Daniel Salgado

16 de enero de 2022 06:01 h

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La voz de John Fitzgerald Kennedy duda, incluso titubea. Es 25 de enero de 1961 y su primera rueda de prensa como presidente de los Estados Unidos. Un periodista le ha preguntado por el secuestro del trasatlántico Santa María. “En este momento la Armada tiene órdenes de seguir acompañando al barco. Su posición se encuentra aproximadamente a unas 600 millas de la desembocadura del Amazonas”, se explica JFK, “será perseguido por aire hasta ser alcanzado por los destructores de nuestras tropas africanas”. A bordo, un comando galaico portugués del Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación se ha hecho con el control. Su intención, dirigirse a las colonias portuguesas en África para incitar a la revuelta contra Salazar y denunciar el régimen de Franco. El cerebro de la acción es Xosé Velo, un gallego, poeta de corazón y militante antifascista de vocación, de cuya muerte se cumple medio siglo este mes de enero.

Veinticinco hombres encabezados por el militar portugués disidente Henrique Galvão pero con Velo como motor estratégico asaltaron el buque el 22 de enero de aquel 1961. Lo hicieron cuando se alejaba de Brasil en dirección a Puerto Rico, dentro de la travesía La Guaira (Venezuela)– Vigo (Galicia, España). “Velo fue el verdadero ideólogo de la Operación Dulcinea, que inicialmente iba a llamarse Operación Compostela”, explica el cineasta Aser Álvarez, cuya productora se está volcando en el aniversario del personaje, “pero nunca llegó a contar su versión. Tampoco su vida, que fue un incendio, siempre huyendo”. Álvarez y su equipo lo están intentando ahora a partir de su archivo, que rescataron en Brasil de la casa del hijo de Velo y que recientemente ha adquirido la Deputación de Pontevedra.

El plan era quijotesco. No por casualidad Velo estaba obsesionado con el libérrimo personaje de Cervantes y a Álvarez solo se le ocurre esa onomástica para definirlo: un Quijote. El exilio republicano vagaba derrotado y el Partido Comunista, principal fuerza de la oposición clandestina en España, había decretado hacía años el cese de la lucha armada contra la dictadura. Pero Velo, que procedía de las juventudes del Partido Galeguista de Castelao y había escapado en 1948 rumbo a Venezuela, no se resignaba. En América entró en contacto con elementos del antisalazarismo portugués y con ellos, en 1959, constituyó el Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación (DRIL). La organización antifascista, sin orientación ideológica clara, contaba con dos secretarios generales, el propio Velo y el general portugués Humberto Delgado. Sus primeras acciones fueron contra el régimen franquista a lo largo de 1960 y con explosivos. Causaron, por lo menos, dos víctimas: una, la del militante José Ramón Pérez Jurado, al que le estalló un artefacto en las manos; la otra, la de la niña Begoña Urroz. Al año siguiente se embarcaron en la sonada toma del Santa María.

Sobre este episodio, que ocupó portadas de periódicos y revistas de todo el mundo, han corrido ríos de tinta. El comandante Sotomayor, veterano militar de la República, también gallego y exmiembro del PC, escribió Yo robe el Santa María (1972), uno de los primeros monográficos sobre el suceso en este caso a cargo de uno de sus protagonistas. Xavier Montanya dio a la imprenta uno de los más documentados: Piratas de la libertad (original en catalán de 2004, con traducción al gallego en 2019). Pero también hay novelas –Santa Liberdade (1999), de Miguel Bayón– o películas –el documental Santa Liberdade (2004), de Margarita Ledo. Fue así, Santa Liberdade, como rebautizó el barco aquel comando temerario que había pensado el secuestro propagandístico en el apartamento de Caracas donde residía Xosé Velo. Él y otro portugués, Henrique Galvão, se colocaron a la cabeza de un operativo en el que una persona perdió la vida y otra resultó herida.

“Lo curioso es que la acción del DRIL aparece en los libros de historia de Portugal como uno de los acontecimientos que inician el fin de la dictadura de Salazar”, entiende Aser Álvarez, “pero en los españoles, apenas como una anécdota”. Con casi mil personas a bordo, entre pasaje y tripulación, el Santa Liberdade navegó durante 11 días con la siglas del DRIL pintadas en el puente de mando. Salazar pidió efectivamente ayuda a los gobiernos de Estados Unidos –con JFK recién elegido presidente– y Gran Bretaña para intentar recuperar la nave. Aseguraba que era un acto de piratería. Pero la motivación política del mismo lo desmentía, de acuerdo al derecho marítimo internacional que el propio Velo había estudiado minuciosamente. “El plan original, dirigirse a las colonias portuguesas y tratar de alentar movimientos insurreccionales para que se extendiesen a las metrópolis, no se llevó a cabo. Y, sin embargo, lo sucedido se ganó a la opinión pública internacional”, considera Álvarez.

Los miembros del DRIL acabaron desembarcando en Brasil, donde su presidente, Jânio Quadros, les había ofrecido asilo político. Su llegada al puerto de Recife fue triunfal. Velo se instaló en São Paulo y allí transcurrió lo que Álvarez denomina su segundo exilio, posterior a los años venezolanos.

Librero y editor

En esa ciudad retomó su relación con la literatura. Dos de sus hijos habían permanecido en Venezuela, no así Víctor, que con solo 17 años también se había embarcado con el DRIL en la aventura del Santa Liberdade. Él se encargó de conservar el legado del revolucionario y con él se encontraron Aser Álvarez y su equipo en São Paulo para descubrir que guardaba cartas, prosas inéditas, poemas, recortes de prensa, fotografías. De todo ese material, ahora custodiado por la Deputación de Pontevedra, Álvarez ha extraído un libro, Xosé Velo. Textos escollidos, cuyo hilo conductor es el escrito autobiográfico Muera España, viva España, y que se saldrá a la luz próximamente. El volumen repasa la vida y milagros de este “humanista, un nacionalista gallego e internacionalista, libertario, y radicalmente independiente”. “Tal vez por esa independencia nadie lo reivindicó con demasiada insistencia”, añade Álvarez, que ha ido recopilando las piezas del rompecabezas.

Xosé Velo, Pepe Velo, había nacido en Celanova (Ourense) en 1916. Durante la II República se integra en las Mocedades Galeguistas con el que sería su amigo íntimo, Celso Emilio Ferreiro, el gran poeta político de la literatura gallega del XX. También escribe poesía. El golpe fascista del 36 lo atrapa en Santiago de Compostela y, tras ser detenido, lo enrolan en el bando nacional. En 1938 regresa a Celanova y huye a Guinea hasta el fin de la Guerra Civil. La posguerra la vive en Vigo como profesor particular pero cae detenido en un operativo contra la guerrilla antifascista en 1945. Escapa durante una libertad condicional y en el 48 pasa a Portugal. Y entonces a Venezuela, donde se organizará en el Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación y el asalto del Santa Liberdade.

Durante los últimos años de su vida en Brasil regresa a la escritura. Abre una librería, de nombre Nós –en homenaje a la revista galleguista del mismo nombre en la que dibujó y escribió Castelao– y una editorial, Galicia Ceibe [Galicia Libre]. Su intención era editar también su propia obra, pero finalmente solo llegará a publicar una antología en portugués de Rosalía de Castro. Muere el 30 de enero de 1972 rodeado de su familia en São Paulo. Una de las últimas cartas que escribe es para Celso Emilio Ferreiro. Xosé Velo está enterrado en el cementerio paulista de Getsemaní. En su Celanova natal hay una calle que, desde los años 90, lleva su nombre. Es una calle sin salida.

Una página web, apoyada por la Dirección General de Memoria Democrática del Gobierno central, recogerá todos los materiales generados a lo largo de 2022 por la productora de Aser Álvarez en relación a Pepe Velo.