Xulio Ferreiro se va. El todavía regidor de A Coruña ha anunciado este miércoles que renunciará a su acta de concejal y no se sentará en el pleno municipal en este próximo mandato tras la pérdida de la alcaldía y de cuatro escaños por parte de la Marea Atlántica el pasado 26M.
Toma una decisión “madurada desde hace tiempo”, la de “abandonar la vida institucional” aunque no el espacio de confluencia que ayudó a impulsar hace cinco años. Lo anunció emocionado y sin poder contener las lágrimas. “No hay nadie imprescindible en política”, dijo tras advertir que no se marcha “muy lejos” porque se quedará en la Marea “como uno más, ofreciendo” su “experiencia y trabajo como militante”.
La Marea fue superada por el PSOE y, a pesar de mantener más de 25.000 votos y superar el 20% de apoyo, no ha cumplido con el propósito de renovar la alcaldía. “Cuando no se cumplen los objetivos que uno se pone, se debe actuar en consecuencia y asumir responsabilidades”, dijo este miércoles tras aludir a “razones de carácter personal y político” para su marcha, que reveló acompañada de miembros de la formación y del gobierno local.
“Lo consecuente es dejar paso a otra persona o personas que puedan situar a la Marea Atlántica en condiciones de disputar la alcaldía en cuatro años”, insistió Ferreiro, tras una campaña electoral centrada en su figura. Consciente de su tirón y de su buena consideración general, la candidatura municipalista basó la contienda electoral en un regidor que siempre ha presumido de “cercanía” con la gente y de la “normalidad” de un coruñés más.
“Gana en las distancias cortas”, insisten siempre desde su entorno pero también desde sectores que pasaron del recelo al respeto o al elogio tras algún encuentro. “Es un tipo normal, de los pocos profesores con los que podías conversar o fumar un cigarro después de las clases”, decían algunos de sus ex-alumnos hace cuatro años, cuando llegó a la alcaldía por sorpresa. Volverá a las aulas pero ya no saldrá a fumar. Prometió dejarlo después de las elecciones, pasase lo que pasase. “No he vuelto a fumar desde el domingo”, dijo.
Regresará a la Facultad de Derecho, donde fue profesor de Inés Rey, antigua alumna que ocupará ahora su puesto en la alcaldía. La candidata socialista será recibida, con toda seguridad, con menos recelos y animadversión de la que han mostrado con Ferreiro esos “poderes fácticos” de A Coruña y su alargada sombra. Aquellos que “diseñaban la ciudad en los reservados de restaurantes” y que prometió combatir.
El regidor presume de no ser de aquellos y sí de una ciudad “popular, de los barrios, la que nutre su población básicamente del éxodo rural de los 60 y 70”, como dijo poco antes de coger el bastón de mando. Alejado “de esa A Coruña de los Méndez [en referencia al antiguo director general de Caixa Galicia], de los Paco Vázquez, de esas supuestas figuras que tienen secuestrada la ciudad y su poder simbólico”.
“Un mandato difícil”
Su mandato ha sido, también, una manera de romper los tópicos sobre una ciudad “con una disociación brutal entre lo que es y lo que algunos quieren que represente”. Y con unos perjuicios asentados en el pasado y en el desconocimiento. Aquel “poder simbólico secuestrado” cambió también en la ciudad con la alcaldía de un coruñés de barrio, que habla en gallego y que no ha dejado su asiento en el fondo del estadio de Riazor. En la grada más populosa y popular, lejos del palco, del lugar de la directiva del Deportivo que abandonó también su cargo sólo unas horas antes.
Los errores -“claro que los hubo, pero se aprende”, dice-, la inexperiencia y la presión constante influyeron en un mandato que define como “difícil, en minoría”, que Ferreiro acaba con más canas y mucha más experiencia pero, recuerda, “siendo en esencia el que entró”. “Con el mismo patrimonio, con las mismas amistades y con los mismas costumbres”, aclaró. “Como xente do común entramos, como xente do común marchamos”, insistió.
“Creo que hoy A Coruña es mejor que hace cuatro años”, dijo al referirse a una ciudad que ve “más sostenible, que redujo bolsas de pobreza, que contamina menos, que tiene más empleo y más riqueza, una vida cultural más intensa, un sector turístico más fuerte, con las cuentas saneadas o donde ya es normal que los vecinos participen en la vida institucional”.
Resumió, además, importantes proyectos que el gobierno local ha dejado hechos o encauzados para el futuro, como el cambio en el “sentir común” de la ciudad sobre el futuro del puerto y los miles de metros cuadrados que quedarán liberados y que mantienen el riesgo de privatización a pie del mar. Pero tampoco ha obviado la dificultad para “establecer alianzas con otras administraciones” o “aguantar las campañas de desprestigio” a las que dice que ha sido sometido su gobierno y que “también afectaron a vidas personales”. “Habría sido más fácil asumir alguna de esas presiones, pero no hemos cedido y hemos aceptado las consecuencias”, insistió. “Nunca nos hemos desviado del camino ni hemos traicionado nuestros principios” acostumbra a decir.
Lo que en la Marea muchos definen como “acoso” desde algunas trincheras llevó a que hubiera quien lanzase flores “para la tumba del alcalde” tras una polémica en el pleno o que en una asociación de empresarios los aspirantes a la alcaldía debatiesen, ausente él, ante un muñeco sin piernas con su careta.
De esa careta que él dice que nunca se ha puesto desde que entró en la política institucional, de la que se marcha sin obviar críticas hacia la evolución del “espacio político, en Galicia y en el Estado”, donde se sitúa la Marea Atlántica. Ferreiro luchó también desde dentro por asentar una alternativa fuerte de la izquierda rupturista a nivel gallego pero acabó cansado y centrando sus esfuerzos en la ciudad.
“No llegamos para mirar hacia dentro, para mirarnos a nosotros mismos”, dijo, tras advertir de que todo el tiempo que se ha perdido en batallas internas “se ha dejado de dedicar a la ciudadanía” y sabedor de que su candidatura municipalista sí ha conseguido en A Coruña la unidad y cohesión que no ha logrado en otras latitudes.
Pero no desiste. “Hay que recomponer el espacio, pensar lo que hemos hecho mal y empezar a hacerlo bien”, aclaró, para recordar que las derrotas electorales no son definitivas: “Ya les ha pasado a otros antes y a otros hace cuatro años que ahora están en la cresta de la ola”, insistió en referencia a Pedro Sánchez. Pero sí lanzó un mensaje: “Hace falta generosidad, altura de miras y sumar. Espero que todos estemos a la altura”.