La vida política a 215 por hora de Baltar Jr., presidente de la Diputación de Ourense
Aunque con 25 años ya era asesor en la Xunta de Manuel Fraga, la puerta grande de la entrada de Baltar Júnior (Ourense, 1967) en política se abrió quizás en 2004. Diputado del PP en el Parlamento de Galicia por Ourense, no dudó entonces en obedecer las órdenes de su progenitor, José Luis, y tensar la cuerda con la dirección gallega del partido. El hijo y otros cuatro parlamentarios se encerraron en un piso en Ourense y amenazaron con una escisión: la mayoría absoluta de Fraga Iribarne pendió de un hilo. No hubo sangre, finalmente, y Baltar Sénior se avino a negociar con personajes ligados a la cúpula madrileña popular –un tal Núñez Feijóo, entre ellos. Fraga caería en las urnas apenas unos meses más tarde, pero esa es otra historia. La vida política de Baltar Júnior tomó entonces velocidad de crucero: en seis años doblaría el pulso de Feijóo y se haría con el liderato del PP provincial y en ocho se haría con el otro cargo de su padre, presidente de la Diputación de Ourense, cuyo coche oficial conducía el pasado domingo a 215 kilómetros por hora.
Era 2012 cuando asumió este último puesto. Dos años antes se había enfrentado al mismísimo Feijóo. Este, contra todo pronóstico recién elegido presidente de la Xunta al derrotar por la mínima a la izquierda, promovió un rival interno contra los Baltar, el exalcalde de Verín Miguel Jiménez Morán. No llegó muy lejos. El clan ganó el congreso y José Manuel se convirtió en líder del PP de Ourense contra la voluntad de Feijóo, que optó por replegarse y una suerte de conllevancia. Las tensiones con la dirección gallega nunca se disiparían, disimuladas, eso sí, por el cerrojo mediático en medios públicos y parte de los privados. “No somos una sucursal”, avisaba todavía en enero de 2022 al entonces presidente de la Xunta, “presido el partido de Ourense, el partido que ha ganado todas las elecciones en Ourense desde que existe la democracia”. El PP de Feijóo obtenía sus mejores en una provincia, Ourense, en la que no acababa de controlar el propio partido.
Tanto es así que el baltarismo desobedeció incluso cuando la organización inició el proceso para escoger al sustituto de Rajoy. Mientras Feijóo, que a última hora no se atrevió a dar el paso de competir unas primarias y se quedó en Galicia, no disimulaba su apoyo a Dolores de Cospedal y más tarde a Casado, Baltar llamó a los suyos a respaldar a Soraya Sáenz de Santamaría. “Quiero que gane España, para que gane España tiene que ganar el PP. Quiero que gane la más votada por el PP de Ourense. Quiero futuro. Yo, con Soraya Sáenz de Santamaría”, escribió en las redes sociales. Ganó Casado y Sáenz de Santamaría desapareció de la política. No así Baltar, claro, que no tardaría en volver a imponer su criterio frente a Santiago en las elecciones municipales de 2019, aquellas en cuya campaña electoral Feijóo afirmó que un gobierno de Gonzalo Pérez Jácome sería “letal para la ciudad” de Ourense.
Con lo que el ahora líder del PP estatal no contó es con que la Diputación de Ourense estaría a punto de caer en manos de la izquierda. Los comicios locales de hace cuatro años supusieron un duro correctivo a los populares, que vieron como PSOE y BNG mantenían el poder en tres de las cuatro diputaciones y en seis de las siete ciudades más pobladas de la comunidad. La otra, Ourense, vio como el “letal” Pérez Jácome, rostro de una estrafalaria derecha populista bajo la marca Democracia Ourensana, se convertía en alcalde gracias a los votos del PP. A cambio, Baltar, antaño su bestia negra pese a sus deudas de origen, mantendría el sillón en el ente provincial. Las consecuencias sociopolíticas para la ciudad fueron graves y el mandato resultó convulso, con entradas y salidas del PP en el Gobierno local, y parálisis denunciada por la oposición. Nadie en la dirección gallega de los populares levantó la voz: la estrategia para la tercera ciudad de Galicia la decide en exclusiva Baltar.
Los calcetines de John Lennon y las subvenciones a dedo
Esa misma oposición que asistía estupefacta al sainete municipal ourensano, conformada por socialistas y nacionalistas, ha criticado con dureza las actuaciones de Baltar al frente de la Diputación. Las acusaciones de caciquismo que acompañaron al padre durante su trayectoria política las heredó también el hijo. El Consello de Contas, órgano fiscalizador de la autonomía, las concretó en su informe sobre la contabilidad del ente en 2018 y difundido tres años después: ocho de cada diez contratos y subvenciones fueron otorgadas a dedo y el 70% de los contratos menores, a solo cinco empresas. “Defectos graves”, percibió Contas, e “insuficiente estructura de personal” para el control financiero. La Diputación presentó alegaciones, que el organismo consideró no rebatían lo expuesto en el informe.
Pero ni el desbarajuste municipal en Ourense ni la fiscalización de las ayudas pasan factura aparente al Gobierno provincial. Baltar asienta su dominio electoral, sobre todo, en los ayuntamientos más pequeños. Buena parte de las principales localidades de la provincia –Ourense al margen, donde el PSOE fue la lista más votada pero el apoyo del PP le dio la alcaldía a Jácome– las gobiernan la izquierda y el nacionalismo: Xinzo de Limia, Verín, O Carballiño, O Barco, Allariz. Tampoco le afectó otra denuncia del Partido Socialista en el Parlamento gallego: obras de la Xunta por importe de 366.000 euros sirvieron para habilitar un kilómetro de travesía en la carretera OU-536, en Esgos, que discurre entre la casa de José Manuel Baltar, la de su cuñada, la familia de su mujer y la nave donde su padre guarda una colección de un centenar de coches clásicos. “No miramos a quién benefician nuestras actuaciones”, replicó un alto cargo de la Consellería de Infraestruturas. La denuncia de una mujer por ofrecerle trabajo a cambio de sexo fue archivada dos años después, pese a que la jueza hizo constar en el auto que Baltar “solicita o al menos acepta un favor de naturaleza sexual” para “realizar, en el ejercicio de su cargo, una acción u omisión” de los “requisitos legalmente establecidos” para “hacer lo posible por facilitar la obtención de un trabajo”. Y que la justicia tumbase dos veces la extraña operación del ente provincial para adquirir, por 2,7 millones de euros, el archivo del diario local La Región, todavía menos.
No es este periódico el más crítico con su gestión. Sus páginas suelen acoger favorablemente sus políticas y los ecos de sociedad. Aficionado a la música pop hasta el punto de haber pagado por unos calcetines presuntamente usados por John Lennon, presume de amistad personal con el dúo Cómplices. Personal hasta el punto de que la Diputación pagó 18.000 euros por un videoclip del grupo en 2021, Hombre Lobo, para promocionar el turismo. Lo presentó el propio Baltar en un acto de... La Región. El mes pasado, Cómplices regresaba a la provincia para registrar otro clip, el de la canción Agua soy, según su autor Teo Cardalda, compuesta “pensando en las fuentes termales ourensanas”. La previsión era estrenarlo en la Semana das Industrias Culturais e Creativas de Ourense (ICC Week) que acabó el pasado domingo, justo cuando la Guardia Civil paró en la A–52, a la altura de Asturianos (Zamora), a un Baltar que conducía a 215 kilómetros por hora en dirección Madrid.
11