“Ese centralismo arrogante español hace que se mire con desdén o directamente que no se mire, lo que ocurre en otros lugares de España. Yo no me cansaré de repetir que lo que había ocurrido en Galicia era señal de que las cosas eran posibles”. En el año 2014 el actual secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, resumía así, tal y como recoge el periodista Anxo Lugilde en su libro De Beiras a Podemos (Praza Pública, 2014) su experiencia como asesor de Alternativa Galega de Esquirda en la campaña gallega de 2012. Tres años después de aquellos comicios el partido que lidera Iglesias acaba de cosechar un notable éxito electoral en Galicia como miembro de En Marea, de la que forman parte también los socios principales de aquella AGE. Su emergencia como segunda fuerza impulsada desde las municipales de mayo, por una parte, y la abrupta caída del PP, por la otra, han disparado definitivamente la precampaña de las elecciones gallegas de 2016 que, paradójicamente, todavía no tienen candidatas o candidatos definidos por ninguna fuerza política.
Ya durante la campaña, al calor de los actos electorales, desde la banda izquierda del espectro político se formulaba el 20-D como una especie de primera vuelta de los comicios gallegos que están por venir. Así, por ejemplo, en el multitudinario acto de En Marea con Pablo Iglesias en A Coruña, el alcalde de la ciudad, Xulio Ferreiro, apostaba por extender el resultado de las municipales “al Estado y a Galicia en el 2016”. Además, el secretario general del PSdeG, José Ramón Gómez Besteiro, atribuyó en varias ocasiones las críticas lanzadas por Mariano Rajoy contra él mismo durante la campaña a que los populares eran conscientes de que iban “a perder” tanto el Gobierno de España como el de Galicia.
Tras estas consideraciones durante la campaña, el día después de los comicios en los que el PP ha perdido más de 250.000 votos y se ha quedado con 10 escaños -cinco menos que en 2011 y dos menos de los fijados por la dirección del PPdeG cómo objetivo-, las lecturas en clave gallega no se han hecho esperar. En esta línea, el alcalde de Santiago, Martiño Noriega, consideraba a las pocas horas del cierre de los colegios que el declive conservador y los 6 escaños de En Marea constataban la “consolidación de un relato de cambio político” en Galicia. “Algo se está moviendo en el país y, si en mayo cambiaron los gobiernos de muchas ciudades, en menos de un año, seguramente, cambiará el Gobierno de Galicia”, afirma.
Petición de elecciones a un Feijóo “derrotado”
Todavía más contundente se mostraba el propio lunes la todavía viceportavoz en el Parlamento y futura diputada de En Marea por A Coruña. Para Yolanda Díaz la “lectura” del 20-D en Galicia es “evidente y clara”, una lectura de “cambio” frente a un Feijóo “derrotado” a quien solo queda por pedirle una cosa: que “haga las maletas, convoque elecciones, disuelva el Parlamento y nos deje respirar”. Esa misma exigencia se ha lanzado la propia Díaz al presidente en el Parlamento, en la que previsiblemente ha sido la última sesión de control de la parlamentaria en el Pazo del Hórreo.
El “cambio” para Galicia ha sido leído de igual manera en los resultados de las generales por Besteiro. Entre el alivio de mantener los 6 escaños del PSdeG a pesar de ser superado en votos por En Marea, el líder socialista se muestra convencido de que, si alguien “sale dañado” del proceso electoral ese “es Feijóo”. El titular de la Xunta, resalta, ha llevado al PP gallego a sus “peores resultados en democracia”, y “la gente sabrá ver” que, en menos de un año, “el cambio es posible” en Galicia.
Ante la coincidencia de la oposición el partido que sustenta al Gobierno ha extendido el argumentario que el propio Feijóo desplegó en la noche electoral, centrado esencialmente en sacar pecho ante el resto del partido e incluso ante el propio Rajoy, recordando que si ahora queda algún gobierno “estable” en España, ese es el de la Xunta. Así, por ejemplo, el portavoz de los populares en la Cámara gallega, Pedro Puy, ubica a su partido en un proceso de “remontada” que ilustra asegurando que en Galicia el Estado del Bienestar “ha aguantado muy bien” durante la ola de recortes y, al contrario de lo sucedido en el PP a nivel estatal, aquí “no hay nada de corrupción” atribuible a los conservadores “por mucho que se haya intentado vincular”. Y por si fuera poco, viene a decir, Feijóo no es como Rajoy, toda vez que en Galicia “no hay un presidente que no comparezca ante los medios”.
Sea cómo fuere, mientras En Marea administra su buen resultado y tanto PP y PSdeG como, en mayor medida, el BNG hacen examen de conciencia tras sus respectivas caídas, la última sesión parlamentaria antes de Navidad ha constatado, por si quedaba alguna duda, que la carrera electoral gallega está lanzada y que lo estará todavía más en enero. Comienza así a componerse un panorama electoral para el que faltan piezas esenciales. El congreso del PPdeG, las primarias del PSdeG y la evolución judicial de Besteiro, la asamblea nacional del Bloque y el trabajo interno y externo de las mareas -Marea Atlántica, por ejemplo ya llama a la construcción de un “proceso de confluencia para las autonómicas”- marcarán líneas políticas, alianzas y caras para unos comicios que tocarían en octubre pero para los que ya poca gente se atreve a pronosticar ni siquiera la fecha.