En la primavera de 2012, coincidiendo con el incendio en las Fragas do Eume, un miembro de la Brigada de Refuerzo de Incendios Forestales (BRIF) con sede en Laza (Ourense), una de las diez existentes en todo el Estado, decidió crear una cuenta en Twitter para “dar a conocer” su labor y, al mismo tiempo, denunciar las “lamentables condiciones” en las que este personal se enfrenta al fuego. Dos años después, más de 5.000 personas reciben las actualizaciones de Diario de un bombero que, alimentado con textos y fotografías de bomberos de diversas BRIF, ofrece imágenes e informaciones que las Administraciones suelen dosificar mucho más. A lo mejor es la popularidad que han conseguido estos contenidos la que ha llevado a la empresa semipública Tragsa, a la que el Ministerio de Agricultura le encomienda la gestión de estas brigadas, a sancionar a uno de sus trabajadores por, precisamente, publicar una fotografía de un incendio.
El promotor inicial de esta cuenta de Twitter, que en conversación con este diario señala que prefiere mantener el anonimato para evitar represalias de la empresa, explica que Tragsa suspendió cuatro días de empleo y sueldo a su compañero por la llegada a las redes sociales de una fotografía tomada desde un helicóptero, esto es, antes de llegar al propio incendio, y difundida “en un grupo de WhatsApp” de “más de 100 miembros” que los bomberos utilizan para, por ejemplo, informarse mutuamente de la evolución de los incendios para “saber por dónde atacar” al llegar a ellos. Esta es la primera ocasión en la que se cumple la advertencia que la empresa había lanzado meses atrás, en enero, a través “de un comunicado interno”.
En ese comunicado, Tragsa prohíbe a lo largo de doce apartados la “transmisión de información relativa a incendios forestales” por parte de sus trabajadores tanto en el horario de trabajo como “fuera de la jornada laboral”, cuando los bomberos son libres de comunicarse en redes sociales “a nivel particular” siempre y cuando no mencionen aspectos relativos a su trabajo. En caso de que tenga “interés en la difusión de algún documento o imagen en concreto”, advierte la empresa, el personal tendrá que tener la autorización de Tragsa, del Ministerio de Agricultura o de la comunidad autónoma que corresponda. Solo tras una “autorización expresa” pueden realizar la “toma de fotografías” y distribuirlas “siguiendo instrucciones”.
“Censura pura y dura”
La justificación oficial de estas prohibiciones “se fundamenta” en que “la seguridad es la premisa principal”, asegura la empresa, que en el mismo comunicado destaca que utilizar un dispositivo electrónico “implica” la retirada de los guantes de protección y una “pérdida de atención a lo que está sucediendo en ese momento”. Para el creador de Diario de un bombero, el veto a la toma y difusión de fotos no es más que “censura pura y dura” y las explicaciones de Tragsa, “una tontería”: “En un incendio a nadie se le ocurre ponerse con el móvil”, entre otras cosas porque implicaría “quemarse”, evidencia, en un contexto en el que explica que las imágenes suelen tomarse durante los transportes o los descansos. “Sabemos cuándo podemos hacerlo”, dice.
En este contexto, y aunque cada difusión de información viene acompañada de una nueva advertencia por escrito –en Laza, por ejemplo, la empresa advirtió a todos los bomberos de una posible sanción al no ser capaz de identificar a quien había tomado una fotografía–, este bombero asegura que el plantel está notablemente contrariado, “crispado y enfadado” y que su intención es seguir fotografiando los incendios. “Lo haremos con más precaución y a escondidas, como con Franco”, ilustra, mientras lamenta que los datos que ellos difunden suelan ser más completos que los que transmiten los gobiernos. “Y nosotros no somos profesionales de la información”, subraya.