En plena ola de conflictos y protestas por el progresivo “deterioro” de la sanidad gallega, Núñez Feijóo presumió en el discurso de fin de año de contar “con mejores hospitales y centros de salud públicos” en Galicia y de un sistema sanitario que sólo una semana antes había definido como uno de los de “referencia de España”. El presidente de la Xunta reconoció que la calidad de los servicios públicos en el país nos debía “preocupar y ocupar”, aunque suele advertir de que los problemas en el Sergas son “comunes” a los que sufren todas las autonomías.
La escasez de médicos de familia o de pediatras es una de esos defectos que atribuye a todas las comunidades. En Galicia, las protestas llegan también por el colapso en las Urgencias, la precariedad en los PAC y en las ambulancias o por la saturación y falta de medios en la Atención Primaria.
Hay casos, especialmente en períodos estivales o de Navidad como el actual, en el que usuarios parecen sufrir todos los obstáculos y problemas de la sanidad pública gallega a la vez. Es el caso de una familia de la Costa da Morte que despidió 2018 entre ausencia de pediatras, médicos de vacaciones sin sustitutos, colapsos en Urgencias, falta de camas y desplazamientos a kilómetros de su centro de referencia por la dolencia de un pequeño. Una crónica paradigmática de una situación.
El problema se inicia por un defecto tantas veces denunciada en Galicia: la escasez de pediatras. Tanta que en los últimos quince años 78 ayuntamientos han perdido el único que tenían. Un 60% de los municipios carecen de pediatra y muchos lo comparten con una localidad vecina. Es el caso de Carnota, localidad donde reside la familia que relata a este diario su odisea en el último día del año.
Un profesional atiende en el centro de salud de la localidad carnotana en días alternos, algunas horas por la mañana, compaginando su labor con el que hace en el ambulatorio de Muros, a unos 20 kilómetros, donde hay otro pediatra más. El procedimiento es confirmado por fuentes oficiales del área sanitaria de Santiago, que reconoce que funciona así “desde hace años” y que es sabido por los usuarios.
“Cuando uno tiene vacaciones o falta, el otro permanece en Muros y Carnota se queda sin servicio”, explica la madre de un niño de diez meses afectado por bronquiolitis aguda este pasado 31 de diciembre.
Así ocurrió. Los dos pediatras disponibles alternaban vacaciones, por lo que sólo había servicio en Muros, cuyo centro de salud atiende case 6.700 consultas en pediatría al año, según datos del Sergas, que sitúa en más de 1.000 las que se realizan en el de Carnota.
Obtener un hueco era imposible en los dos o tres días siguientes, por lo que la familia se presentó en el centro de salud de Muros sin cita ante el agravamiento de la salud de su hijo.
Al llegar, sobre las 11:30, tenían unas 15 personas delante, muchas de ellas también sin cita, lo que “masifica el trabajo de la única pediatra, junta niños enfermos con riesgo de contagio y evita que haya una selección de las auténticas urgencias debido a la cantidad de enfermos”.
Según el relato, la familia estuvo hora y media con un bebé con un “problema respiratorio que se agravó en el tiempo de espera”. La pediatra, según relata la madre, reconoció que su caso debería ser prioritario pero que aquella situación de “caos” había hecho imposible “hacer selección”. Durante la espera, el pequeño empeoró y hubo que colocarle una máscara de oxígeno.
El bebé fue derivado a las Urgencias del Hospial Clínico Universitario de Santiago, a unos 60 kilómetros y más de una hora en coche. “Aquí llegó otro problema”. A pesar de que está mucho más próximo el Hospital Virxe da Xunqueira de Cee --que no pertenece al área sanitaria compostelana en la que se incluye Carnota--, la profesional consideró que era precisa la atención de un especialista en pediatría, algo que, según explican los médicos, no está asegurado en las Urgencias del centro ceense a no ser en horario de consulta y al depender su presencia de la decisión de los profesionales sanitarios, habitualmente saturados.
“No encuentro palabras para expresar mi indignacion”
En las Urgencias pediátricas de Compostela, ya pasadas las dos de la tarde, el panorama era lo que llevan denunciando tiempo usuarios y profesionales: colapso y masificación. “Había dos pequeñas salas llenas de niños, mezclados y con todo tipo de dolencias, desde lesiones varias hasta problemas infecciosos con riesgo de contagio”, resumen.
Por la urgencia de la dolencia del niño, este fue atendido enseguida y se le asignó una cama en una sala con ocho plazas más. Horas después, en cuanto el tratamiento y la máscara de oxígeno hicieron efecto y su respiración fue normalizada, tuvieron que marcharse de allí. “Fuimos desalojados y derivados de nuevo a la sala de espera masificada para completar el seguimiento de la efectividad del tratamiento y para que otro niño enfermo dispusiera de cama”. “Nos quedamos en una esquina, acurrucados y esperando que el bebé no pillase algo más porque había mucha gente enferma y tosiendo”, explica la madre.
Desde el Sergas explican que este es el procedimiento normal ante un pequeño que tiene que estar acostado para recibir el tratamiento pero que puede luego pasar a la sala de espera para comprobar su evolución. Con todo, fuentes oficiales reconocen que el colapso en estas fechas en Urgencias es habitual.
Otro niño más tuvo que ser también enviado de nuevo a la sala de espera por la ausencia de camas para más enfermos. “No encuentro palabras para expresar mi indignación por esto. ¿Exponemos a un bebé que ingresó en Urgencias con una crisis respiratoria a los gérmenes de un espacio abarrotado, pequeño, mal ventilado y sin criterios de clasificación y separación de enfermos?”, se pregunta la madre.
Casi a las 8 de la tarde, la familia llegó por fin a su casa de Carnota. 140 kilómetros y tres horas de coche después. “No es cuestión del tiempo que tardamos, con el que ya contábamos, sino de comprobar con desesperación la falta de medios, el colapso que se produce, sobre todo en ciertas fechas, y los problemas graves que sufre la atención pediátrica en muchas localidades”, explica la madre. Su pequeño, superado el susto del último día del año, volvió a empeorar algo dos días después. En esta ocasión, acudieron a Urgencias del Hospital de Cee. En los pasillos, más de media docena de enfermos. “Ya no sé a donde mandároslos”, se quejaba de la saturación una profesional sanitaria encargada de seleccionar pacientes.