El pacto firmado por BNG y PSOE, antesala del frente con el que la izquierda aspira a gobernar Galicia
El pacto entre PSOE y BNG, formalizado por María Jesús Montero y Ana Pontón, va más allá de un simple acuerdo de investidura. Es la plasmación, en texto y en imágenes, de una “apuesta por Galicia” que Ferraz ha tardado años en volver a jugar a las puertas de unas elecciones autonómicas. “La investidura de Pedro Sánchez no necesitaba este acuerdo, pero Galicia sí”. El frase es de José Ramón Gómez Besteiro, el hombre del presidente en la comunidad y que –al igual que el diputado nacionalista, Néstor Rego– estuvo presente en esa firma, en un segundo plano.
Si hace cuatro años, Sánchez se cayó de la campaña de un Gonzalo Caballero que se veía presidente hasta que llegó la pandemia, en esta ocasión sí está dispuesto a apoyar a su candidato con todo el poder de la maquinaria socialista. Pero también sabe que, en Galicia, para vencer al PP –al de Manuel Fraga, al de Núñez Feijóo o al de Alfonso Rueda– no se puede volar solo. Por tanto, la primera misión de un proyecto de cambio debía ser visibilizar que ese frente común es posible. Eso es lo que han hecho hoy Montero y Pontón. Besteiro apostillaba en X (la antigua twitter): “Hoy se abre un tiempo nuevo en Galicia y es imparable”. Mientras, el PP sigue deslegitimando su acuerdo y poniendo el foco hacia Cataluña.
“Esta vez va en serio. Y va por todos”. Han pasado casi 20 años desde 2004, cuando José Luis Rodríguez Zapatero pronunció esas palabras en la proclamación como candidato de Emilio Pérez Touriño. Meses después, Manuel Fraga perdía la mayoría absoluta y Touriño se convirtió en presidente tras pactar un bipartito con el BNG. Aquel gobierno de izquierda duró una única legislatura y dio paso a las cuatro mayorías absolutas de Núñez Feijóo. En todo ese tiempo, los socialistas nunca transmitieron la sensación de dar en serio la batalla por la Xunta.
Quizá porque, como le sucedía a Felipe González con Fraga, a los sucesivos líderes socialistas les resultaba mucho más cómodo tener a Feijóo gobernando sin oposición en la esquina noroeste que peleando en Madrid por La Moncloa. Pero ese escenario ha cambiado y, con Feijóo ya en Génova, en Ferraz creen que esa tierra donde impuso su ley puede ser, ahora, su tumba política. Perder la Xunta, dicen, sería poner un nuevo clavo en el ataúd del hombre que estaba llamado a devolver la hegemonía a la derecha y que se quedó a las puertas de la investidura. Por tanto, si Sánchez triunfa donde él fracasó y no es necesaria una repetición electoral, la siguiente batalla se librará en Galicia. Y creen que puede ser la última.
5.000 millones con las reglas de Cataluña
El acuerdo entre socialistas y nacionalistas despeja el riesgo de que Galicia acabe siendo la hermana pobre de las nacionalidades históricas. “Cualquier modificación de la estructura del Estado le asegurará a el mismo estatus que a Euskadi y Cataluña”, dice el texto, que también dedica un punto al asunto clave del endeudamiento: Galicia contará con “medidas compensatorias análogas” a cualquier tipo de “condonaciones totales o parciales de la deuda adquirida por comunidades autónomas adheridas al Fondo de Liquidez Autonómica (FLA)”.
El viernes, el presidente de la Xunta –respaldado por todos sus conselleiros, a los que hizo modificar su agenda para estar en aquella foto– leyó una declaración institucional en la que anunciaba que el acuerdo PSOE-ERC, además de suponer “el fin del Estado de las Autonomías”, costará “400 euros a cada gallego”, una cifra recogida profusamente en las portadas de la prensa al día siguiente y que todavía este lunes Rueda repetía a las puertas de Génova.
Ese número redondo es el resultado de una sencilla cuenta de la vieja: 16.500 millones de euros entre los 41 millones de habitantes que tiene España, una vez restados los 7 millones de catalanes. Pero esta cuenta es, cuando menos, precipitada, porque todavía se desconoce la forma en la que se concretará lo recogido en su artículo tercero: el que cualquier comunidad se pueda sumar en esas mismas condiciones, incluso aunque no se hubiese accedido al (FLA) o a otros mecanismos de financiación extraordinarios. Y eso, claro, también incluye a Galicia.
Según expertos consultados por elDiario.es, si se aplica en la misma proporción per cápita que a Cataluña, esas medidas compensatorias podrían suponer alrededor de 5 mil millones de euros, lo que dejaría la deuda gallega en los niveles anteriores a la crisis de 2008. Y eso que, frente a los 14 diputados que suman los dos partidos catalanes (ERC y Junts) y los once de los vascos (Bildu y PNV), la representación del nacionalismo gallego se queda en un único diputado. Sólo con eso, presume Ana Pontón, “estamos haciendo el trabajo que no hace Rueda”. Pero Besteiro dio más pistas de lo que puede haber detrás: “esto implica mucho más que las necesidades aritméticas”. Como diría Zapatero, implica “que vamos en serio”.
La confianza y la complicidad de Sánchez con la figura de Besteiro no deja lugar a dudas, al que no se cansa de darle oportunidades de destacar. Desde su vuelta a la política tras un largo via crucis judicial que acabó en nada, el antiguo presidente de la Diputación de Lugo fue fugazmente delegado del Gobierno en Galicia antes de encabezar la lista lucense al Congreso. Allí, se convirtió en el primer diputado en utilizar una lengua cooficial en la Cámara antes de empotrarse en la comisión negociadora del pacto PSOE–BNG. Por el camino, sin oposición, fue proclamado como candidato a la Xunta, una carrera en la que, sin duda, tratará de capitalizar los éxitos de este acuerdo, aunque el BNG insista en que su papel en la negociación fue “testimonial”. Porque ése es otro de los aspectos que no se pueden olvidar en esta carrera hacia las urnas: socialistas y nacionalistas se necesitan pero también compiten entre ellos por liderar un espacio en el que ahora habrá que conjugar un nuevo factor: Sumar. Y en esa carrera, hoy, los de Pontón parten con ventaja.
Rueda insiste: “No se va a cumplir”
La respuesta de Rueda ante este acuerdo que desmonta su tesis ha sido tirar de “ironía” para tratar de matar al mensajero. Mientras da por hecho que el pacto con Cataluña se cumplirá hasta la última coma –un “chantaje” que supondrá “la sustitución del estado de las autonomías por un régimen de intereses ideológicos, partidistas y personales”– descalifica como “propaganda” lo que toca a Galicia, duda de su cumplimiento y asegura que “rebaja” el acuerdo del anterior mandato del que “no se cumplió nada”.
Este domingo, Rueda era entrevistado en El Mundo –junto a Moreno Bonilla y Díaz Ayuso– y en ABC, en solitario. En ambos, persistió en su mensaje. “Cualquier reforma de la financiación autonómica no se puede pactar por dos partidos entre bambalinas” o “El dinero se lo van a sacar a alguien para dárselo a Cataluña. Una parte de ese alguien somos los gallegos”. En ABC le preguntaban específicamente por el acuerdo para Galicia, “todo términos generalistas”. “Algo tenían que decir, porque si no, no podrían levantar la cabeza. Hace cuatro años también pactaron para investir a Sánchez, no se cumplió nada. Se llegó a decir que se nos iban a condonar 12.600 millones de euros, cuando nuestra deuda con el Estado son 2.700 millones. Fueron cifras improvisadas para frenar la indignación de la gente. Intentan hacer tragar a la gente lo que vemos con Cataluña”.
No sólo el presidente de la Xunta salió al ataque este fin de semana. La número dos del PP gallego, Paula Prado, acusó a los que serán los rivales de su jefe de filas en los próximos comicios de “complicidad” con esa mano que Pedro Sánchez mete en el bolsillo de los gallegos. Culpó a Ana Pontón de “poner a Galicia en venta” y anunció que “será engañada otra vez” por el presidente del Gobierno. Palabras parecidas dedicó a Besteiro, quien “vende Galicia a precio de saldo” como integrante de la comisión negociadora, aprobando “sin protestar” la condonación de los 15.000 millones a Cataluña.
Prado lleva la matemática recreativa de Rueda un paso más allá y, a los 400 euros por gallego o “financiar el presupuesto de la Xunta durante 15 meses”, añade otras cosas que se podrían hacer con todo ese dinero: sostener durante tres años el sistema de salud de Galicia, administrar vacunas “durante más de tres siglos”, pagar el transporte escolar “a casi 10 millones de estudiantes” –hoy, el servicio tiene unos 90.000– o construir más de 345.000 viviendas de protección pública –desde 2009, la Xunta levantó 6.300, menos de las que se crearon durante los tres años de bipartito–.
Desde las filas de la oposición no se oculta el regocijo que provocan las respuestas populares. Pontón no entiende que entre los gallegos y el PP, Rueda “escoja siempre su partido” y sólo ofrezca “crispación y mentiras”. Para Besteiro, la “mala intención política” y las “ganas de confundir” del presidente gallego son la muestra de que su gobierno “hace aguas por todos lados”. Cree que por eso ha encajado tan mal lo que define como la “primera parte” de esta “apuesta por Galicia”. Con las elecciones a la vuelta de la esquina, veremos cuánto tardamos en conocer las siguientes.
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