“Galicia no va a estar callada ni va a ser convidada de piedra ante unas decisiones que afectan directamente a los pilares del Estado de las Autonomías”. El presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, ha dado lectura a una declaración institucional contra el acuerdo de investidura entre PSOE y ERC, un acuerdo que admite “desconocer” aún en buena parte, lo que no le impide afirmar que será “especialmente injusto” para Galicia.
Secundado por sus once conselleiros -que a primera hora de la mañana modificaban sus agendas para poder acompañarlo en el Pazo de Raxoi- Rueda, en tono apocalíptico, insistió en que “lo que se está negociando de forma bilateral es, ni más ni menos, que los principios que guiaron a la España autonómica en las últimas décadas”.
“España no puede ser una nación asimétrica. No nos van a convencer de que el precio de la convivencia pasa por sacrificar la igualdad entre españoles y gallegos. Ninguna investidura va a valer jamás tanto como esto”. Rueda utilizaba un tono lapidario en cada frase e invocaba constantemente a Galicia. “Galicia no va a asistir con resignación y en silencio a la sustitución del estado de las autonomías por un régimen de intereses ideológicos, partidistas y personales”
Agravio frente a aldraxe
El presidente gallego parece retrotraerse hasta la transición para hablar de este cambio de modelo. Si, entonces, la clase política gallega se opuso al aldraxe (“ultraje”) que suponía un Estatuto claramente insuficiente, ahora Rueda habla de “agravio” si se cumplen las cláusulas del acuerdo entre socialistas y republicanos. Nacerá un modelo “basado en la asimetría, los privilegios de unos pocos en detrimento del resto”.
El titular de la Xunta quiso “poner en perspectiva” los 16.300 millones que el Estado “asumirá” de la deuda catalana. “Hablamos de lo que sería al presupuesto íntegro de la Xunta de Galicia para 15 meses”. Sobre la posibilidad, recogida en el pacto, de compensar también al resto de comunidades, Rueda habla de una “difusa e inconcreta voluntad” que, de concretarse, dejaría “un nuevo agravio para Galicia”. “Nos veríamos perjudicados por hacer en estos años lo que se espera de una administración responsable: limitar nuestro nivel de endeudamiento, el que menos creció de toda España, todo lo contrario de lo que hizo el independentismo”. Fue como si el Feijóo presidente de la Xunta hablase a través de él.
“Hablemos claro: no podemos llamar condonar a lo que es mutualizar. Lo que se va a hacer es repartir entre todos los españoles -y, por tanto, entre los gallegos- la deuda acumulada por una comunidad autónoma. Asignarnos los excesos de los que fueron irresponsables”. Esto, dice, supondrá para cada gallego “más de 400 euros de una deuda que no es nuestra” para un total de “más de 1.200 millones de euros, lo equivalente a sostener los servicios sociales en Galicia todo un año”.
Para él, esto demuestra la necesidad urgente de renegociar el modelo de financiación autonómica en el marco del Consejo de Política Fiscal y Financiera, dentro de un “consenso multilateral” que podría tomar como base la declaración del Foro de Santiago, firmada por ocho presidentes autonómicos “de distinto signo” en 2021 en la capital gallega. Por eso, solicitó la “convocatoria urgente de la Conferencia de Presidentes”.
El traspaso de Rodalies y la “infraejecución de presupuestos en infraestructuras” también estuvo presente en un discurso en el que las comparó las carencias ferroviarias de Galicia, la situación de las autovías o el no a la transferencia de la autopista AP9. Un acuerdo que “previsiblemente se completará con otros igualmente desequilibrantes e injustos hasta alcanzar la mayoría que necesita Pedro Sánchez”.
Y, por eso, aunque “desconocemos el montante total económico y jurídico” asegura saber “con certeza, por lo que conocemos e intuimos” que el acuerdo final será “especialmente injusto para Galicia”. La “férrea ortodoxia” con la que se recurre ante el Constitucional la Ley do Litoral frente a la “extrema laxitud” con la amnistía es, para él, una nueva prueba.
No faltó la alusión, sin mencionarlo, al acuerdo entre BNG y PSOE, que recoge mejoras en los peajes de las autopistas. “Es ofensivo la forma en que una determinada fuerza acepta que con cuestiones menores se pretenda compensar” el pacto con ERC.
“Galicia va a seguir siendo leal, pero no va a ser sumisa. La voz de los gallegos se escuchará con claridad y contundencia. Por lo tanto, y a partir de ahora, con más fuerza que nunca defenderemos la dignidad de Galicia”, concluyó.
Improvisación y casi una hora de retraso
La primera imagen a través del streaming en directo de la Xunta llegó con cuarenta minutos de retraso sobre el horario previsto, esas 12 del mediodía que dinamitaron como una onda expansiva todos los actos que conselleiros y altos cargos de Xunta y PP tenían previstos en su entorno temporal. No podía faltar nadie en el Pazo de Raxoi, la sede que el ejecutivo gallego reserva para las grandes ocasiones. A esa hora, los miembros del gobierno gallego comenzaron a colocarse ante el tapiz con el escudo de Galicia. En el centro, un atril, reservado para Alfonso Rueda, frente a las tres banderas: gallega, española y europea. A cada lado, uno de los dos vicepresidentes y, después, los conselleiros. El lado izquierdo de la pantalla perdía notablemente por 4 a 6 hasta que se incorporó el último en llegar, José González, de Medio Rural, que acercaba los marcadores.
Brazos cruzados, miradas al techo, caras de circunstancias... y un vicepresidente primero, Diego Calvo, que al acercarse a hablar con la segunda, Ánxeles Vázquez, quedó situado detrás del atril en una imagen muy presidenciable. El tiempo pasaba y la fila de conselleiros situada de espalda a la pared fue transformándose en una sucesión de corrillos, mientras seguían esperando sin saber demasiado bien qué. A las 13.45, cinco minutos después de haber conectado, la señal institucional se cortó y fue sustituida por la habitual foto del exterior del Pazo de Raxoi, mientras de nuevo sonaba la música de espera que habíamos escuchado los 40 minutos previos. Así seguimos hasta las 12:51. A esa hora, Alfonso Rueda entró en plano, se situó ante el atril y preguntó: “Empezamos?”. 13 minutos después, sin permitir preguntas, se marchó.