La pasada semana Xoán Hermida presentó en la USC su tesis doctoral, Movementos Sociais e Altermundismo en Galicia. De Nunca Máis a AGE (2002-2012), que recibió la máxima calificación. El trabajo hace un recorrido por la conformación y crecimiento del movimiento social gallego actual, desde Nunca Máis y la fuerza insuflada por el altermundismo y los foros sociales, hasta el nacimiento del 15M -“punto de arranque simbólico de un nuevo tiempo político”- y la construcción de nuevas estructuras políticas, como AGE y, posteriormente (aunque la tesis sólo las analiza en sus conclusiones) las mareas.
Hermida destaca que, tras un proceso de desafección con los contenedores partidarios previos, la aparición de AGE fue “la primera concreción de nuevos interfaces políticos construidos en buena medida por la incidencia de los nuevos movimientos sociales”, abriendo “un período de reconstrucción de una nueva izquierda cívica, democrática y nacional”. El trabajo aporta, por lo tanto, un análisis de las bases ideológicas y sociales de un nuevo espacio político en Galicia, que permite entender el crecimiento electoral experimentado por En Marea el pasado domingo.
La tesis, dirigida por los profesores Nieves Lagares y Ramón Máiz, incluye más de un centenar de encuestas a activistas sociales, además de entrevistas personales y grupos de enfoque. Contribuye a llenar el vacío existente en lo referente al estudio teórico sobre los movimientos sociales en Galicia y ayuda a entender mejor la evolución política de los últimos años.
La tesis traza un relato sobre la construcción, en la última década, de un nuevo espacio político en Galicia, con raíces diversas y fórmulas políticas cambiantes, pero en el que el activismo social juega un papel fundamental. ¿Cómo fue este proceso?
Cuando empecé a elaborar la tesis, a finales del 2011 -cuando aún no habían llegado ni AGE, ni Podemos ni las Mareas-, ya se podían identificar muchos de los procesos que después tuvieron lugar. Muchas veces la mirada de los activistas o de los periodistas, que analizan el día a día, no es tan amplia. Quería analizar un proceso largo, de cambio, que iniciamos con Nunca Máis, y que tiene un primer episodio de desafección, un segundo de construcción de ese movimientismo en Galicia y de trabajo en red, y que después va a acabar por generar concreciones en el campo político. Hay todo un proceso de movilización en el que se demuestra que los movimientos sociales maduran a lo largo de toda la década y adquieren independencia. En esa maduración se llega al convencimiento de la necesidad de contar con nuevos interfaces. Si observamos lo que está pasando en el presente, vemos que seguimos aún en un proceso, estamos aún en un momento de tránsito.
La construcción de este nuevo tiempo político no es sólo un problema metodológico o de desafección con algunos mecanismos que tenían los partidos clásicos, sino que hay un cambio de paradigma. Este cambio de paradigma se vio en AGE, que fue transgresor por muchos motivos, comenzando por proponer la unidad del nacionalismo y del no nacionalismo, rompiendo con la norma dominante en la izquierda gallega. Posteriormente, Podemos introduce también una cuestión ontológica, donde AGE no se había atrevido a llegar; se pregunta quién es el sujeto de cambio y hace una apelación a un nuevo sujeto social, que es la ciudadanía -los de abajo (en oposición a los de arriba)-, más amplia que la clase obrera o el nacionalismo, y descartando los identitarismos previos. Y las Mareas sitúan un tercer elemento: señalan que hay también un problema metodológico, que tiene que ver con la radicalidad democrática y las nuevas formas de hacer política.
En la tesis analizas en detallo el desarrollo del primer Foro Social Galego (2008). ¿Qué papel juega en el proceso?Foro Social Galego
El Foro Social Galego fue un evento que hay que entender en la dinámica del altermundismo de estos años. El altermundismo fue un cobertor cultural para que una parte de las viejas élites -podemos personificarlas en Beiras- y los líderes de una parte de los nuevos movimientos emergentes confluyeran. Ahora, mirando hacia atrás, vemos como un buen número de los líderes, diputados y diputadas de AGE y concejales y concejalas de las Mareas, y una buena parte de los candidatos de En Marea, participaron activamente en ese movimiento. En concreto, 21 de los 59 miembros del Consejo del Foro Social Gallego son hoy dirigentes de la izquierda política rupturista. Hay una importancia cuantitativa, pero también cualitativa. No es que el altermundismo fuera una expresión hegemónica dentro de la izquierda en Galicia, pero sí que sirvió para que se produjera este tránsito. De nuevo, podemos personificarlo en Beiras, que fue miembro durante años del Consejo Permanente del Foro Social Mundial, se empapó de este movimiento y de la cultura altermundista y fue el catalizador de esa primera estructura política que después se creó. En este sentido, creo que el altermundismo fue clave para conformar una nueva cultura política, distinta al nacionalismo tradicional y a la izquierda tradicional en Galicia.
¿Qué efecto tuvo sobre los movimientos sociales la llegada al gobierno de la Xunta de PSdeG y BNG y la posterior caída del Bipartito?
Hay que entender, primero, que cuando se forma el Bipartito, uno de los partidos que lo constituye -el BNG- ya no llegaba en su mejor momento. Y esto era debido en parte a la desafección que se produjo después de Nunca Máis. Y ya antes de Nunca Máis se había producido esta desafección con los y las estudiantes que protagonizaron las protestas contra la LOU. Digamos que ese corsé partidario ya se les quedaba pequeño. Después, la propia gestión del Bipartito en algunos aspectos y sobre todo la relación que establecieron los partidos del Gobierno con sus bases sociales hizo que esta desafección aumentara. Intentaron reproducir la misma relación subordinada que era habitual en las décadas anteriores, pero eso ya no era posible, la sociedad había cambiado. En este sentido la movilización de Galiza Non Se Vende fue muy importante, no porque fuera un movimiento de masas, sino porque conectó ciertos sectores que constituían la base social del nacionalismo con nuevos líderes sociales emergentes.
Y, después, llega el 15M y lo cambia todo...
El 15M son muchas cosas a la vez, y es ante todo el símbolo del inicio de una nueva etapa, es lo que marca un antes y un después. La crisis económica global tiene mucho más impacto en España y Galicia porque además coincide con el agotamiento del modelo político salido de la Transición, que tiene muchas señales: corrupción, desgaste de líderes y partidos, crisis del modelo territorial, muchos problema que el sistema es incapaz de resolver. Y en Galicia coincide también con la crisis del modelo de la estructura de partidos forjada durante el fraguismo. Ahí está el gran acierto de Podemos: no es que no haya ya izquierda y derecha, claro que las hay, pero el problema catalizador central es una cuestión democrática: lo que se ponen arriba de la mesa es “vamos a un movimiento de ruptura democrática” hacia un nuevo modelo.
Los partidos que tradicionalmente representaban a la izquierda social, sobre todo el BNG en Galicia o Izquierda Unida en otros territorios del Estado, sufrieron una importante crisis que coincidió con el crecimiento de los nuevos movimientos sociales. ¿Eran un tapón para su desarrollo?
El BNG, como Izquierda Unida en otros lugares de España, tienen una virtud que también puede ser un problema, que es que poseen un círculo militante muy fiel, pero que cada vez es menor y además es muy endogámico. Esta masa militante puede darles el mínimo necesario para obtener representación, pero también puede ser un impedimento para avanzar. El problema es que el BNG (o IU) no hicieron ese tránsito de paradigma, que sí llevaron a cabo líderes como Xosé Manuel Beiras, Lidia Senra o Yolanda Díaz. No hay nada más marxista que esto: analizar la realidad y si ves que la realidad ha cambiado, adaptar tus principios a esa nueva realidad. Lo malo es cuando estos partidos de la vieja izquierda (sin ánimo peyorativo) realizan ciertos cambios pero no por convencimiento, sino simplemente por un movimiento táctico, al ver que su espacio político está quedando ahogado.
En 2012 se constituye AGE, una apuesta política que sale bien, y que después fue continuada por otras fórmulas distintas. ¿Lo que caracteriza este tiempo es la experimentación? ¿Importa menos la forma o la denominación concreta que adopten las estructuras politico-electorales?
AGE salió bien electoralmente, como dices, pero salió mal políticamente. Se demuestra que AGE es un instrumento de paso, que se agotó muy rápidamente. Acertó en ver que la política ya no se podía seguir construyendo sobre el eje nacionalismo-no nacionalismo ni sobre los patrones de la izquierda tradicional, sino que hay unos colectivos sociales agredidos, una mayoría social agredida por una series de políticas a la que hay que representar. Pero no es capaz de resolver otros problemas, seguramente porque AGE estaba formada tanto por viejos partidos como por personas procedentes de los nuevos movimientos. En las elecciones europeas de 2014, dos años después del nacimiento de AGE, Podemos ya casi la iguala en votos en Galicia. En realidad, AGE nunca se quiso construir, AGE era una coalición electoral, que respondió a esa necesidad y a esa emergencia social, pero nunca se quiso construir como instrumento de la nueva izquierda gallega. Por eso caducó tan rápido.
En Marea tiene una buena parte de lo que era AGE, pero creo que ya se ha producido un desborde y ya no es el mismo modelo. Sigue la experimentación, en todo caso, hacia la construcción de un nuevo interfaz político. Desde Nunca Máis hasta el 15M hay una desafección, un proceso en el que la gente de los movimientos sociales se aleja de los partidos, y fortalece ese espacio de los movimientos. Y después del 15M comienza una reincorporación. Se llega a la conclusión de que es necesario construir nuevas herramientas. Esto tiene el peligro de que esta incorporación a la política partidaria e institucional deje debilitados los movimientos. Y eso provocaría que tuviéramos un interfaz de cambio, pero no un músculo que acompañe a ese cambio.
¿Cómo se debe construir el futuro de esa estructura política?
El futuro viene determinado por dos ejes. Por una parte, tenemos que ver si somos capaces de avanzar hacia un nuevo paradigma, diferente al anterior, diferente del capitalismo fordista y de los modelos que dominaron el capitalismo de las últimas décadas del siglo XX. Estamos en una sociedad que culturalmente, económicamente, socialmente y comunicativamente no tiene nada que ver con la anterior y por eso necesitamos un nuevo paradigma. La otra coordenada es democrática y participativa: debemos construir los instrumentos de calidad democrática, de inclusión, de cooperación entre iguales. La articulación de estas dos coordenadas es lo que va a determinar si los modelos se asientan.
Hay que tener en cuenta otras cosas: primero, que la hegemonía corresponde aún a la derecha, la izquierda no está avanzando, y por ejemplo en América Latina está sufriendo un retroceso. Además, hace falta tener en cuenta que muchas veces en estas experimentaciones que se están dando ciertas formas de hacer política tienen muy poco de nueva política. Vamos a vivir esta transición durante años, y puede que las estructuras políticas y las fórmulas cambien de elección en elección.
Mientras el proceso siga avanzando, no va a fracasar, va a seguir acumulando fuerzas. Fracasaría si en algún momento tuviera la tentación de querer mirar hacia atrás y quisiera recuperar parte del viejo discurso. Para las autonómicas de 2016 sería un error querer sumar fuera de la renovación. Sumar siempre multiplica, mientras se sume teniendo en cuenta la nueva realidad política. Si sumas lastre, o al sumar retrocedes en la interpretación de la sociedad real, lo que haces es restar.
¿Frente a las voces que afirman que en el nuevo escenario, Galicia queda relegada o desparecida, podemos decir que en el actual contexto político Galicia está más presente y es más protagonista del que lo ha sido nunca?
En primer lugar, Galicia es una abstracción. Pero Galicia entendida como concepto popular -el pueblo gallego, las clases populares gallegas, la sociedad civil gallega- está más viva que nunca, tiene más niveles de representación que nunca. No es sólo que vaya a tener un grupo parlamentario en el Congreso que nunca tuvo y que ahí están las tres alcaldías de las mareas en las ciudades. Hay algo más importante. Yo siempre he admirado el catalanismo cívico, y el catalanismo cívico llegó a tener la fuerza que tuvo por ser pionera hacia fuera en muchas cosas, como está siendo ahora Galicia. La izquierda gallega está en la vanguardia del debate político, por primera vez en la historia. En la primera Transición, los núcleos dinámicos de la izquierda estaban en Madrid y en las grandes periferias, como Barcelona, Euskadi o Valencia. Galicia estaba ausente. Y hoy sí que somos protagonistas.
Se está demostrando que lo importante no era tanto agregar como renovar: renovar el discurso, renovar los mensajes, renovar el paradigma. Podemos hace posible una cosa que nunca había conseguido la izquierda tradicional, que es ser hegemónico electoralmente, al menos abrir esa posibilidad de romper la hegemonía del bipartidismo, permitir imaginar que eso es posible. Galicia está a nivel nacional en su mejor momento. Otra cosa es que queramos identificar nacional con nacionalismo, o que identifiquemos nacional con un partido determinado.
Yo no soy nacionalista, pero si lo fuera estaría muy orgulloso de que Galicia estuviera en primera fila de esta nueva Transición, y de la mano de nuevos espacios políticos. La mayor parte de los grandes movimientos sociales en Galicia, que analizo en la tesis, son entidades nuevas y además son de ámbito gallego en más de un 70%, ni locales ni estatales. Y son esos movimientos los que están impulsando este cambio político.