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La histórica subida del BNG sacude el tablero de la izquierda gallega

La líder del BNG, Ana Pontón, en la noche electorla del 12 de julio

Daniel Salgado

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La izquierda gallega ha sufrido una nueva sacudida. La histórica subida del BNG, que con Ana Pontón como candidata ha pasado de 6 a 19 escaños, ha reordenado las posiciones y ha colocado a los nacionalistas como cabeza de la oposición. Por detrás, el Partido Socialista, que con 15 diputados se queda prácticamente como estaba. Pero la gran sorpresa de la jornada, que al contrario de la escalada nacionalista, ninguna encuesta consiguió detectar, es el final parlamentario de lo que en su día se llamó nueva política. Galicia en Común, la coalición integrada por Podemos, Esquerda Unida, Anova y algunas mareas municipales, no ha obtenido representación.

La impresionante recuperación de los nacionalistas los ha llevado a superar incluso el techo que había alcanzado Xosé Manuel Beiras en 1997, que entonces consiguió 18 diputados y también superó al PSdeG. Una campaña personalista, en la que Pontón incluso abrió la casa natal de su aldea de Chorente (Sarria, Lugo) a la prensa, un discurso sin asperezas y una continua reivindicación de su condición feminista, impulsó sus resultados. “No oculto que queríamos más, que queríamos una nueva etapa en nuestro país, pero empezamos a trabajar desde ya para que dentro de cuatro años el cambio sea posible”, afirmó Pontón. Detrás de su resultado, añadió, está “la coherencia, la perseverancia y el amor a Galicia”. El BNG cierra definitivamente una de las etapas más convulsas de sus casi 40 años de existencia, la que comenzó en 2009 con la caída del bipartito y se agravó en 2012 con la ruptura de la Asemblea de Amio.

Fue entonces cuando Beiras abandonó la formación y, en el fragor de la crisis del neoliberalismo, se alió con Esquerda Unida. Aquella alianza -Alternativa Galega de Esquerda- se convirtió en tercera fuerza del Parlamento de Galicia y relegó al BNG a la cuarta posición. Arrancó así otra aventura también convulsa, la de las confluencias de izquierdas federales y sectores nacionalistas, a las que se incorporó en 2014 Podemos, y que esta noche electoral ha llegado a su estación término. Galicia en Común recogía, más o menos, ese hilo. Y si en 2016, como En Marea, había liderado la oposición con 14 diputados, cuatro años de inacabables peleas internas han pasado factura: con 50.000 votos y apenas el 3,92%, nadie de lo que también se denominó “espacio rupturista” se sentará en el Parlamento gallego.

“Son malos resultados. Es un mal día para nuestro país pero especialmente para nuestro espacio político”, declaró muy serio su candidato Antón Gómez-Reino, todavía diputado en el Congreso, quien anunció “una reflexión profunda”. La ascensión y caída de la izquierda rupturista -otro de los adjetivos que se le apuso- ha sido fulgurante. Hace apenas dos años, lideraban la oposición, gobernaban A Coruña, Santiago de Compostela y Ferrol y contaban con cinco parlamentarios en Madrid. Algunos grupos municipalistas, dos asientos en las Cortes -uno de ellos, el de la ministra de Trabajo Yolanda Díaz- es lo que sobrevive.

Si bien el BNG ha recogido buena parte de la base electoral del rupturismo, el Partido Socialista no ha pescado en ese caladero. Los 14 diputados que en 2016 obtuvo Xaquín Fernández Leiceaga se han transformado en 15. La la valoración de Gonzalo Caballero, su aspirante a la presidencia de la Xunta, la noche electoral fue optimista: “Mejoramos un punto y medio. Tenemos un apoyo relativo mejor”. A Caballero lo acompañaron en sus mítines la práctica totalidad de ministros socialistas del Gobierno de coalición en el Estado. Su discurso a menudo se dirigió a defender la acción de Sánchez, pero eso no bastó para reeditar la victoria en las generales de abril de 2019, cuando por primera vez el PSdeG derrotó al PP. “No son resultados satisfactorios, no son los que esperábamos”, admitió finalmente este domingo.

Los socialistas no consiguieron salir de la tercera posición. Superados por el BNG, el Parlamento gallego vuelve a arrojar un dibujo que contradice la imagen conservadora de Galicia: la izquierda a la izquierda del PSOE es una de las electoralmente más fuertes de las cámaras autonómicas.

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