“Morir vamos a morir todos, pero la forma de morir que yo elegí me parece maravillosa”. La última voluntad de Laura Fernández Abalde se cumplió: decidir ella misma cómo sería su viaje final. Y lo hizo, de la misma forma en la que vivió sus 67 años: peleando. Esta activista por el derecho a la muerte digna logró doblegar incluso a los procedimientos, extremadamente garantistas, de la Consellería de Sanidade: frente a los 40 días que, como mínimo, se tarda en Galicia en aplicar la eutanasia desde la primera solicitud, Laura lo consiguió justo en la mitad de tiempo. Había un motivo para tanta urgencia. Su cáncer de uretra en fase terminal corría demasiado como para esperar a que la burocracia cumpliese sus plazos. Pero la presión funcionó y Laura pudo irse tal y como quería. “Nunca esperé un final de vida tan bonito como éste”, dejó grabado en un vídeo de despedida para la asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD).
La situación de Laura salió a la luz el pasado 10 de noviembre a través de una información de elDiario.es. En ella, esta viguesa de la parroquia de Beade, activista vecinal y, desde 2006, integrante de DMD, contaba desde su habitación en paliativos cómo el melanoma uretral grave que padecía corría el riesgo de acabar con su vida antes de que la Xunta aprobase su eutanasia. La solicitó el 30 de octubre, cinco días después de ingresar en el hospital Meixoeiro procedente de urgencias. Llegó con unos dolores abdominales fortísimos y las pruebas confirmaron la metástasis. Laura no tenía dudas sobre lo que quería, pero no le fue posible pedirla antes.
A partir de ahí, la burocracia imponía sus plazos. La ley de regulación de la eutanasia (LORE) fija un período de quince días entre la primera y la segunda solicitud, tras el que el caso es estudiado. En Galicia, según contestó entonces la Consellería de Sanidade, completar “un procedimiento complejo, estrictamente regulado en los pasos y trámites” por la LORE necesita “un mínimo” de cuarenta días ya que no existe lo que definían como “proceso abreviado”.
La Xunta repitió esa misma respuesta cuatro días después, cuando el caso había sido recogido por otros medios y provocado una “batería de iniciativas parlamentarias” del PSdeG para que “nadie más” muriese esperando la eutanasia. En Galicia, en 2023, 14 personas habían fallecido mientras aguardaban, tantas como las que llevaron su decisión hasta el final. Otras diez abandonaron por el camino.
Esa persistencia de Sanidade encontró rápida respuesta por parte de DMD, quienes consideraban que “por supuesto” existía la posibilidad de abreviar la espera de su compañera, algo que en 2022 se hizo en España en 82 ocasiones, el 15% del total según los datos del propio Ministerio de Sanidad, que cifraba la espera estatal media en 27 días, 13 menos que en Galicia. Lo contrario, decía, la asociación, haría que la ley dejase de ser “una garantía” y se convirtiese “en un obstáculo para aquellas personas con un pronóstico de vida muy limitado”. Como el de Laura.
Sin embargo, mientras ese debate llegaba a la esfera pública, en el área sanitaria las cosas sí se estaban moviendo. Al día siguiente de ese cruce de declaraciones, el viernes 15, Laura recibía la llamada que estaba aguardando y que le confirmaba que su petición había sido aceptada, justo cuando -de acuerdo al cronograma oficial- todavía debería estar realizando la segunda solicitud. Pasado el fin de semana, este lunes cerró todo con sus médicos. No habría más esperas: la eutanasia se aplicaría el martes, a las 9 de la mañana. Laura expiró minutos antes de las 10. Lo hizo, según DMD, “riendo y rodeada de su gente”
La importancia del testamento vital
Antes, igual que quiso organizar su propio viaje, Laura también dejó grabada su despedida. “La gente no lo entiende, pero yo llevo muchos años pensando y defendiendo la eutanasia, la ley de muerte digna”, cuenta en el vídeo grabado para ser distribuido por DMD tras su fallecimiento, y con el que pretende concienciar sobre esta lucha.
“El testamento vital va a reflejar qué cosas querrías cuando tu cabeciña no pueda decidir”. Eso, dice evita problemas tanto a las familias, “que no van a poder decidir una eutanasia”, como a los médicos: “así saben qué valores de vida tenías”.
Laura se sentía “una persona afortunada” desde que se asoció a la DMD, en 2006. Mientras alguna gente está “encantada” con un seguro de vida, a ella lo que le daba tranquilidad era pertenecer a esa entidad: “cualquier cosa que tenga que ver con la muerte sé que puedo consultarla con alguien”.
Como última petición, se dirigió tanto al Ministerio de Sanidad como a las comunidades autónomas para que “tengan en cuenta los cuidados paliativos muchísimo más de lo que los tienen”. Y un mensaje político: “le pediría a la gente que, cuando vaya a votar, vote a los que apoyan estas causas y no a los que restringen y luego gastan en cosas que no nos benefician”.
Laura no quería esperar y por eso anunciaba que, en cuanto recibiera la confirmación, la eutanasia sería “depende de cómo esté, hoy o mañana ya”. Para ella, “estar aquí con mi gente y decirles: 'Bueno, fue una maravilla convivir con vosotros, aunque a veces hubo alguna bronquilla'” antes de dormirse sería “un broche” a su vida. Un broche como no le podría dar “ninguna película de Hollywood”.