Warhol, Hamilton o Mapplethorpe y la máquina de producir imágenes al instante

Daniel Salgado

15 de abril de 2023 22:36 h

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La imagen resulta icónica. Es un retrato de Andy Warhol, disparado por Oliviero Toscani en 1974. El artista sostiene una máquina de fotos, la mítica Polaroid que imprimía al instante lo capturado. De ella sale un primer plano del propio Warhol. La obra resume de algún modo la exploración que propone en A Coruña la muestra Proxecto Polaroid, la de los cruces entre arte y tecnología a partir del trabajo de ilustres nombres con materiales de la marca. Warhol, además pintor, cineasta y teórico pop art, la ilustra con una carrera de reflexiones sobre el yo, la inmediatez de la creación, la sociedad de consumo y la reproductibilidad técnica de la obra de arte. Más de cien fotógrafos y decenas de objetos componen la exposición, organizada por la Fundación Barrié y abierta en su sede central hasta el 9 de julio.

“En Proxecto Polaroid hay muchas clases de fotógrafos, incluso hay artistas a los que no les interesaba particularmente la fotografía si no era con Polaroid”, explica vía correo electrónico a elDiario.es Diego Rodríguez, responsable de Cultura de la Barrié, “a otros artistas lo que les interesaba era el carácter inmediato. En los retratos, por ejemplo, es importante la comunicación con el retratado”. La de Toscani con Warhol o la de Shelby Lee Adams con el niño -y el perro- que mira serio, concentrado, al objetivo. Cody and Tank se titula la imagen, tomada en 2004. Lee Adams, estadounidense de 72 años, fue el gran retratista de los Apalaches, documentalista del lado menos brillante de su país. “¿Qué mayor comunicación que enseñarle la obra que se está haciendo?”, se pregunta, retórico, Rodríguez. La tecnología Polaroid lo permitió décadas antes de la saturación digital.

“En el núcleo de todo ello radicaba un concepto, la instantaneidad: ya no había que enviar las películas a un laboratorio y esperar días o semanas, ni tampoco siquiera meterse en un cuarto oscuro a pelearse con un laborioso proceso químico”, expone la documentación de la muestra, comisariada por miembros de la Foundation for the Exhibition of Photography y del MIT Museum. Y sobre ese concepto actuaron, explícita o implícitamente, los fotógrafos reunidos en A Coruña, algunos de la envergadura de Ansel Adams, Robert Mapplethorpe, Richard Hamilton o Philippe Halsman. Los papeles de Proxecto Polaroid insisten en como la historia de la compañía, fundada por Edwin H. Land en 1937 y desaparecida en esa primera encarnación en 2001, instruye sobre el poliedro de la técnica y la creación artística: “La ciencia y la tecnología, la industria y lo comercial, lo social y lo cultural”.

Fue Polaroid la empresa que colocó la primera cámara instantánea en el mercado, la Land Camera, en noviembre de 1948. “En pleno apogeo de la marca, ya durante la segunda mitad del siglo XX, sus cámaras y películas eran adquiridas por millones de aficionados e incontables profesionales de diversos ámbitos”, dice el texto de presentación. ¿Fue el precedente de la actual invasión de imágenes? “No lo creo. De cierto modo la democracia censitaria, pues los costes de la cámara y de los consumibles eran elevados”, responde Diego Rodríguez, “puede parecer banal, pero lo cierto es una polaroid también había que pensarla”. O intervenir sobre ella a posteriori, como Peter Beard con el magnífico escorzo de Mick Jagger en el Madison Square Garden.

Para Rodríguez, en todo caso, sí existe un paralelismo entre la foto instantánea que Land inventó para satisfacer los deseos de una niña y la abundancia digital: la simultaneidad entre querer tomar una imagen y poseerla. “Pero la Polaroid está ligada al soporte físico”, puntualiza. En la Barrié se pueden ver decenas de modelos de una cámara que, eso sí, popularizó el arte de la fotografía. Aunque no eliminó, dice el responsable, ninguna separación entre creatividad y ámbito doméstico: “Debemos desterrar esa contraposición. El arte es una de las características del ser humano. Cantamos al saludar o tratamos de agradar al dejar una nota en la nevera. La Polaroid es, antes que nada, un producto industrial que aspiraba a ser masivo y buscaba la simpatía de los usuarios”. Y a ese aparato llegaron algunos artistas, que se encontraron así con una mecánica que no acababan de controlar, añade Rodríguez.

“El primer uso de la Polaroid por los artistas fue como auxiliar de la fotografía convencional, probar un encuadre, testar el contraste de luz”, señala, “algunos descubrieron en ella recursos al manipular la propia tecnología del revelado, otros se adentraron en la capacidad de captar lo efímero de una manera más análogo al ojo humano”. La retina o la cámara digital revela las impresiones de la retina más rápido, dice, “pero los tiempos que ahorraba la Polaroid eran tremendamente significativos”. La documentación de la muestra resume finalmente la relación dialéctica entre los fotógrafos y sus máquinas: “Fueron los artistas los que ayudaron a configurar Polaroid, en tanto que esta ejerció una fascinante influencia sobre aquellos y sobre la fotografía”.