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El PP gallego se aferra a Feijóo diez años después de encomendarle el fin del fraguismo

Feijóo, tras ser proclamado líder del PPdeG en enero de 2006

David Lombao

En enero de 2006 el PP se disponía a iniciar una campaña de recogida de firmas contra el Estatut de Catalunya y Alberto Núñez Feijóo animaba al entonces líder de su partido en Catalunya, Josep Piqué, a que pusiera “un poco de orden” en la reforma estatutaria. Feijóo lo hacía desde el atril del congreso en el que, bajo el lema Xuntos por Galicia, el congreso del PPdeG había hecho oficial su designación como sucesor de Manuel Fraga en la Presidencia. Diez años después de aquel 15 de enero en el que el patrón de la derecha española cedió el timón del que entonces era único partido de la oposición en el Parlamento de Galicia, la reivindicación soberanista catalana que Feijóo animaba a controlar está en plena ebullición y el PPdeG se aferra al actual presidente, de futuro político todavía incierto, para intentar retener el poder en Galicia.

Al asumir el liderazgo Feijóo dijo que encabezaría un partido “galleguista y español” frente al que no se comportaría como “un Judas” con el legado de Fraga, y por eso iba a contribuir a “profundizar en el autogobierno de Galicia sin pleitear con el Tribunal Constitucional”. Menos de un año después de aquellas palabras el veto del propio PP hacía fracasar definitivamente la reforma del Estatuto de Autonomía y, casi al mismo tiempo, cogía la bandera de una supuesta “imposición” del gallego, desmarcándose del pacto que había alcanzado con el resto de fuerzas en este ámbito y alentando con su participación activa las movilizaciones de una desconocida asociación denominada 'Galicia Bilingüe'.

El gallego presuntamente “impuesto” fue también uno de los ejes de la campaña que, dirigida por Alfonso Rueda, convirtió a Feijóo en titular de la Xunta tres años después de aquel Congreso. Ya desde la Presidencia Feijóo comandó el que ya es el período más largo de la historia de la autonomía sin que Galicia haya sumado ninguna competencia nueva. Los “pleitos” en el Tribunal Constitucional no han tenido, efectivamente, relación alguna con una apuesta por ensanchar el autogobierno, sino que mayoritariamente han estado vinculados al rechazo de los conservadores a medidas adoptadas por el Gobierno central mientras estuvo presidido por José Luis Rodríguez Zapatero.

Las “primarias” que no fueron primarias

Las ocasiones en que Feijóo rememora públicamente aquellos días de enero de 2006 evoca el congreso que lo elevó al liderazgo afirmando que fue la culminación de un proceso de primarias. “En el 2006 hubo primarias en él PPdeG”, afirmó, por ejemplo, en una entrevista con La Voz de Galicia el pasado verano. No obstante, el plenario en el que recibió el 96% de los votos no estaba compuesto por el conjunto de la militancia, sino por delegados y delegadas que no tenían ante sí más que a un candidato, el propio Feijóo, toda vez que los demás habían ido retirando sus candidaturas en las semanas previas a la cita congresual.

La cúpula del PP, que con Mariano Rajoy al frente todavía intentaba acomodarse a la oposición en el Congreso, deseaba una sucesión controlada y con pocos participantes. No obstante, cuando en otoño de 2005 se abrió el proceso se pusieron sobre la mesa tres candidatos además de Feijóo: José Manuel Barreiro, Xosé Cuíña y Enrique López Veiga. Para optar al liderazgo tenían que cumplir una condición previa: tener el aval de, al menos, 400 de los 2.000 compromisarios votados por las agrupaciones locales para participar en el congreso.

Personas próximas a aquel proceso recuerdan que desde la madrileña calle de Génova no se ejerció, ni de lejos, la neutralidad. Figuras como la del poderoso José Manuel Romay Beccaría fueron claves en la persuasión a los compromisarios sobre la conveniencia de optar por Feijóo y no por la candidatura que se idenitificaba como la del PP “de la boina”, la de Cuiña, que defendía la necesidad de “refundar” el PPdeG “en clave gallega, sin paliativos y radicalmente democrática”. Se trataba, aseguró antes del congreso, de frenar la “paulatina pérdida de autonomía” del partido en Galicia.

Los movimientos, especialmente entre alcaldes, surtieron su efecto y en los actos del Día de la Constitución de 2005 en Ourense el presidente del partido en la provincia, José Luis Baltar, confirmaba que Cuiña le había informado de que la mayoría de los regidores de Pontevedra estaban con Feijóo. Así las cosas, los avales del baltarismo pasaban de Cuiña al actual presidente, López Veiga se retiraba por falta de apoyos y solo quedaba un obstáculo, Barreiro, que apenas dos semanas después se integraba en la candidatura de Feijóo como vicepresidente, figura de nueva creación en el partido. Así las cosas, lo que no fue un proceso de primarias tuvo tantos candidatos, no obstante, como las primarias de otros partidos en años posteriores: uno solo.

El 2016 de la incertidumbre

Una década después de aquellos acontecimientos el PPdeG se vuelve a encomendar a la figura de Feijóo, líder del partido en sus mayores triunfos de los últimos diez años pero también presidente cuando del PPdeG ha caído hasta sus cuotas más bajas de apoyo ciudadano, caso de las recientes elecciones municipales y generales. Con la precampaña de las elecciones gallegas lanzada desde inmediatamente después del 20-D en las últimas semanas se han multiplicado las voces que animan a Feijóo a considerar la conveniencia de optar a un tercer mandato, aunque él mismo haya indicado que considera adecuado permanecer en la presidencia solo dos legislaturas.

Ante la posibilidad real de un resultado electoral que pueda favorecer un gobierno de la izquierda dirigentes como Alfonso Rueda o Pedro Puy han manifestado en los últimos días que Feijóo es el “mejor” candidato posible. Además, en entornos menos favorables al presidente como la del PP ourensano se admite que, si el congreso del partido -previsto para este primer trimestre- elige un cartel electoral diferente del de Feijóo, las posibilidades de repetir en la Xunta se reducirían todavía más. Sea como fuere, en un escenario en el que por el momento no cabe descartar ni una repetición de las generales ni un adelanto de las gallegas, el argumentario conservador se centra en que, más allá de los candidatos, sólo el PP puede garantizar “estabilidad” para Galicia. En esta ocasión, parece, tampoco habrá primarias.

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