Las firmas de los lienzos no resistirían una peritación caligráfica. Nadie ha documentado en su trabajo síntesis de diferentes obras como las aquí expuestas, ni tampoco traslados entre formatos, de bastidores grandes a pequeños. La excesiva rigidez y el sometimiento a la línea, el exceso de dibujo, la falta de ritmo entre figura y fondo o un extraño empleo del color no se corresponden con su habitual modo de proceder. Estos son algunos de los argumentos con los que un detallado y demoledor informe elaborado por expertos de la Fundación Luís Seoane pone en duda que el artista pintase 18 de las 26 obras a él atribuidas y expuestas en Lalín (Pontevedra) hace un año. Junto a ellas había otras 17, también cuestionadas, de Maruja Mallo.
Los reparos del texto respecto a la muestra Creacións Máxicas de medidas exactas. Maruja Mallo e Luís Seoane en Bos Aires. 1936-1965, comisariada por Antón Castro, financiada por el Concello de Lalín y avalada por la Xunta de Galicia –que sufragó el catálogo–, ya habían trascendido hace un año, cuando el conselleiro de Cultura, Román Rodríguez, y el alcalde de la localidad, José Crespo, participaron en su inauguración. Pero fue en junio cuando especialistas de la fundación redactaron el documento, de 37 páginas, que sirvió de base a una consulta legal -realizada por la gerencia- por si hubiese lugar a denuncia. Las escuetas conclusiones del abogado -apenas tres folios- fueron enviadas al patronato de la misma. En este órgano se sientan el propio conselleiro, el rector de la Universidade da Coruña, el presidente de la Real Academia Galega y representantes destacados del mundo del arte. Lo preside la alcaldesa de la ciudad, Inés Rey.
Consultada por elDiario.es, la directora de la institución, Silvia Longueira, ha declinado hacer declaraciones. Tampoco la Xunta de Galicia ha querido explicar su posición sobre la polémica muestra y se limita a comentar que su “colaboración” en la misma ha consistido en sufragar el catálogo con la reproducción de las piezas. Sí lo ha hecho Castro, el comisario de la exposición, para denunciar que los autores del análisis “nunca llegaron a ver los originales, han trabajado sobre fotografías y no los han estudiado por detrás. En Seoane, la parte trasera es el 40% de un cuadro”. Además, presume de las llamadas provenance –la trazabilidad de la pieza, desde que abandona el estudio del artista hasta la actualidad–, que el informe también pone en duda. Asegura que algunas obras llegaron a los propietarios directamente desde Maruxa Seoane, viuda del pintor. Estas son tres, y forman parte de las ocho que el estudio no cuestiona.
En todo caso, el pormenorizado análisis emanado de la fundación se suma así a la carta de los autores del Catálogo Razonado de Maruja Mallo que, dirigida a la Real Academia Galega de Belas Artes, negaba la autoría de Mallo de las 17 piezas incluidas en la exposición atribuidas a la pintora.
Exilio, galleguismo y pasión por el constructivismo
Mallo y Seoane ya habían coincidido en vida. Republicanos y antifascistas, fue en el exilio argentino donde su relación se hizo más habitual. Aunque Luís Seoane no ha alcanzado la relevancia internacional de Mallo, ni su cotización, su figura es central en la historia del arte gallego. Y no solo. Profesional de la pintura, dedicado además al diseño gráfico, su larga etapa en Buenos Aires lo ha convertido en un artista que Argentina reclama también para sí. Todavía recientemente el suplemento cultural del diario Clarín dedicaba un amplio reportaje a sus impresionantes murales, repartidos por la geografía de la capital sudamericana. A sus coleccionistas y marchantes vendió buena parte de su ingente producción. Y para editoriales del prestigio de Losada, fundada también por exiliados republicanos, trabajó como diagramador e ilustrador.
Pero Seoane fue, además, un creador comprometido con la emancipación social y nacional de su país natal, Galicia. Aunque nacido en Buenos Aires, hijo de emigrantes, en 1910, en Galicia despertó a la política y a las artes, que en su caso se entrelazan como en buena parte de los más importantes intelectuales del siglo XX. Militante del Partido Galeguista durante la II República, cercano siempre al marxismo y más tarde compañero de viaje de organizaciones comunistas, fue también poeta y dramaturgo, interesado en la historia desde abajo y en la épica de los humildes. Con Isaac Díaz Pardo ideó la moderna Sargadelos, una fábrica de cerámica que era mucho más que una fábrica de cerámica y a la que él aportó su solidez teórica, apoyada en la Bauhaus alemana, el constructivismo ruso –su biblioteca sobre el particular era nutrida– o las artes aplicadas del socialista inglés William Morris.
A finales de los 60, los viajes de Seoane a Galicia se hicieron cada vez más frecuentes. Murió en A Coruña en 1979. Pero la selección de Castro para Creacións Máxicas se centra en su etapa americana. De hecho, 15 de las 18 obras cuestionadas por la fundación proceden de la misma Galería Centoira de Buenos Aires de la que también salieron los Mallo que los autores del Catálogo Razonado consideran falsos. Tampoco aparece ninguna mención a Seoane, artista de elevada consideración en Argentina, en la página web del establecimiento. elDiario.es ha intentado sin éxito ponerse en contacto con la mencionada galería.
Según expertos consultados por este periódico, un óleo del pintor gallego puede alcanzar en el mercado los 50 o 60.000 euros de precio. La aparición de Seoanes falsos no es algo raro. La propia viuda del artista, Maruxa, llegó a pagar por alguno para retirarlos de circulación, según cuentan personas cercanas a ella. El singularísimo estilo del pintor, colores planos, dibujos esquemáticos, facilita las imitaciones.
Un informe en tres apartados: histórico, técnico y científico
El estudio elaborado por la Fundación Seoane es categórico. Comienza recordando que 15 de los 26 lienzos colgados en Lalín ya fueron rechazados por la propia institución en 2013, cuando organizó la muestra Luís Seoane nas coleccións privadas. Tampoco los quiso unos años antes el Museo de Belas Artes de A Coruña, dependiente del Gobierno gallego. Según Antón Castro, para “evitarse problemas con la fundación”. “La provenance testimoniada no se consideró suficiente para acreditar unas obras dudosas desde el punto de vista formal”, dice el documento. Provenance es el término que, en el mundo del arte, se usa para indicar el recorrido de la obra desde su origen hasta la actualidad. La fundación critica las correspondientes a las 18 piezas: 13 lienzos, cuatro guaches y una acuarela.
“No se conocen referencias ni reproducciones en el Archivo de la Fundación Seoane ni en cualquier otro archivo institucional o particular”, explica. Y, de existir dichas menciones, no aparecen en las provenance facilitadas por el comisario. En alguno de esos cuadros, por ejemplo en Xinete o Síntesis mural as carretas, el indicador incluye una pequeña historia sobre su peripecia. Para la fundación no es suficiente: “Solo se acredita el testimonio de una de las partes, que es siempre la receptora de la obra. Se prescinde del testimonio del autor”. Los otros dos apartados abarcan cuestiones técnicas y científicas y suponen el grueso de la argumentación de la institución.
En la parte técnica, denuncia lo que denomina “translación de formatos”. Es decir, hay obras que imitan a otras auténticas, pero pintadas en lienzos de 162 por 98 centímetros, el soporte habitual de Seoane. “No hemos documentado la literalidad en una misma serie de óleos ni la copia de cuadros por el propio autor. En general, cuando en Seoane hay literalidad es porque hay un tránsito del grabado o el dibujo a la pintura o al miral, pero no para cambios de formato de la misma técnica”, aduce. Tampoco consta documentado el proceso de síntesis relativo a obras sí autentificadas. Aquí ocurre con Lavandeira, un gouache –técnica de pintura al agua– sobre papel que es una especie de recorte del óleo Lavanderas, de la colección de la familia Seoane.
Pero es en la factura de las obras donde el informe se detiene con más prolijidad. “La factura de todas estas obras no se parece a la de las obras reconocidas de Luís Seoane”, asegura, “sin embrago, sí podemos decir que casi todas las obras procedentes de la Galería Centoira presentan una factura similar entre ellas”. A continuación enumera lo que considera anomalías detectadas en los trabajos expuestos en Lalín: excesiva rigidez, sometimiento a una línea “demasiado regular”, exceso de dibujo, “falta de ritmo” entre figura y fondo, y empleo del color ajeno a la “maestría” de Seoane.
Ni siquiera la rúbrica de algunos de los cuadros resulta fiable para la fundación. “Hay serias dudas de que resistan una peritación caligráfica”, señala. Esta objeción fue refutada hace un año por el propio Antón Castro, cuando las dudas sobre la autoría de estos lienzos saltaron a la prensa. Según declaró a Faro de Vigo, Seoane “fue un pintor muy desigual, que incluso tiene decenas de firmas en las que un experto caligráfico se perdería”. Para la fundación, estas “no dejan de ser meras opiniones” y lo importante es, a su juicio, “una serie de automatismos gráficos a lo largo de toda una obra, a pesar de su evolución y transformación”.
“Sospechas” de materiales no propios del artista
El informe revisa finalmente algunas cuestiones técnicas referidas a los materiales utilizados, y concluye con “sospechas” de que no son propios del artista. El papel de los guaches no se parece a ninguno de los catalogados hasta ahora. Además, está empapado de pintura, lo que nunca ocurre en las pinturas al agua de Seoane. Y los óleos presentan craquelados –grietas– “prematuros”. Según el informe, “podrían ser resultado de la utilización de un material de diferente categoría al empleado habitualmente por el artista, o de un proceso de secado de la capa pictórica excesivamente acelerado”.
El documento concluye con un deseo: el de despejar dudas. “Si pudiésemos acreditar la autoría de Luís Seoane, estaríamos ante una buena noticia, al poder descartar la hipótesis de un movimiento de obras falsas, y nos veríamos en la obligación de abrir una nueva línea de investigación sobre una manera de hacer que hasta ahora no estaba documentada”, considera, “mientras, lo riguroso sería como mínimo mantener la distancia”.
El alcalde como impulsor de la muestra
El propio Antón Castro ha comentado con elDiario.es el origen de una exposición que reúne obra de dos artistas gallegos, republicanos y exiliados pero con no mucho más en común que cierto trato. “Me llamó el alcalde de Lalín [José Crespo, del PP] para la Feira do Cocido y me dijo 'hay una exposición que podíamos hacer”, recuerda. Crespo le habló de un vecino de la localidad que poseía lienzos de Mallo y Seoane y le pidió que se encargase de armar una exposición a partir de ellos. “En seguida les advertí de que Guillermo de Osma iba a denunciar”, sostiene, “pero acepté para enfrentarme al monopolio de este señor sobre Maruja Mallo. Lo hice gratis, sin cobrar”. También denunció en su día Xosé Díaz, vicepresidente de la Fundación Seoane, y el Partido Socialista llevó las sospechas al pleno municipal. Unos meses más tarde, especialistas de esta institución entregaban el demoledor informe objeto de esta información.