Todo comenzó el 18 de febrero, primera mayoría absoluta de Alfonso Rueda. Antes no sucedió nada digno de mención. Las cuatro victorias electorales, también absolutas, de Alberto Núñez Feijóo y sus largos 13 años al frente de la Xunta de Galicia parecen no haber tenido lugar. Y eso que su sucesor, Alfonso Rueda, fue su más duradero número 2. Pero el acto de propaganda que este programó ante su propio gabinete -una docena de conselleiros y varias decenas de directos y secretarios generales- para celebrar 100 días desde su toma de posesión hizo profesión de fe en el adanismo. Antes no sucedió nada, el 18 de febrero empezó todo. “Cumplimos el 100% de lo que dijimos”, fue en todo caso el previsible resumen de un encuentro que lo avisaba ya en su título: “Galicia cumpre”.
El escenario, el de las grandes ocasiones de la parafernalia de los ejecutivos del PP gallego, la Cidade da Cultura de Santiago de Compostela. Delante de una enorme pantalla, en taburetes, se sentaron los 13 miembros del Gobierno. Cada uno de ellos dispuso, en teoría, de dos minutos para exponer las más relevantes acciones de su departamento en los tres meses transcurridos. “Buenos días, altos cargos. Iba a decir amigas y amigos pero todos son aquí altos cargos”, se lió el responsable de Emprego, José González, antes en Medio Rural, y tercero en intervenir. No resultó el más concreto de los oradores. Tampoco nadie le exigió, ni a él ni a los demás, precisión. Disfrazado de rendición de cuentas, aquello fue más bien un mitin de automotivación de la compañía en el que los directivos reciben la arenga de los jefes. “Mantened la frescura, los pies en la calle y no aburrirse”, llegó a conminar, ya al final, el propio Rueda.
Hubo, sí, espacio para insistir en algunas de las promesas de la última campaña electoral, según explicaron ya en marcha. La más relevante, tal vez la gratuidad de la matrícula en la universidad pública, para el conselleiro del ramo, Román Rodríguez, “un enorme avance social”. Un parque acuático en Monterrei (Ourense) compartió protagonismo con la introducción de nuevas vacunas en el calendario oficial, la compra del Cine Fraga de Vigo, firmada este mismo viernes, con la insistencia en las rebajas de impuestos que han beneficiado, sobre todo, a las rentas altas, aunque la versión oficial sea otra. No faltaron los clásicos de los populares gallegos, por ejemplo las comparaciones extemporáneas con las cifras del bipartito -una coalición entre PSOE y BNG que perdió las elecciones hace 15 años. A juzgar por las veces que Rueda, y antes Feijóo, lo practican en el Parlamento, es como si la derecha gallega no consiguiese superar el trauma del breve período en que no gobernó.
Las mascotas de los conselleiros y silencio sobre Altri
Y después llegó el turno de Ángeles Vázquez, vicepresidenta en el período interino de Rueda en la pasada legislatura -cuando, en 2022, asumió la presidencia tras el salto de Feijóo a Madrid- y ahora titular de Medio Ambiente e Cambio Climático. Pese a lo central de estas materias en el debate social y político contemporáneo, prefirió dedicar sus dos minutos a hablar de adopción de mascotas. Aseguró que todos los conselleiros ya tenían “animales de compañía” pero invitó a los altos cargos que hacían de público a acoger algunos de los 5.000 que custodian los centros de la Xunta. Nadie diría que de su gestión depende parte importante de una de las más calientes patatas de este inicio de mandato del PP, el proyecto de macrocelulosa que la compañía portuguesa Altri quiere instalar en Palas de Rei (A Ulloa, Lugo) y que ha levantado un enorme malestar vecinal y una no menor controversia científica.
Pero nadie habló de Altri. Tampoco del turismo, ni para bien ni para mal, a pesar de que su regulación es otro de los temas que condicionan la esfera pública gallega, sobre todo debido a la presión a la que está sometida la capital, Santiago de Compostela, y a las medidas que está adoptando su gobierno local para intentar contenerla. De vivienda sí: la conselleira María Martínez Allegue reiteró la promesa electoral de doblar el parque público de vivienda y pública y contradecir así la anemia al que lo condenaron los sucesivos gabinetes del Partido Popular. Para ello, dijo, tendrán que construir 3.500 en cuatro años. Alfonso Rueda admitió no hace mucho no haber atendido a la problemática por no haberla detectado. Cuando la oposición se lo afea, suele sin embargo retorcer los datos y no aclarar el estado real de la cuestión. Y eso que en el discurso con el que clausuró la hora escasa de intervenciones se erigió, a él y a su gobierno, “en cada día más referentes, referentes de tantas cosas”.
No acertó a enumerarlas. Se sirvió, eso sí, de todos los tópicos retóricos del PP gallego, esa ensalada que preparó durante años Alberto Núñez Feijóo y de la que Rueda no ha dudado en tirar. Ahora sin ni siquiera mentar el nombre del cocinero. “Los empresarios y emprendedores saben que les damos tranquilidad y somos fiables”, dijo. Se jactó de estabilidad política y de no tener que negociar con otras formaciones. La quinta mayoría absoluta de los populares, la primera con Rueda como candidato, les permite campar a sus anchas también en el poder legislativo. “Hacemos balance y nos damos cuenta de lo que hemos conseguido”, se ufanó. Acabó con un elogio de lo mucho que trabajan las tropas gubernamentales y les pidió más. Aplausos. Su tarde de viernes de julio estaba despejada en la agenda oficial. Y Alfonso Rueda se marchó con la misma canción sonando en la megafonía con la que había entrado, el recalentado Friday I'm in love de The Cure.