Tres años y una semana. Es el tiempo transcurrido entre la investidura de Gerardo Conde Roa como alcalde de Santiago y la toma de posesión en el mismo cargo de Agustín Hernández, hasta ahora conselleiro de Infraestructuras de la Xunta, a quien le quedan apenas diez meses hasta las próximas elecciones después de recoger este martes el bastón de mando de manos de Ángel Currás, regidor durante dos años y dos meses. Compostela estrena su tercer alcalde en tres años de mandato, una situación excepcional en sí misma que lo es aún más por la inédita razón de que la mayor parte del equipo de gobierno no emana de las urnas que les dieron la mayoría absoluta a los conservadores en 2011, sino de la voluntad de la dirección del PP.
Pese a llegar a este punto tras una sucesión de escándalos y problemas con la Justicia la escenografía configurada por los responsables municipales quiso tender a la “normalidad institucional” que el propio Hernández proclamó en su discurso. El nuevo alcalde quería que la “excepcionalidad” terminase nada más culminar el pleno de investidura y, a lo mejor por eso, el nuevo gobierno transmitía una imagen más propia de quien acaba de ganar unas elecciones que de un gabinete de crisis. Atuendos de fiesta, amplias sonrisas y la zona del público atestada de altos cargos -la prensa fue desplazada a una sala contigua para seguir el pleno por una pantalla- eran las piezas de la tramoya en el interior del Pazo de Raxoi mientras, fuera, la Policía vallaba la mitad de la Praza do Obradoiro para contener la protesta que había congregado alrededor de un ciento de personas.
Dos de los manifestantes eran detenidos por saltar el cordón policial pocos minutos antes de que Currás pronunciara su último discurso como alcalde y volviese a la condición de edil raso. El sustituto de Conde Roa le deseó a su sucesor destrezas para devolverle a Compostela “su natural serenidad institucional, estabilidad y continuidad”. Tras jurar el cargo -sólo la nueva edil y también diputada Marta González lo prometió- y ya con el bastón de mando en la mano Hernández proclamó la apertura de una “nueva etapa”, marcada por la “estabilidad, la confianza y la cercanía” y alejada de las “circunstancias que han condicionado la vida de este Ayuntamiento” en los últimos años.
Promesa de “transparencia”
En el mismo tono postelectoral quien había ocupado el vigésimo quinto puesto en la lista de Conde Roa presenta la “ilusión” y la “esperanza” como premisas para propiciar un “cambio de cultura política y de las maneras de actuar” en el consistorio de la capital de Galicia. “Es preciso poner en práctica una nueva forma de hacer política” y para eso pide la colaboración del funcionariado municipal, “por encima de los legítimos credos e ideologías personales” de cada persona. Los miembros de su gobierno, asegura, serán “ejemplares desde el principio” y la casa consistorial, que seguía blindada por los antidisturbios, se parecerá a uno “de esos vidrios que permiten ver el interior y que al mismo tiempo reflejan el exterior”, una “institución transparente que sea el espejo en el que todos se puedan ver representados”.
En este contexto Hernández se disponen a “cerrar de inmediato” la distribución de responsabilidades de un gobierno del que también será portavoz, en el que continúa Currás y que, afirma, quiere “conseguir el objetivo de que esta ciudad maravillosa sea un orgullo para los que viven aquí y para el conjunto de los gallegos y gallegas”. Para esto asegura tener “mano tendida” hacia la oposición, la misma en la que observa una actitud de “postureo político”, concretamente por parte del BNG, cuyos ediles abandonaron el pleno en el momento en que los concejales no electos tomaban posesión como protesta por su falta de “legitimidad”, dice el portavoz nacionalista, Rubén Cela.
La oposición censura la mayoría de no electos
Tanto Cela como el socialista Francisco Reyes discrepan de la apertura de esa nueva etapa proclamada por los populares. “No estamos viviendo ni siquiera un punto y aparte”, dice Reyes, que ve en el discurso de Hernández un reconocimiento de la “anormalidad” provocada por el PP en Compostela y que también refleja, a su juicio, el “cordón de seguridad” desplegado para “impedir que el vecindario pudiera acercarse” a lo que “él mismo ha definido como casa común de todo el vecindario”. La mayoría de los ediles que gobernarán Santiago hasta las elecciones “no han pasado por la legitimidad de los votos”, recuerda Reyes, situación que, unido a todo lo acontecido anteriormente, lo lleva a echar en falta que Agustín Hernández no comenzara su estancia en el cargo con unas “disculpas”.
Tampoco el Bloque ve cambio alguno en Raxoi. “Continúa el mandato de Conde Roa y de Ángel Currás” pero “de la peor manera posible, con una crisis de legitimidad en términos democráticos” que “no es fruto de la casualidad”, sino de una “absoluta anormalidad democrática” derivada de “tres años llenos de malas prácticas y corruptelas”. Cela “saluda”, en todo caso, que Hernández avance su intención de contar con la oposición y los sindicatos, lo que no impide “discutir la legitimidad de que Santiago tenga un grupo de gobierno donde la mayoría de los concejales y concejalas no cuentan con el aval de las urnas”. Tanto el Bloque como el PSdeG esperan por la resolución de los recursos contra esta composición del gobierno y Hernández les pide que “sean responsables” y “no dificulten el normal desarrollo” de la vida local.