A la hora de sacar la recortada, la dirección nacional del PP no necesita subcontratar las operaciones especiales a sus sucursales. Ahí Génova cuenta con francotiradores con experiencia en guerras donde los cadáveres se recogen con excavadora. Por eso, fue la cuenta de Twitter del PP la que lanzó el jueves el vídeo en el que la cara de Ana Pontón, líder del BNG, se transforma en la de Arnaldo Otegi. Propaganda con la misma sutilidad con la que se descuartiza a un venado. El PP gallego no se decidió a retuitearla.
En los últimos días de campaña, el PP gallego se ha caído ya del guindo y ha asumido lo que estaba bastante claro desde el primer día. Su gran rival no es Sánchez, sino Pontón, la mujer que consiguió que el BNG se recuperara de lo que parecía una extinción inminente para convertirse en la única amenaza seria que ha tenido el PP en más de una década.
Ahora algunos titulares hablan de que el PP busca “quitarle a Pontón la careta”. Como si ella estuviera disfrazada de ser humano cuando es una criatura peligrosa y el embuste hubiera engañado a todo el mundo. Hablando de confusión, eran ellos los que pensaban que tenían ganadas las elecciones. Estaban tan dormidos como el asesor de imagen de Alfonso Rueda.
Si se trata de ir con toda la artillería, qué mejor que enviar a Galicia al cañón más grande de la armería del partido. Isabel Díaz Ayuso reservó dos jornadas de esa agenda suya que incluye todo tipo de autohomenajes para hacer esta vez un servicio al partido, uno que algún día se cobrará. El jueves estuvo en Vigo en un mitin con Rueda; el día siguiente tiene otro acto en Sanxenxo.
Venía caliente de Madrid. Ayuso había comenzado el día con uno de esos arranques brutales que casi confirman las peores acusaciones de tus enemigos. Desde la pandemia, le adjudican la responsabilidad de la muerte de 7.000 ancianos abandonados en las residencias. “Mucha gente mayor cuando iba a los hospitales también fallecía, porque cuando una persona mayor está gravemente enferma con el Covid, con la carga viral que había entonces, no se salvaba en ningún sitio”, dijo en la Asamblea de Madrid.
Sin complejos, como es habitual en ella, muy orgullosa de sus decisiones y del resultado de ellas. Así que iban a morir igual, de todas todas, con lo que tampoco habría que escandalizarse, desde su punto de vista. El hecho de que murieran sufriendo no es algo que le haga reflexionar. Después de ese razonamiento estremecedor, Ayuso fue a Galicia a dar lecciones morales y políticas.
En el mitin de Vigo, la primera oradora, la presidenta del PP local, Marta Fernández Tapias, se refirió a la palabra que el partido lleva gastando en sus campañas desde hace años. Mucho sentidiño. Al tercer mitin, ya tienes que contener los instintos homicidas al escucharla, porque, claro, eso no sería sentidiño. “Aquí lo que queremos es el sentidiño. Es la cordura”, dijo. Y con el mismo sentidiño dijo antes que “a todos nos gusta la fruta en Vigo”. El sentidiño del que masculla “hijo de puta” cuando piensa en Pedro Sánchez. Qué lección de cordura.
Luego apareció Isabel Díaz Ayuso y hubo fruta para todos los malos. Como ya conocen los que han asistido a sus intervenciones en campañas electorales, su descripción de la situación de España fue tétrica, de película de terror. Los rivales en la izquierda y en los nacionalismos reúnen defectos despreciables. Carecen de las más mínimas virtudes. “El BNG no es amor a Galicia. Es el odio al otro”, dijo. A sus enemigos no les concede ni siquiera que amen a su país, sea el que sea.
Ayuso habló de un “proceso de desmembramiento nacional” pilotado desde Moncloa, que es un disco que ha empleado en muchas actuaciones. Se esperaba una ráfaga de alusiones a ETA, Bildu y el Bloque Nacionalista Galego, pero al final no fueron muchas.
Ya se había ocupado del tema el informativo principal de la TVG, televisión autonómica, destacando una noticia de 2022, según la cual Pernando Barrena, de Bildu, dejó su puesto de eurodiputado a Ana Miranda, del BNG, y pasó a ser su asesor, como estaba pactado antes de las elecciones europeas a las que concurrieron juntos. En su momento, la noticia pasó desapercibida, quizá porque no había noticia. El programa la destacó como la tercera noticia del día detrás de los hechos de Barbate y las negociaciones del PSOE y Junts. Para los que no vivan en Galicia, eso es lo normal en TVG. Otro día más afilando los cuchillos con la escaleta.
Esta vez a Ayuso le interesaba más hacer un relato terrorífico de los partidos a los que se enfrenta. “No respetan la pluralidad política”, dijo sobre todos los que no son el PP, lo que suena un tanto sectario, porque en la democracia no tienes otra que aceptar que hay otros que piensan de forma diferente. “Acaban con la clase media”. “No les gusta la gente esforzada, la que crea empleo”.
Después de ese discurso de dragones terribles y mazmorras tenebrosas, a la presidenta madrileña le dio después por quejarse de los malos modos de sus enemigos. “No recuerdo una campaña tan sucia en unas elecciones autonómicas en Galicia”, dijo. Ella, impoluta mientras disparaba con el sentidiño del calibre 22.
Es lógico que advirtiera de que son unas elecciones trascendentales, pero, como tocaba meter miedo, avisó de que tendrán consecuencias eternas por alguna razón que parece muy clara en su cabeza. “Si Galicia pierde (se refiere a si pierde el PP), sería para un largo tiempo. Estos procesos de ruptura vienen para perpetuarse. Y se quedan durante décadas”. A ver quién le dice que en España se celebran elecciones cada cuatro años. A veces con más frecuencia.
Luego subió al escenario Alfonso Rueda. El nivel de espectáculo se hundió hasta el fondo, porque eso no se le puede negar a Ayuso. La presidenta del PP madrileño es una estrella pop entre las bases del partido desde hace tiempo. La gente se entusiasma incluso cuando ella les dice que la democracia está agonizando por culpa de la izquierda. La ventaja para Rueda es que la excitación no baja tan rápidamente y a él le aplaudieron con ganas, porque algo de la energía del ambiente se le pegó.
El candidato del PP insistió en algo de lo que ya había hablado el día anterior en Santiago. Hizo un llamamiento a los votantes socialistas “que no entienden al que ha sido el partido de toda su vida” y pidió su voto. Es la misma reclamación que Alberto Núñez Feijóo hizo en numerosas ocasiones en las elecciones de julio y que hizo que la prensa de derecha especulara con la posibilidad de que un millón de votantes socialistas huyera hacia el PP. Ahora todos sabemos que eso no ocurrió.
El caso es que es cierto que el PSOE se encamina al peor resultado de su historia en elecciones autonómicas gallegas, según los sondeos, y que no consigue retener ni la mitad de sus anteriores apoyos. Lo que ocurre es que parece que muchos de sus antiguos votantes lo que van a hacer es votar al BNG, para que Ana Pontón ponga fin a unos cuantos años de Gobierno del PP. Lo mismo esta es otra de las cosas de las que Rueda no se ha enterado.