Su rastro se perdía en la letra pequeña de la historia de la Movida en Vigo. No había grabaciones oficiales, apenas algunas fotografías y su nombre en carteles de no pocos conciertos. Sí había leyenda: un grupo de punk onda siniestra conformado solo por mujeres en la Galicia de los 80, con conciencia feminista y relaciones al sur de la frontera con Portugal. Contra todo pronóstico, Voces de Ultratumba existió. Durante seis años. La investigadora Maritxu Alonso trabaja ahora en recuperar la memoria de esa aventura. El primer paso, el fotolibro Unha vida de Ultratumba, dedicado a Chus Taboada, líder de la banda. También planea editar sus maquetas en formato disco.
Taboada, viguesa de nacimiento, reside desde hace décadas en A Coruña. De profesión, psicóloga. Fue la primera sorprendida cuando Alonso se acercó a ella gracias a una amiga en común y le habló de Voces de Ultratumba. “Alguna vez he pensado que hicimos algo potente, pero es complicado verse a una misma”, confiesa a elDiario.es, “me sorprendió mucho que Maritxu nos conociese. Porque, como poco, fuimos el underground del underground”. Eso sí, en un tiempo y en un lugar en el que el underground, la ultratumba, asomaba de vez en cuando a la superficie.
Vigo, ciudad obrera y marítima, se quitaba de encima la opresión franquista. Casi al mismo tiempo, la nueva ola colonizaba su vida nocturna y la economía neoliberal atacaba su base productiva. De esa fricción surgió la singular Movida viguesa, un punto menos celebratoria que la madrileña, más áspera. Os Resentidos de Antón Reixa cantaban a los tirachinas con que los trabajadores del naval repelían a los antidisturbios y Siniestro Total, los primeros Siniestro Total, berreaban por boca de Coppini su posición dentro de los cismas del bloque comunista: “Fuera las manos chinas / del Vietnam socialista”. “Vigo estaba tomado por Siniestro Total y por los amigos de Siniestro Total”, recuerda Chus Taboada. Ella y otras mujeres que no querían “ser las novias de nadie” decidieron disentir.
“Hay que situarse en el panorama de aquel momento”, explica, “había una efervescencia brutal. Nuestro profesor de Arte en el instituto era Rubén Losada, saxofonista de Os Resentidos. Mi compañera de clase era Rosa Costas, hermana de Miguel el de Siniestro y después en Aerolíneas Federales. Era una vorágine”. Y entonces Taboada se hizo la pregunta fundacional del punk: ¿por qué nosotras no? “Las mujeres estaban en segunda fila, eran las novias. Yo no quería ser la novia de nadie, quería ser la protagonista del cuento”, dice, “y hacer algo diferente”. No tardó en organizarlo.
El núcleo del comando –Taboada a la voz, Marisé Izquierdo en los teclados y Eva Izquierdo a la guitarra– ya había hecho sus primeras pruebas en la adolescencia, con las proverbiales versiones de los Beatles. Ahora todo era distinto. El primer concierto de Voces de Ultratumba fue en el verano del 84. Completaron la formación Vivi al bajo y Elena en la batería. “Era una época muy reivindicativa, en lo personal y en lo cultural. A nosotras nos interesaban las mujeres fuertes”, señala. Y la música oscura. La cantante y letrista menciona Bauhaus, aristócratas del afterpunk gótico, y a Parálisis Permanente. De atender al material de la banda disponible, dos canciones en un viejo vídeo subido a Youtube, también se percibe a The Cure y su marcialidad invernal.
Esas imágenes pertenecen al programa Panorama de Noticias y se emitieron en diciembre de 1984 en Televisión Española en Galicia. “Casi nos trataron como una especie de circo. '¡Un grupo de mujeres que hacían música de onda siniestra!', se asombraban”, cuenta Taboada. El machismo se disfrazaba de condescendencia. No fue, ni mucho menos, la única vez. “Uf, en aquella época había machismo por todas partes. Todavía lo hay, claro”, dice. Como ejemplo, recuerda uno de los más memorables conciertos de la banda, en un pabellón de deportes repleto en Porto (Portugal), como teloneras de los míticos Xutos & Pontapés, entonces estrellas ascendentes de la new wave portuguesa. Al día siguiente, el Diário de Lisboa informaba del acontecimiento. La crónica comenzaba: “Un grupo de mujeres, ya treintañeras...”. “Esta era la noticia. No nuestra música, no cómo actuáramos, sino esto. Y ni siquiera teníamos treinta años, apenas pasábamos de los veinte”, se ríe Taboada al hacer memoria, “nos trataban, en el mejor de los casos, como una especie de experimento sociológico”.
La conexión lusa, materializada sobre todo a través del fanzine Escupe, promovido por la propia Taboada, fue clave en la trayectoria de Voces de Ultratumba. Intercambio de casetes y maquetas, conciertos a uno y otro lado de la Raia. La gallega y la portuguesas eran sociedades que, además de proximidad lingüística y cultural, se desperezaban tras las dictaduras de Franco y Salazar. Atrás quedaba, no sin cierta injusticia histórica observada hoy, la canción de combate –“de intervenção”, la llamaban en Portugal. Versiones destiladas de la revuelta punk comenzaban a pulular por el Eixe Atlántico. Y, aún así, Voces de Ultratumba no consiguió escapar del “underground del underground”.
“Hacia 1985 pasamos a llamarnos La Traición. De alguna manera queríamos sacarnos de encima el hechizo. Aquello de ser de ultratumba no nos iba a dejar ver la luz”, relata. Ya bajo el nuevo nombre, realizaron su primera y única incursión en un estudio profesional, para registrar Como lúgrube paixón, su aportación al recopilatorio institucional O pulso do tempo (1988). Habían cambiado de formación e integrado a dos hombres, tras poner un anuncio en la prensa. “No encontrábamos mujeres que tocasen instrumentos”, afirma. Y aquella decisión dio lugar a nuevos episodios de machismo: “Otros músicos les decían a nuestros compañeros '¿qué hacéis tocando con esas?”. También al tren que pasó y al que decidieron no subirse: la oferta de contrato con Ariola, entonces una de las principales disqueras españolas, para cinco años.
“No lo vi claro. Si hubiese sido un sello independiente, tal vez habríamos aceptado”. No lo hicieron. El legado sonoro de Voces de Ultratumba, después La Traición, quedó así comprimido en las dos canciones de YouTube, el tema de O pulso do tempo y varias maquetas. Maritxu Alonso estudia su edición en formato disco. “Chus Taboada encabezó una propuesta rupturista, en lo musical y en el modelo de mujer, con un gran calado”, explica, “que en 2022 sigue siendo revolucionaria”. Había coetáneas –Alonso menciona a Pili, bajista en Desvirgheitors, punk, y a Aerolíneas Federales, puro pop brillante y nuevaolero– pero ningún proyecto de la coherencia del de Taboada.
“El machismo fue un gran freno para ellas”, considera Alonso, “yo me dedico a investigar bandas punk de mujeres [también impulsa el fanzine Uterzine]. Siempre se dice que apenas había. Pero si te paras a mirar, aparecen por todas partes”. Y por todas partes sufren “desvalorización, parternalismo... ¿por qué las mujeres abandonan la música y los hombres no?”. Fue el caso de Chus Taboada, cuyos estudios de psicología la condujeron a A Coruña. “Era realista, sabía que no iba a poder vivir de la música”, dice Taboada. En 1992, La Traición, cuyo sonido había evolucionado y permitido la entrada de más luz, se separaban. “Siempre quise volver a tener una banda”, confiesa. Con “la aproximación intimista” –así lo describe Alonso– del foto libro Unha vida de Ultratumba –editado por el Concello da Coruña– y la exposición que, hasta finales de febrero, se puede visitar en A Parva (Mercado de San Agustín, A Coruña), su historia comienza a emerger de entre las sombras.
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