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Termina el juicio por el asesinato de Samuel Luiz: un mes para escrutar una brutal paliza de tres minutos

Beatriz Muñoz

Santiago de Compostela —
15 de noviembre de 2024 21:50 h

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El juicio por el asesinato de Samuel Luiz, un joven enfermero de 24 años, se ha prolongado un mes en la Audiencia Provincial de A Coruña, por la que han pasado decenas de testigos y peritos y en la que el tribunal del jurado que se encargará del veredicto ha podido ver los vídeos de cámaras de seguridad que recogieron la brutal paliza. En un duro alegato final, la fiscala del caso, Olga Serrano, mantuvo sus peticiones de penas de prisión de entre 22 y 27 años para los cinco acusados, aunque para dos de ellos planteó la posibilidad de una condena como cómplices de asesinato. Describió el ataque como una “cacería” obra de una “manada” o una “jauría humana” en la que todos son responsables. Pero, añadió, con la diferencia de que “los lobos cazan para sobrevivir, los humanos lo hacen por diversión”.

A su postura se adhirieron las acusaciones particulares. Las defensas buscaron alejarse de ese reparto de responsabilidad grupal y se centraron, en sus conclusiones, en las dudas que planean sobre quién hizo qué cosa exactamente –golpear, impedir el auxilio, separar o simplemente estar en la zona–, y con qué intención, aquella madrugada del 3 de julio de 2021. “No son una manada, ni una jauría, ni unos cazadores de judíos. Eso es demagogia”, dijo Ramón Sierra, abogado de uno de los acusados. “Aquella manada de Pamplona planificaba por el móvil lo que iban a hacer”, añadió otro de los defensores, Manuel Ferreiro.

El relato de los hechos que se ha escuchado en el juicio es el de una brutal paliza que se prolongó unos tres minutos y se desplazó a lo largo de 150 metros del paseo marítimo de A Coruña, por donde los agresores persiguieron a la víctima después de que lograse incorporarse con ayuda de dos migrantes senegaleses. Entre los pocos puntos que nadie cuestiona está el de cómo comenzó todo. El propio acusado de iniciar el ataque, Diego M.M., lo admitió y se disculpó: “Quiero pedir perdón a la familia. Esto empezó todo por mi culpa. Si yo no hubiese empezado esto, nada habría pasado, estaría vivo”.

Tampoco nadie ha contradicho que, recién iniciada la agresión, se sumó a ella otro de los acusados, Alejandro F.G., conocido como Yumba, que agarró por el cuello desde atrás a Samuel y lo derribó. Después de eso, las imágenes muestran cómo se forma un tumulto en el que no siempre se puede distinguir quién es quién ni qué hace. El resultado fue la muerte de un joven de 24 años a consecuencia de los efectos acumulados de 21 golpes concentrados en la cabeza, según los forenses.

Con el juicio terminado, es el turno para el jurado –compuesto por seis mujeres y tres hombres–. El lunes la magistrada, Elena Fernanda Pastor, les entregará el objeto del veredicto y deberán pronunciarse sobre el papel de cada uno de los acusados en aquella madrugada del 3 de julio de 2021. Han escuchado a los procesados, a los testigos y a los peritos y, en las últimas dos jornadas, han atendido a las conclusiones de la fiscala, Olga Serrano, las acusaciones particulares –la de la familia y la popular, ejercida por el colectivo Alas A Coruña– y las defensas.

La fiscala terminó sus intervenciones en el juicio como empezó: sostiene que los cinco acusados son piezas “esenciales” de lo que denominó “cacería” y los considera a todos responsables. A lo ocurrido, dijo al jurado, no se le puede llamar pelea porque la víctima estaba en clara inferioridad, fue atacada por sorpresa y ni siquiera se defendió, algo que respaldaron los forenses. “Eran conscientes de que, con la acción que estaban ejecutando, había una alta probabilidad de que muriese”, insistió.

Tanto la abogada de la familia como el de la acusación particular defendieron una postura similar y las tres partes mantienen sus peticiones para los acusados: 22 años de prisión por asesinato para Alejandro F.G., conocido como Yumba, y Alejandro M.R.; 25 para Diego M.M. y Catherine S.B. por asesinato con agravante de discriminación homófoba; y 27 para Kaio A.S.C. por asesinato y robo con violencia, dado que se hizo con el móvil de la víctima en medio de la paliza. Pero introducen una posible calificación alternativa en el caso de Catherine S.B. y Alejandro M.R., que es la de cómplices de asesinato y una pena de 14 años y medio para ella y de 13 para él.

Los vídeos y el relato de los presentes dibujan una escena que empieza con Samuel y su amiga Lina haciendo una videollamada unos minutos antes de las 3.00 a otra amiga desde lo alto de una bancada que da al paseo marítimo. Acababan de salir de un pub en el primer fin de semana tras la pandemia en el que se permitía la apertura de los locales nocturnos. Era el mismo en el que habían estado bebiendo los agresores, pero sin que unos y otros interactuasen dentro. Diego M.M. no sabía quiénes eran las dos personas que pensó que lo estaban grabando –en realidad estaban haciendo una videollamada– cuando se dirigió a Samuel para recriminárselo.

Una confusión y un “deja de grabarme, maricón”

Tanto la amiga con la que estaba la víctima como la que los veía a través del teléfono declararon que lo que escucharon antes de los golpes fue: “Deja de grabarme, a ver si te voy a matar, maricón”. Lo mismo declaró Catherine S.B., una de las acusadas, que en aquel momento era pareja de Diego M.M. Otros testigos que se cruzaron más tarde con parte del grupo de agresores confirmaron que ellos también le escucharon decir “maricón de mierda”. El asesinato prendió un movimiento, con manifestaciones en toda España, contra la homofobia.

En los vídeos, que se reprodujeron mientras los policías que investigaron el caso los explicaban, se aprecia que en un primer momento Catherine S.B. y otro amigo tratan de frenar a Diego M.M., que los esquiva y se lanza a por Samuel. La agresión ya no para hasta que la víctima cae desplomada. Primero se suma Alejandro F.G., que agarra del cuello por la espalda a Samuel, en lo que los agentes consideran que es un intento de hacer la maniobra del mataleón. Al grupo se va incorporando gente, mientras Lina está tratando de parar los golpes y ayudar a su amigo. Catherine S.B. la aparta. Según la amiga de la víctima, lo hace con actitud agresiva y para impedirle auxiliar a Samuel. Le dijo: “Lárgate de aquí, que no pintas nada”. La acusada sostuvo que lo que quería al separar a Lina era llegar hasta su entonces novio para tratar de sacarlo de allí.

En medio del tumulto, en el que la policía identifica al resto de los acusados por la vestimenta, aparecen dos migrantes senegaleses que trataron de ayudar a Samuel. En su declaración en el juicio, Ibrahima Diack y Magatte N'Diaye contaron que el primero agarró al joven para sacarlo de allí y el segundo se situó a su espalda para intentar frenar los golpes que el grupo de agresores, que los perseguían, lanzaban hacia la víctima. Los impactos le siguieron llegando a Samuel, que terminó desplomándose en el entorno de una salida de un aparcamiento que hay en la zona. Los agresores se dispersaron y al lugar llegaron la policía y los sanitarios, que sacaron a la víctima de las varias paradas cardiorrespiratorias en las que entró hasta que falleció a las 6.50.

Después de la paliza, los agresores tuvieron dos reuniones esa misma madrugada, una en el parque Europa y otra en el de San Diego. Parte de ellos vienen del hospital, a donde habían ido porque otra de las amigas de la pandilla tenía una intoxicación etílica y donde un sanitario le cuenta a uno de los acusados, Alejandro M.R., que Samuel ha sido trasladado muy grave.

El papel de cada uno

Se han sentado en el banquillo de los acusados cinco jóvenes que eran mayores de edad en el momento de la paliza mortal. Además, hay dos menores que ya fueron condenados en 2022 a tres años y medio de internamiento por asesinato. Uno de ellos fue señalado como la persona que golpeó con un objeto metálico –un kubotán– en la sien a la víctima cuando se había logrado incorporar. Comparecieron en este proceso como testigos y para decir que no se acordaban de prácticamente nada. En este juicio, dos de los procesados optaron por declarar al principio del juicio y los otros tres lo hicieron al final.

El primero en dar su versión fue Alejandro M.R., que sostuvo que no agredió en ningún momento a Samuel y que, después de intentar meterse en el tumulto para frenar los golpes, se desvinculó. Negó haber forcejeado con uno de los senegaleses, pese a que un testigo asegura que le dijo: “No pude hacer nada porque me paró un negro”. La policía sí señaló que estuvo dentro del tumulto y la fiscala destacó que mintió y no se desentendió del grupo, pero no hay ni imágenes ni testimonios que lo sitúen dando ningún golpe. A esto se aferró su abogado en el alegato final: “Ni un solo acusado lo señala, ni un solo testigo”. “Una cosa es ser un cobarde, no tener empatía, haber mirado para otro lado. Una cosa es estar allí y no hacer nada y otra cosa es participar en la muerte”, enfatizó.

Catherine S.B., por su parte, dijo que trató de parar a su entonces pareja y que, al no lograrlo se puso “nerviosa, a llorar”, se mantuvo al margen del tumulto y no volvió a ver a Diego M.M. y otros integrantes de la pandilla hasta que se marchaba, sola, del lugar. La fiscala dijo de ella que era “la dulce niña –el propio abogado de la acusada se ha referido a ella como niña durante el juicio– que mantiene una relación tóxica con Diego M.M. y que comparte su gusto por la violencia”. Recalcó que se la ve entrando y saliendo del grupo agresor y asegura que evitó, al separar a Lina, que Samuel fuese auxiliado. Tampoco a Catherine S.B. la sitúa ningún testimonio dando golpes a la víctima. Es la única acusada que no llegó a ingresar en prisión. También está en libertad Alejandro M.R., que sí estuvo en la cárcel mes y medio en 2021.

Sobre el papel de esta acusada se plantea otro aspecto, el de la homofobia, puesto que la Fiscalía y las acusaciones aplican para ella la agravante de discriminación por orientación sexual. Lina, la amiga de Samuel, declaró en el juicio que Catherine S.B. también llamó “maricón de mierda” a la víctima, algo que su abogado negó y por lo que anunció que emprenderá acciones penales contra Lina por falso testimonio. La estrategia de la defensa de la única mujer acusada, que pide su absolución, ha sido negar una posible homofobia hablando de su grupo de amigos, en el que hay homosexuales y transexuales, presentarla como alguien que por sí misma no podría haber parado el ataque –“pesa 50 kilos y mide 1,50”– y destacar que nadie la vio golpeando o azuzando, pero las cámaras sí la captaron intentando frenar a Diego M.M. en un primer momento.

Los tres acusados que están en prisión

Finalizado el turno de los testigos y los peritos, declararon en el juicio los tres acusados que permanecen en prisión provisional. El primero de ellos fue Alejandro F.G., conocido como Yumba. Reconoció que, al ver a su amigo Diego M.M. pegando a Samuel, interpretó que se estaban peleando y fue de forma “instintiva” a agarrar a la víctima por el cuello, pero sin intención de ahogarlo. Pidió perdón por una actuación de la que dijo estar “muy arrepentido”, pero sobre la que sostuvo que no fue letal: “Creo que Samuel no murió por mi culpa”. El relato de la defensa fue que, después de esa primera agresión y un “forcejeo”, no vuelve a tocar a la víctima. No es lo mismo, recalcó su abogado, quien “interviene en el punto inicial” que quien “pega cuando ya no se tenía en pie”. La fiscala, sin embargo, defendió que Yumba estuvo, según los testimonios, en “todo el tramo de la agresión”. Su actitud, dijo, fue la de un “lugarteniente del líder”, que sería Diego M.M.

Kaio A.S.C. negó cualquier agresión, incluida una patada para la que un testigo asegura que lo vio armando la pierna, un gesto que la policía también señaló en las imágenes del paseo marítimo, aunque sin que se pueda concretar dónde terminó ese movimiento. Este acusado se presentó voluntariamente ante la policía, dio varios datos que a los agentes les encajaron y se exculpó, pero también descubrieron luego que había mentido en algunos aspectos –consideran que no intentó frenar la agresión y que su patada iba dirigida a Samuel–. Para la fiscala la patada se ve “perfectamente” y lo considera un participante activo en el ataque.

Sí está claro que se llevó el móvil de la víctima. El acusado manifestó que lo encontró en el suelo, pero la fiscala sostiene que lo cogió en medio del tumulto. Sobre él su abogado dijo que puede ser “un chorizo y un tonto”, pero su intervención fue para tratar de parar la agresión.

La última declaración en el juicio fue la de Diego M.M., que admitió que él empezó la agresión, aunque no hizo en sus respuestas – que fueron solo a las preguntas de su abogado– ninguna alusión a la homofobia, ni para confirmar que llamó “maricón de mierda” a Samuel ni para tratar de desmentirlo. Se presentó como una persona que estaba muy borracha en el momento de los hechos y dijo no tener recuerdos continuados. Sí dijo tener dos imágenes: él solo pegándole a Samuel al principio y el cuerpo de la víctima tendido boca arriba al final. Pidió perdón entre lágrimas: “Quiero pedir perdón a la familia. Esto empezó todo por mi culpa. Si yo no hubiese empezado esto, nada habría pasado, estaría vivo”. “Si pudiera darle mi vida a Samuel, yo se la daba sin pensar”, dijo en su palabra final.

Su abogado admitió como “incuestionable” que Diego M.M. empezó a golpear a Samuel, pero intentó diluir su responsabilidad posterior: “No podemos caer en el simplismo de decir que, como Diego golpea a Samuel y muere por una sucesión de golpes, lo mató y lo hizo de manera alevosa”. E insistió al jurado, como el resto de los abogados defensores, en que se ciñan a las pruebas y condenen a cada uno “por lo que realmente hizo”, lejos del planteamiento de manada de la Fiscalía. Pidió que lo que hizo su defendido se considere homicidio por imprudencia grave y delito de lesiones, por los que solicita dos y un año, respectivamente, y, de no considerarse, homicidio, con una pena de diez años de cárcel. La defensa de Alejandro F.G. pide un delito de lesiones o, si no, homicidio imprudente u homicidio. Para los otros tres acusados, sus abogados solicitan la absolución.