Más allá del AVE: viaje en el degradado tren del norte de Galicia
“Nunca se sabe, esto es una caja de sorpresas”. El revisor del tren responde sobre la escasa afluencia de pasajeros en una línea, Ferrol-Ribadeo, que agoniza. A pesar de su potencialidad, entre la dejadez de las administraciones y los constantes problemas que provocan el abandono de unos usuarios resistentes pero hartos del desaprovechamiento del ferrocarril. El del norte gallego, que puede ser clave −como ya lo fue− en la vertebración de un territorio en decadencia y golpeado con unas nefastas políticas de movilidad. Ni siquiera esto cuidan.
Esa es la impresión de los usuarios. “Lo que pone ahí no vale nada, tú hazme caso a mí; es aquí, en el andén 7”. Comenzamos el viaje en la estación de Ferrol, cogiendo uno de los cuatro trenes que comunican la ciudad con Ribadeo (dos de ellos también con Oviedo, en siete horas), entre advertencias de un viajero habitual, acostumbrado a errores en las pantallas. Como el que casi deja en tierra a una pasajera, esperando a que el ferrocarril llegue al corredor 9, como indicaba el aviso.
En la espera, una estación casi vacía, solitaria. No es el mejor horario. “Algunas personas más hay en el de primera hora, sobre todo en A Mariña, de gente que va a Burela, al hospital”, explica el mismo revisor. En esta ocasión, lo hay. No es siempre así. “¿Hoy sí? Pues pago, porque ya he ido bastantes veces gratis”, explica un vecino de San Claudio, sabedor de que la dejadez es tal que viajar sin billete no es extraño. Y sacar usuarios de las estadísticas, también.
En esta parroquia ortegana suben dos personas hacia Viveiro. Una parada antes, en Mera, dos más camino de la feria que cada jueves hay en Ortigueira. Son las únicas personas que entran en uno de los dos vagones habilitados en este tren desde que lo habían hecho otras tres en Santa Icía, en Narón, 16 paradas antes.
Es allí, en el área de Ferrol, donde se da más movimiento, poco en todo caso. Donde el tren funciona de verdad como un tren de cercanías, sobre todo entre la ciudad y Xuvia, con varias paradas y casi 30 trenes de ida y otros tantos de vuelta al día desde las 6.30 de la mañana. Incluso hasta San Sadurniño, con la mitad de frecuencias. Una persona más sube en Virxe do Mar y se baja en Pinos; otras tres en Santa Icía y llegan a Pedroso. Desde ahí, casi nada hasta acercarse a A Mariña.
Poco más de una docena de personas acumula, en el momento de más afluencia, este tren en su recorrido hasta Viveiro, la otra capital comarcal de las tres por las que transcurre, junto a la ciudad departamental y Ortigueira. Son las paradas de estas tres localidades las que más usuarios −viajeros que subieron o bajaron de un tren− suman cada año, junto a las de Xuvia y Burela, según los datos de Adif. Todas van a menos. En Ferrol, hace cinco años, los usuarios del antiguo FEVE se acercaban a los 100.000; hoy en día no llegan a 60.000.
A pesar de todo, los jefes de las estaciones mantienen con rigurosidad su ritual en San Sadurniño, Moeche o Cerdido. Entre el vacío y el silencio del monte, que sólo rompe el tren, se llevan el silbato a la boca, levantan la bandera roja y silban para abrir paso al ferrocarril. El revisor, a cada parada y repetitivamente, abre la puerta de la cabina delantera y mira de soslayo a los vagones por si alguien subiese. Nadie hasta que aquellos dos ancianos suben en Mera, docenas de kilómetros después. Entre hectáreas de eucaliptos que afean el paisaje, ramas que baten contra la locomotora y conversaciones de complicidad, familiares.
Un hombre más coge el tren en Loiba (donde “el banco más bonito del mundo”, por lo visto), otra mujer en Ortigueira y el tren se pega a las rías para acercar la belleza de O Barqueiro, de O Vicedo y de la marea alta, con ocho pasajeros dentro. En Mosende, dos jóvenes esperan. El apeadero de esta pequeña parroquia fue utilizado un total de 168 veces en todo 2017, según los datos que maneja Adif. Medio uso por día. Un uso cada dos jornadas en una de las cuatro paradas más desiertas de la línea.
El 30% de todas las incidencias en el sistema ferroviario
En ese 2017, la pérdida de viajeros del tren del norte se duplicó a pesar de un supuesto plan de mejora que se quedó en casi nada. En verano del mismo año, otro plan urgente de mejora falló al primer día. Las cancelaciones, el traslado de usuarios en autobuses, las averías y la falta de maquinistas siguen siendo lo más habitual entre la desesperación de los ayuntamientos por donde pasa el ferrocarril, hartos de remiendos que nunca solucionan nada.
En la última reunión que los regidores mantuvieron con Renfe y Adif, se prometieron nuevas máquinas en un plazo de tres años y nuevos horarios para este principio de 2019, entre la indignación de los representantes municipales o de la Plataforma pola Defensa do Ferrocarril Ferrol-Ribadeo, que lleva años denunciando la dejadez que sufre esta línea: el 30% de los incidentes de todo el sistema ferroviario español se dan en este trazado de 254 kilómetros. La última respuesta de Adif, a una pregunta parlamentaria de En Marea sobre inversiones en el tren del norte gallego, se limitó a destacar el “tratamiento de las trincheras”.
Hace tan sólo unos días, Renfe anunció a bombo y platillo −con anuncios en prensa y radio− un pequeño incremento de horarios en el tramo Ferrol-Ortigueira. “No hay horarios decentes, no puedes depender del tren para trabajar... Y si vas, faltan maquinistas, fallan los trenes o llegas tarde”, dice una empresaria de Viveiro, que advierte de que ha visto “incluso señoras de más de 60 años manejarse con el Blablacar para desplazarse por la zona”. “Las dejan donde quieren, acuerdan la hora... Un tren como lo que hay ahora no puede competir con nada”, explica. En las comparaciones, también los servicios de cercanías que Catalunya, Euskadi o incluso Asturias han sido capaces de implantar en las mismas vías.
“Recuerdo lo que supuso el tren para la comarca cuando llegó al Ortegal, a principios de los 60, la cantidad de gente que lo utilizaba... Hasta no hace tanto, el FEVE compensaba para muchas cosas, pero ahora es casi un tren turístico para ir con calma y poco más. Si no hay servicios, la gente se marcha; y si la gente se marcha, no dan servicio”, reflexiona otro vecino, que alude a las protestas, lógicas, de los usuarios del precario servicio ferroviario en Extremadura, pero advierte de lo que hay en Galicia.
Con todo, hay trayectos que solo precisan mejores horarios y difusión. Entre Ortigueira y Viveiro, en coche, el recorrido no dura menos de 45 minutos, por carreteras antiguas, peligrosas y con curvas, a la espera de un corredor decente que nunca llega. En tren, la distancia se recorre en unos 40 minutos y el billete cuesta 2,85 euros, con dos paradas a un paso del centro de la villa mariñana. Pero el primer vagón no pasa hasta pasadas las 9.30 de la mañana. “Bueno para ir a tomar los vinos o de compras, nada más”.
A la vuelta, a primera hora de la tarde, el tren suma algún estudiante, dos turistas argentinos y vecinos que vuelven a Ortigueira desde Viveiro. Seis de ellos bajan en la villa ortegana, desde donde el ferrocarril viaja casi vacío hasta acercarse a Ferrol. En la estación de la ciudad, el revisor, el mismo de la mañana, reflexiona: “Se golpea tanto a los usuarios que nos abandonan; si no es la falta de maquinistas son las averías y, si no, los malos horarios... Así es muy difícil”, resume.