Desde que se conoció la intención de TVE de fichar a David Broncano, los ataques contra el presentador se multiplicaron en la esfera mediática y política de la derecha. Pablo Motos, Susanna Griso, Ana Rosa e incluso Alberto Núñez Feijóo e Isabel Díaz Ayuso señalaron a Pedro Sánchez -en el Congreso de los Diputados y en la Asamblea de Madrid- como la mano que mecía un fichaje que “hipotecaba” a la corporación y con el que “se podría financiar la ley ELA”. El último, llegando varias semanas tarde a la polémica, ha sido el presentador estrella de la TVG, Roberto Vilar. En uno de los gags del arranque de la temporada de Land Rober ironizaba con que el Gobierno se estaba dedicando “a recaudar para pagarle a Broncano”. De las dos horas de programa, ése fue el momento elegido por la televisión autonómica para promocionar su regreso en redes sociales. ¿Tendrían motivo real tantas críticas si Broncano fuese íntimo de varios ministros, llevase a Sánchez a su programa para una sesión de baño y masaje en precampaña o retrasase un show hasta que el jefe del ejecutivo hubiese ocupado su lugar entre el público? Porque eso -a escala galaica-, es a lo que se dedica Vilar.
Hace tiempo que este humorista reconvertido en comunicador ostenta el título de presentador emblema de la televisión autonómica, por encima del mítico Xosé Ramón Gayoso. Desde enero de 2020 compatibiliza el magazine de tarde Quen anda aí? con su late night de los jueves, Land Rober, en emisión desde 2015 tras una primera etapa (2009-2011) que se cerró cuando el presentador fue fichado por Mediaset, en uno de sus dos “fracasos estrepitosos” -las comillas son suyas- en el intento de hacerse un hueco en la televisión estatal.
Frente a los 14 millones de euros por temporada que costará La Revuelta, en 2023 -según los datos de su propio portal de transparencia- TVG destinó un total de 9,5 millones de euros a los dos espacios en los que aparece Vilar. El presupuesto de CRTVG el pasado año era de 127 millones de euros; el de RTVE, diez veces más: 1.193. Hay hipotecas e hipotecas...
En su primera competencia conjunta, el espacio heredero de La Resistencia -que dura aproximadamente la mitad que Land Rober- prácticamente lo duplicó en audiencia en Galicia: 168.000 espectadores y un 18,9% de cuota de pantalla frente a los 91.000 y el 11,8% de TVG. Es decir, que para alcanzar los 2.600.000 que logró Broncano en todo el Estado, el late night gallego necesitaría casi 30 emisiones, prácticamente, toda una temporada. Sin embargo, su coste por programa es equivalente: 79.000 euros Land Rober, 87.000 La Revuelta. Por lo que sea, en Galicia nadie se pregunta cuántos tratamientos se podrían financiar con este dinero...
Si Broncano sorprendió al arrancar su etapa en la pública con un surfista ciego como primer entrevistado, Vilar respondió con un medallista paralímpico. La originalidad no es, precisamente, una de las características de quien llegó a presentarse como “el Buenafuente gallego” mientras copiaba sin recato secciones al de Reus. Incluso su clásico “hoy viene a pintar la mona a Land Rober...” no deja de ser una reformulación del “hoy viene a divertirse al Hormiguero...” con el que Pablo Motos presenta a sus invitados.
La precampaña de Alfonso Rueda
Hablando de lemas: si en 2013, Vilar recorrió los escenarios de toda Galicia con una gira bautizada con otra de sus frases fetiche, A cabeza non para, una década después, Alfonso Rueda lo parafraseó al elegir como lema para su primera precampaña como candidato a la Xunta Galicia non para. La presentó un sábado y, ese mismo jueves, cuando el adelanto electoral era ya un secreto a voces -lo haría oficial dos meses después-, acudió a Land Rober como gran protagonista. Quince días antes, en un intento de lavado de cara, quien ocupaba ese puesto era el alcalde de Vigo, Abel Caballero, al que por fin la cúpula de la TVG le levantaba el veto, después de pasearse por la mitad de las teles del país. El regidor socialista y los dos presidentes populares son, hasta ahora, los únicos políticos que han pintado la mona en plató. Mariano Rajoy -con el que Vilar también coincide en los veranos gallegos- llegó a estar apalabrado, pero nunca se consumó su presencia.
La oposición no escondió su indignación con un Rueda que empezaba a colonizar la parrilla de la TVG -más allá de su omnipresencia en los informativos- en un intento de darse a conocer y sacudirse la sombra de Feijóo. El que por entonces era un sucesor designado a dedo acabó el programa perreando con el Combo Dominicano, una de las orquestas de mayor éxito en la comunidad. En el vídeo navideño del PP, publicado un par de días después de la convocatoria de los comicios, el Combo subía a poner música al bus que conducía Rueda.
La proximidad de Vilar con la cúpula del PP -con la que es fácil encontrárselo compartiendo zonas VIP en los festivales que patrocina la Xunta- no se queda, pues, sólo en la pantalla. En su círculo de íntimos se encuentran, entre otros, la conselleira de Política Social, Fabiola García y su marido, Lucas Martinón, exdirector xeral de Comunicación con Feijóo y uno de los miembros de su núcleo duro de Feijóo durante tres lustros, desde su época en la oposición al bipartito.
Este junio, el humorista cerró su gira Celebreixon, con la que conmemoraba 30 años en el mundo del espectáculo, con una actuación especial: en casa, en una leira de su madre en su localidad natal de Xove (Lugo), con entrada gratuita para sus vecinos y una larga lista de vips. Según recogía la crónica de La Voz de Galicia, allí estaban el conselleiro do Mar, Alfonso Villares; el delegado da Xunta en Lugo, Javier Arias; el alcalde de Xove, Demetrio Salgueiro, acompañado de varios concejales, o el exalcalde de Viveiro, César Aja -localidad que hoy gobiernan los socialistas-. Todos ellos compañeros de partido del principal invitado: Alfonso Rueda. El presidente gallego venía de Madrid y, haciendo honor a su fama, llegaba con retraso. No hubo problema: el show no comenzó hasta que el mandatario autonómico no estuvo cómodamente sentado para disfrutarlo.
Madrid es también una constante en el imaginario de Vilar, al que hay que reconocerle la deportividad con la que lleva sus dos frustrados asaltos a las grandes cadenas. En noviembre de 2011 estrenó en Cuatro el concurso Salta a la vista, que se canceló en enero. Siete años después volvía a intentarlo, esta vez en Antena 3 con un formato más adaptado a él. Sin embargo, La Noche de Róber tampoco cuajó y tras arrancar en mayo de 2018 echaba el cierre definitivo al mes siguiente. Él mismo ha convertido esas dos experiencias en un constante running gag e incluso las utilizó para advertir a Núñez Feijóo de los riesgos de irse a la capital del Estado. Como se ve, tampoco le hizo caso.
Os Tonechos, paradigma del humor lumpen
Vilar, de 53 años, empezó como ayudante tras las cámaras, pero su vocación era ponerse delante, así que multiplicó su presencia en los castings que se celebraban en Santiago. Llegó a intentarlo, incluso, como presentador de informativos en una televisión local. En Un país para reírlo (programa de TVE producido por Veralia, la encargada de Quen anda aí?), contó a Goyo Jiménez la primera vez en la que casi consigue ser presentador. Fue en 1993 cuando le dijeron que compartiría pantalla con la entonces emergente Teté Delgado en el magazine de tarde Café Café, algo inimaginable para “un tonto, un tonto como yo”, relataba. Finalmente el elegido sería otro histórico, Paco Lodeiro, pero él daría sus primeros pasos como colaborador.
La entrevista, en la que Vilar es tratado ya como un referente del humor gallego -“aquí eres una especie de dios”, llega a decir Jiménez-, incluye como prueba dos fragmentos de Land Rober: uno, de su cacareada entrevista con Julio Iglesias, en la que empiezan hablando del avión privado del cantante para acabar haciendo un chiste sobre las coristas. En el otro, a Vilar se le caen los pantalones mientras simula grabar con la steadycam. Alta comedia.
Antes de alcanzar la divinidad televisiva, Vilar fue haciéndose un rostro conocido con pequeñas apariciones hasta que apareció el éxito que buscaba desde hacía años. Fue con Os Tonechos, el dúo que formó con Víctor Fábregas en el que interpretaban a un padre y a un hijo con una estética lumpen que el humorista ya no borraría de sus sketches. Sus apariciones en el programa Luar se convirtieron en todo un acontecimiento. Su fama los llevó a actuar en fiestas y eventos por toda Galicia hasta acabar contando con programa propio, O show dos Tonechos. Duró tres años, de 2005 a 2008 -curiosamente, casi lo mismo que el gobierno bipartito PSOE-BNG-, hasta que la pareja se separó. En aquel momento, según afirmó Fábregas en un vídeo que le grabaron sin su conocimiento en un local nocturno -y que colaboró a disolver esa sociedad-, ganaba “más en una semana que un obrero en un año”.
Es al año siguiente cuando comienza Land Rober, el late night en el que Vilar aparece escoltado, entre otros, por Xosé Antonio Touriñán (Clanes, Fariña, Cuñados...), posiblemente el humorista gallego de más éxito y del que también se acabaría distanciando. Antes, juntos, llevaron al programa -especialmente, en su segunda etapa- a las mayores cotas de popularidad, sobre todo cuando el dúo se convirtió en trío con la incorporación de la actual copresentadora, Eva Iglesias. Compitiendo contra Cuéntame y Supervivientes, llegaron a alcanzar un share del 33%, tres veces la media de la última temporada.
Es en esta época donde, además de un tipo de humor, también se define un prototipo de invitado que, con contadas excepciones -ésas en las que se hace una concesión al mundo cultural autóctono-, es el que sigue hasta hoy. Si hay que buscar dos iconos que lo resuman son, sin duda, Kiko Rivera y Carmen Lomana, aunque por allí han pasado desde Eduardo Inda -promocionando la apertura de Ok Diario- hasta el Pequeño Nicolás o, la última temporada, Sofía Cristo, Bárbara Rey y la pareja María José Suárez -Álvaro Muñoz Escassi justo antes de su ruptura.
“No estuve alerta”
En 2021, también en un arranque de temporada, Land Rober -que siempre jugó en el filo del chiste chabacano y machista- probaba una nueva fórmula y apostaba por una especie de telerrealidad. A las entrevistas y los sketches añadía un factor más: el intento de un chico por recuperar a su expareja, que estaba entre el público sin saber lo que le esperaba. Cualquiera diría que nadie vio las banderas rojas, pero no fue así: voces autorizadas del equipo le dijeron a Vilar que, si pasaba algo, sería sólo bajo su responsabilidad.
Y pasó: la joven, agobiada por la presión del humorista y su invitada, la presentadora Toñi Moreno -rodada en el desaparecido Mujeres y Hombres y Viceversa-, acabó contando el acoso y el control al que la sometía su ex. Aunque era falso directo, el programa se emitió igual, aunque se recortó la parte en la que él entraba en el plató. El escándalo fue mayúsculo y planeó dos días después sobre los Mestre Mateo, los premios del audiovisual gallego.
Vilar -que estaba nominado a mejor comunicador, premio que se llevó su compañero de las tardes, Rodrigo Vázquez, hoy en El Cazador de TVE- aprovechó su doblete para abrir el Quen anda aí? de ese viernes con disculpas entre lágrimas por no haber estado “alerta”. Asumió en primera persona esa responsabilidad que le habían trasladado, pero quedó claro que no se arrepentía de la idea, sino de no haber sabido ver qué tipo de persona era el joven. Por supuesto, lo sucedido no tuvo ningún tipo de consecuencia ni para él, ni para su programa ni para la propia TVG. Para Feijóo, entonces aún presidente de la Xunta, las “sentidas” disculpas de Vilar fueron suficientes tras una actuación “desacertada”.
Feijóo había visitado el plató un lustro antes. En septiembre de 2016, cuatro días después de obtener su tercera mayoría absoluta, una imagen que dejó para la posteridad al entonces presidente en funciones sentado en un réplica del Trono de Hierro de Juego de Tronos. Nada más recibirlo, en una perfecta definición de cómo concibe tanto su humor como el papel de los medios públicos, el presentador se ponía la venda antes de la herida: “Tengo ahora un problema. Hay gente que dirá 'va a hacerle la pelota al presidente', otro 'métete con él, dale caña...'. Usted al fin y al cabo es mi jefe, el de la Televisión de Galicia. Yo no veo a nadie entrando por Inditex insultando a Amancio. ”¡A ver, tú, mona!“, o un trabajador de Citroën gritando ”¡Franceses, cabrones!“.
Feijóo, fuera de su elemento, no ocultó cierta incomodidad antes de responder: “Eso no es bueno. Ahora, hay diferencias: Amancio tiene el cincuenta y pico por ciento de las acciones de Inditex y la TVG es de todos los gallegos”. Aunque fuese por guardar las formas, el jefe del ejecutivo gallego acababa de decirle a Vilar que dejase de tirarle de la levita. Su sucesor, al menos en público, aún no lo ha hecho.