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El negocio de los camellos en las cabalgatas enfrenta a ecologistas y ayuntamientos por toda España

Apenas a mil metros del río Duero a su paso por Valladolid, se encuentra una de las pocas explotaciones españolas en las que todavía se crían camellos y dromedarios. Cada dos de enero, el volumen de trabajo en la Escuela El Centauro crece exponencialmente. Decenas de ayuntamientos por todo el Estado quieren tener animales vivos para exhibirlos en sus cabalgatas urbanas por el día de Reyes. Y, ahí, ellos tienen buena parte de su negocio. La primera semana de cada año, en este picadero vallisoletano comienzan a fletarse camiones con estos mamíferos de casi dos metros de altura que parten hacia diferentes puntos de toda la península para desfilar por calles llenas de ruidos y luces y abarrotadas de gente. Uno de esos envíos con punto de salida en Valladolid tiene por destino la localidad pontevedresa de Moaña, en donde la presencia de camellos en su cabalgata ha provocado cierto revuelo político. Este tipo de espectáculo recurrente en España se financia con dinero público y colectivos ecologistas como la Fundación Franz Weber lo tachan de “maltrato animal”.

Para Rubén Pérez, de la delegación gallega de la fundación ecologista, esto no es más que otra manera “de tratar a los animales como objetos”. Aunque este tipo de utilización de animales de exhibición se circunscribe a la ley, desde Franz Weber consideran que se “somete a los animales a un sufrimiento injustificado” y luchan para que la nueva Ley de Bienestar Animal -todavía en trámite- sea tajante en este sentido. Para ello, Pérez se apoya en los sucesivos informes veterinarios que cada año reprueban estas actividades, como los emitidos periódicamente por la Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia y del Maltrato Animal. Estos dos colectivos han elaborado una recogida de firmas que ya roza las 80.000 y con la que reclaman al Gobierno y a la Dirección General de Derechos de los Animales que prohíba por ley este tipo de espectáculos. “Los animales no son objetos decorativos ni complementos para una actividad pública y pueden ser fácilmente sustituibles por pasacalles y representaciones teatralizadas, incluso modelos animatrónicos como ya ocurre en diferentes partes del mundo”, defienden.

Sin embargo, en la empresa que los cría defienden que los animales reciben “un trato excepcional” y que no tienen otra manera de trabajar con ellos que ateniéndose “por completo a la ley”. “Nuestros animales no sufren en absoluto. Sufren bastante más las personas (...) que vivimos por y para ellos”, explica a elDiario.es Francisco Javier Álvarez, responsable de la explotación de Tudela del Duero: “Estos animales existen gracias a este tipo de eventos”, añade. Álvarez relata que, cada vez, las exigencias normativas son mayores y que, a día de hoy, “ya solo las pueden cumplir los organismos públicos”. “Y con más razón, para trabajar con la Administración, tenemos que estar con todo en regla”, subraya. “No hay nadie que cuide mejor a los animales que el que los tiene, salvo raras excepciones”, argumenta.

Álvarez dice no tener “miedo” a la presión de las asociaciones animalistas, pero reconoce el descenso de este tipo de espectáculos, también agravado por la pandemia de coronavirus. No obstante, en sus granjas crían y comercializan caballos, pero también todo tipo de animales exóticos como avestruces, llamas, mapaches, guacamayos, liebres de la Patagonia, pitones, boas, iguanas, dragones de Komodo y hasta zorros azules o corsac. Aun así, en estas fechas, lo principal es “mover” este tipo de camélidos. Cuentan con “aproximadamente cuarenta o cincuenta” y el precio por sus servicios oscila bastante dependiendo de lo que solicite cada consistorio. Entre 5.000 y 10.000 euros serían las licitaciones más básicas a las que acceden, pero el coste podría multiplicarse dependiendo del tipo de desplazamiento -si tiene pernocta o la distancia de traslado es grande- y el número y el tipo de animales que soliciten. También si son animales con monta o no, o si se van a utilizar en belenes vivientes durante más tiempo.

En los informes de reprobación de este tipo de espectáculos, la Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia y del Maltrato Animal inciden en que “el hecho de que un animal vaya muchas veces a una cabalgata no significa que experimente una adaptación positiva”. Cada año, documentan decenas de “casos de maltrato” registrados en la prensa local de todo el país que, en algunos casos, incluso conllevan la muerte de algún animal. “Además trasladan una imagen banal y trivial de lo que supone la vida de los animales hacia los niños”, argumentan desde la Fundación Franz Weber. “En estos eventos sufren tocamientos, flashes, ruidos ensordecedores... Que son indicativo de las reacciones adversas que luego padecen”, remata el animalista del colectivo, Rubén Pérez.