos primeras autoridades gallegas, Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta, y Miguel Ángel Santalices, presidente del Parlamento. Fue en la mansión familiar, As Vendas, en Esgos. Baltar Blanco cumplía en 2017 medio siglo de vida y lo celebró por todo lo alto. Tocaron Teo Cardalda -el de Golpes Bajos, después en Cómplices, asiduo de los saraos de la Deputación- o Manuel Manquiña y su banda. Hubo también un imitador de Elvis Presley. O Fillo en persona se subió al escenario y agarró la guitarra eléctrica. Atrás, señalan los periodistas Huete y Carbajo, quedaba el trombón que hizo célebre la imagen del padre. Baltar Blanco es fan confeso de The Beatles y posee un calcetín de John Lennon, adquirido en subasta.

Los desplantes a Feijóo

“Todavía se discutía cuanto tenía de Baltar O Fillo. El padre ya era un mito que había marcado el espacio de la boina en el partido, y O Fillo, por subrayarlo, fue el único jefe gallego que votó por Soraya Saénz de Santamaría en 2018 para suceder a Mariano Rajoy”, escriben Huete y Baltar, “se daba por cierto que Soraya fuera quien había filtrado las fotos de Feijóo con Marcial Dorado para inhibir su candidatura a presidir el partido. O Fillo garantizaba el perfil de la boina en el PP con sutilezas de este tipo”. Seis años después, Feijóo es presidente del PP estatal, no consiguió llegar a Moncloa en las elecciones de junio de 2023 y fía su turbulenta estrategia política a la proximidad con la ultraderecha. Baltar Blanco es senador y está siendo juzgado por conducir a 215 kilómetros por hora.