El escritor Domingo Villar (Vigo, 1971) ha fallecido este miércoles en el Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo tras sufrir un infarto cerebral hace dos días, según confirma a eldiario.es el Servizo Galego de Saúde (Sergas). A su mano se deben tres de los títulos más exitosos del género negro gallego y en gallego, traducidos además a multitud de idiomas.
Su Leo Caldas era un detective de novela. Inspector de la Policía Nacional, aficionado al jazz y a los garitos con humo, solitario aunque siempre acompañado de su ayudante zaragozano Rafael Estévez, le gustaba el vino blanco, la Taberna do Elixio y se movía como pez en el agua por Vigo y alrededores. Deudor de sus homólogos estadounidenses de mediados de los 50 pero sin su radicalismo sociopolítico, Caldas protagonizó los tres libros con los que Domingo Villar catapultó el noir gallego. No fue el pionero, pero sí el de más éxito y, sin duda, el que atravesó más fronteras con una escritura accesible e irónica y un amor infatigable por los escenarios vigueses. Ahí había nacido en 1971 y ahí falleció este 18 de mayo.
Villar irrumpió de la nada en 2006. La histórica Editorial Galaxia publicaba entonces Ollos de auga [Ojos de agua], la primera de las peripecias de Leo Caldas, y un éxito total de público lector. La versión castellana, del propio autor, salió en Siruela. La aparición de un cadáver en la torre de isla de Toralla, una de las más reconocibles singularidades de un sky line, el de Vigo, pródigo en ellas, desataba la investigación en la que Caldas y su inseparable Estévez se internaban en la vida nocturna de la ciudad. La prosa clara y visual de Villar enseguida llamó la atención del mundo del cine. Una productora compró los derechos y proyectó un telefilme, finalmente abortado. Lo iba a dirigir otro gallego, Jorge Coira.
Sí llegó a la pantalla grande su segunda obra, A praia dos afogados [Galaxia, 2009; en castellano La playa de los ahogados, Siruela, 2009], de la mano de Gerardo Herrero y con Carmelo Gómez en el papel de Leo Caldas. La acogida fue tibia. No así la de la novela, seis años antes. En esta historia, Caldas se desplazaba unos kilómetros al sur de Vigo, ya que la marea había depositado en la playa de Madorra (Nigrán) el cuerpo sin vida de un marinero. El inspector se da cuenta de que lo que parecía un suicido esconde en realidad algo más y decide indagar. Tras A praia dos afogados -que se publicó en alemán, inglés, italiano, polaco, portugués o inglés- llegó el silencio. Villar mantenía el pulso con incursiones en prensa, dedicadas al fútbol o a la gastronomía, pero no ofrecía noticias de Caldas.
Su editorial llegó a anunciar en varias ocasiones que un nuevo thriller se hallaba a punto de salir del horno y, sin embargo, nunca salía. Sus seguidores, que se cuentan por miles de libros vendidos, seguían ansiosos a la espera. Hasta que en 2019 O último barco [Galaxia, en castellano en Siruela] arribó a las librerías. Eran 800 páginas y una narración en la que Caldas y Estévez cruzaban la ría para averiguar el paradero de una mujer desaparecida. Había tardado, explicaba el escritor en una entrevista concedida al semanario Sermos Galiza, porque “los libros están cuando están y no cuando uno quiere que estén”.
Admirador confeso de Andrea Camillieri y de Vázquez Montalbán, a quien su tío José -conocido librero y tabernero vigués, antifranquista y dicharachero- había tratado, a Domingo Villar solo le dio tiempo a publicar un cuarto volumen, Algúns contos completos (Galaxia, 2021). Fue, contra todo pronóstico, el cierre de una trayectoria marcada, también, por Johann Cruyff, a quien citaba cuando le preguntaban por la fluidez de su estilo al escribir: “Lo difícil es jugar fácil. Lo sencillo es darle una patada para arriba y todos detrás del balón. Lo otro es más complicado”.