Una estrella ha nacido. Por lo menos ha nacido para las redes sociales del Partido Popular y alrededores, sobre todo para aquellas que lindan con la ultraderecha. Se llama Ana Vázquez Blanco, es diputada en el Congreso por la circunscripción de Ourense, hizo callo en la Comisión de Interior y esta semana triunfó en su hábitat al despacharse en Twitter contra la ministra de Igualdad, Irene Montero, que había colgado una noticia referida a la sentencia de la Gürtel. “Hablo de P... la tacones!!”, tecleó Vázquez Blanco. Lo hacía apenas unas horas después de pronunciar un desaforado discurso contra el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, al que acusó de “olvidar a aquellos que juraron dar la vida por España”. El trumpismo aristócrata de Cayetana Álvarez de Toledo parece haber encontrado relevo en el trumpismo ourensano de Vázquez Blanco. Y todo sin salir del Grupo Popular en las Cortes, cuya dirección la considera “un descubrimiento”.
Lo curioso es que Marlaska pertenece al ala más a la derecha del Gobierno de Pedro Sánchez. Tal vez a eso se refería Vázquez Blanco cuando dijo: “Ya no queda nada de aquel juez”. Antes lo había acusado de no haber querido evitar muertes por coronavirus al no publicar dos informes de finales de enero redactados por la Policía Nacional y la Guardia Civil. También de encubrir la reunión de José Luis Ábalos, ministro de Transportes, con una “dictadora y torturadora venezolana”. De verbo extremista, insulto fácil y poco interés por la sustancia política, al estilo Álvarez de Toledo, resulta sin embargo difícil imaginar dos figuras más alejadas.
Donde esta última era aristocracia, altanería y barniz intelectual, Vázquez Blanco dispara ristras de memes y titulares recolectados en la prensa de derechas. Si la ex portavoz parlamentaria popular había confesado votar a Ciudadanos por su distanciamiento de Rajoy, Vázquez Blanco, portavoz de Interior, medra políticamente a la sombra de los Baltar, la familia que gobierna la Diputación Provincial de Ourense desde 1987, primero el padre, José Luís, y ahora el hijo, Manuel. Y que mantiene una tensa pero electoralmente provechosa relación con Alberto Núñez Feijóo y la dirección del PP gallego. Pero el cometido, y el fondo, de ambas es análogo: encarnar la voz más agresiva del PP y disputar así ese terreno electoral compartido con Vox. Hacer presente una suerte de trumpismo autóctono, en que lo que se dice y la verdad guardan, como mínimo, cierta distancia.
Concejal a los 20 años y alcaldesa durante apenas seis meses
Ana Vázquez Blanco procede de Bande, una pequeña localidad en la comarca de la Baixa Limia (Ourense), ya próxima a Portugal. Allí comenzó en política a los 20 años. Era 1995 y había sido elegida concejala. En 2006, el sempiterno alcalde popular Amador de Celis falleció, y Vázquez Blanco, que se había enfrentado a él, recogió el bastón de mando. Lo sostendría apenas seis meses, porque no se presentó a las elecciones municipales de mayo de 2007. Lo hizo su entonces marido, José Antonio Armada, que encadenó cuatro mayorías absolutas y hoy es diputado en el Parlamento gallego. En su lugar al frente de la alcaldía de Bande está, desde el año pasado, Sandra Quintas. Que es, por cierto, sobrina de Vázquez Blanco. “Son un clan, como los Baltar”, acusa José Luis Álvarez, líder de los cuatro concejales socialistas que, contra cinco del PP en uno de los resultados más ajustados de la historia de Bande, conforman la oposición.
Pero a Vázquez Blanco hacía tiempo que su pueblo no le bastaba para hacer política. Aunque fuentes de la dirección popular afirman que “representa las voces del nuevo PP de Casado”, es diputada en el Congreso desde el año 2000. Durante bastante tiempo lo compatibilizó con la gestión local y en Madrid fue pasando más o menos desapercibida. No tanto en Bande, donde incluso llegó a tener problemas con el cuartelillo de la Benemérita. Ella, que había superado la prueba para inspectora de la Policía Nacional –aunque nunca ejerció– y que en su labor parlamentaria se erije en la valedora más ardiente de las fuerzas de seguridad del Estado. En 2014, el sargento del puesto de Bande acusó al entonces alcalde José Antonio Armada y a Vázquez Blanco de “enfrentar a la población contra los agentes”. Armada replicó: “Es una auténtica barbaridad”.
La diputada, con todo, siempre regresa a Bande, donde posee un chalé y su familia regenta un restaurante. Su relación con los Baltar, señores de la provincia a base de caciquismo político, está además sellada. Si algún día pierde su escaño en el Congreso, le espera un empleo en la Diputación de Ourense, obtenido tras superar unas oposiciones que, informó en su día El País, coparon parientes y cargos del PP. “Pero ella va creciendo. Con Rajoy estaba en la última fila y ahora ya está en la tercera o en la cuarta”, explica el socialista Álvarez, quien habla del “control” que mantiene Vázquez Blanco sobre la política municipal: “La gente tiene miedo. Yo soy funcionario y me da igual toda esta morrallada, no me asusta”.
“Centrista y galeguista”
El caso es que a 494 kilómetros de Bande, la bancada derecha de la Carrera de San Jerónimo aplaude entusiasmada las diatribas de su diputada ourensana. Atrás queda su implicación en la polémica de los currículos que hace unos dos años recorrió la política española. También ella había colocado como “máster en gestión pública” un papel que acreditaba su “participación con éxito en las sesiones de un programa de liderazgo para la gestión pública”. Según se explicó después de que su partido retirase la mención de la web, se trataba de un “cambio de denominación debido a un nuevo plan de estudios”. Y Pedro Sánchez también lo había hecho, adujo.
Con máster o sin él, la nueva estrella del Twitter del PP es de intervenciones en tono elevado. Así son también sus redes sociales, repletas de frases exclamativas e indignación a veces un poco forzada. Hace dos semanas, el community manager del partido hizo circular un vídeo suyo bajo el epígrafe Cómo tumbar al Gobierno en dos minutos. Resumía una intervención de Vázquez Blanco en las Cortes en la que se oponía a la constitución de una comisión de investigación por la Operación Kitchen. Y claro, no hay mejor defensa que un buen ataque, dice el tópico. La diputada de Bande acusó a PSOE y Podemos de “ocultar abusos sexuales a niños” en Mallorca, a los socialistas de regar sus campañas electorales en Andalucía con cocaína y visitas a prostíbulos y calificó la moción de censura contra Rajoy de “mentira y farsa”. “Lo hizo muy bien”, aseguran fuentes de la dirección del PP. Al Gobierno no lo tumbó, es cierto, pero dejó nuevamente para el diario de sesiones, y para forofos derechistas, una antología del desenfreno retórico. Todo sin apearse explícitamente de su propio posicionamiento político, ese con el que encabeza su cuenta de Twitter: centrista y galeguista.