Muere Darío Xohán Cabana, traductor de la 'Divina Comedia' al gallego y escritor

Daniel Salgado

17 de noviembre de 2021 13:03 h

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A su exquisito, profundo conocimiento de la lengua en todos sus registros le debe la literatura gallega algunas de sus páginas más brillantes del último cuarto del siglo XX. Su ficción histórica pero de proyección política y su poesía escrupulosamente labrada así lo demuestran. También su fundamental labor de traducción, cuya cumbre se llama Divina Comedia. Darío Xohán Cabana, poeta, novelista, traductor y académico, murió este 17 de noviembre a los 69 años de edad.

Cabana había nacido en Roás (Cospeito), en la comarca de A Terra Cha [tierra llana, en castellano], a no muchos kilómetros de la aldea de otro poeta inevitable del siglo XX, Manuel María (1929-2004). Fue precisamente gracias a su ejemplo, su ayuda editorial -en Xistral, editora de Manuel María, publicó Cabana Home e terra (1970), su primer libro- y, posteriormente, amistad que Darío Xohán Cabana se inició en la poesía. Su obra primera -apenas tenía 21 años- acabó incluida en Os novísimos da poesía galega (1973), polémica antología a cargo de María Victoria Morena que reunió a las principales voces del llamado socialrealismo cuando este ya era en realidad declinante.

No tardó en apartarse Cabana de ese camino. Aunque su poesía nunca perdió el pulso político que también marcaba su vida -comenzó su militancia en la izquierda nacionalista gallega en la clandestinidad y la mantuvo, ya como independentista, hasta el final-, su preocupación formal y su investigación de la métrica lo condujeron a otros parajes en libros como A fraga amurallada (1983), Amor e tempo liso (1987), Patria do mar (1989), Canta de cerca a morte (1994) o Cabalgada na brétema (2006), su último libro de poemas, ya lejano. En una de sus más recientes intervenciones públicas sobre poesía, el prólogo a Calado testamento (2010) de Xavier Rodríguez Barrio, definía una concepción del gallego que, tal vez, también hablaba de la suya propia: “Un gallego recio que suena con música de órgano litúrgico, con el andar pausado y majestuoso que le conviene a la seriedad y a la nobleza de la materia. Estoy hablando casi como Dante; pero es que hay días en que uno se pone antiguo sin remedio”.

Es precisamente a Dante a quien se entregó en un trabajo de décadas para verter al gallego su obra mayor, la Divina Comedia. El resultado, que conoció dos versiones públicas con substanciosos cambios entre ellas -una en 1990 y otra en 2014-, recibió la medalla de oro del Ayuntamiento de Florencia y numerosos premios en Galicia. No fue su única incursión en Dante, de quien además tradujo Vida nova. El Cancioneiro de Petrarca, los trovadores occitanos o Xácome o fatalista de Diderot -acabado de salir de imprenta- también conocen su gallego preciosista y elaboradísimo. Fue ese mismo idioma el que, en paralelo, le permitió ir construyendo una singular obra narrativa, en la que imaginó una Galicia independiente en un futuro inmediato y posapocalíptico -O cervo na torre (1994)-, noveló el Reino de Galicia bajo mando de don García -Morte de rei (1996)- o se introdujo en la Materia de Bretaña con cierto aire a Cunqueiro -Galván en Saor (1989), uno de los romances más vendidos de la literatura gallega reciente.

La Real Academia Galega, en la que ingresó en 2006 con un discurso titulado De Manuel María a Ferrín: a grande xeración, destacó en un comunicado “su profundo compromiso con la lengua y la identidad política gallega”. Su sabiduría, generosidad y proverbial bonhomía quedaron de nuevo al descubierto cuando la noticia de su muerte se difundió por las redes sociales. Una carta de Diderot, a quien dedicó sus últimos esfuerzos como traductor, dirigida a Sophie Volland y datada el 26 de septiembre de 1762, tal vez se ajuste a lo que intentó en su vida de escritor: “Esta obra producirá ciertamente con el tiempo una revolución en los espíritus, y espero que los tiranos, los opresores, los fanáticos y los intolerantes no ganarán con ella; nosotros habremos servido a la humanidad; pero hará mucho tiempo que estaremos reducidos a un polvo frío e insensible cuando nos lo agradezcan un poco”.