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Cuatro cosas que tu gato preferiría que dejaras de hacer

Gato

Eva San Martín

30 de diciembre de 2021 21:50 h

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Nuestros gatos están estresados. Y uno de los motivos es, sencillamente, que les pedimos demasiado. No es extraño que enfermedades como las dermatitis felinas, cistitis o problemas renales resulten cada vez más frecuentes en nuestros gatos caseros; y todos estos problemas están, normalmente, relacionados con el estrés.

Pero podemos ponerle remedio y hacer, claro que sí, felices a nuestros gatos. Aunque, para empezar, necesitamos entenderlos mejor, conocer qué necesitan, y también qué les gusta. Y todo lo contrario: reconocer aquellas cosas que nuestro gato preferiría que dejáramos de hacer.

1. Deja de acariciar la tripa a tu gato

Si vivimos con un gato o una gatita, puede que esta escena nos resulte familiar: llegamos a casa y nuestro querido felino nos recibe, primero, con unos restregones de su cuerpo contra las piernas. Después, se tira al suelo, hace la croqueta peluda (¡uno de mis gestos gatunos preferidos!) y se queda tumbado boca arriba, dejándonos su irresistible tripa al descubierto.

Y digo irresistible, porque mucha gente interpreta este “hola gatuno” como una invitación a acariciar la tripa de sus felinos. Pero no lo es: se trata solamente de una señal social con la que nos dicen “hola”, y también los gatos nos dicen así cuánto nos quieren, lo felices que están de vernos, y todo lo que confían en nosotros. 

Pensémoslo de este modo: la tripa es una de las partes más vulnerables de nuestros gatos y nunca se la mostrarían a alguien del que desconfiaran porque, literalmente, estarían poniendo su vida en peligro. De hecho, la ciencia nos dice que el vientre es una de las partes más sensibles de los felinos; y también una de las zonas de su cuerpo que, normalmente, menos les gusta que les acariciemos. No a todos, porque siempre hay excepciones: pero sí a la inmensa mayoría.

Ya lo sabemos: la próxima vez que nuestro gato nos muestre la tripa, tomémoslo como lo que es: un “Te quiero mucho y estoy muy feliz de verte, humano”. Y, en lugar de lanzarnos sobre su tripa (y acabar recibiendo un merecido mordisco), respondamos con unas caricias suaves en la barbilla, detrás de los bigotes o debajo de las orejas; que nuestro gato disfrutará mucho más.

2. No cojas al gato en brazos, purr favor

Algunas veces, todo lo que queremos es coger a nuestros gatos en brazos y achucharlos, aunque sea un poco. ¡Son tan suaves y adorables! Pero no siempre esta resulta una buena idea. Mi experiencia como experta en comportamiento felino me dice que mucha gente abraza a sus gatos porque es lo que les apetece a ellos (humanos); pero no siempre significa que también les apetezca a sus gatos.

De hecho, hay modos mucho más amables de interactuar con nuestros felinos, siguiendo lo que aprendemos por la ciencia, y “la buena etiqueta gatuna”: sabemos por los estudios que cuando dejamos que nuestros gatos tomen la iniciativa, las interacciones suelen resultar más interesantes, más largas y mucho más agradables para todos. Y conseguirás, por ejemplo, que tu gato te lama: una señal de todo el amor que te tiene. 

Hay más: la mayoría de los gatos prefieren mantener sus cuatro patas en contacto con el suelo. Por eso, cuando los cogemos en brazos, muchos empiezan a agitarse, contonearse y a ponerse tensos: es la señal inequívoca de que quieren que los bajes.

3.  La “guerra de miradas” con tu gato no es divertida

Puede que mirar fijamente a los ojos de nuestros gatos nos parezca un gesto inofensivo, incluso divertido; pero tu felino no está tan de acuerdo. Para los gatos, mirarse fijamente a los ojos constituye una señal de desafío o de alerta; incluso, el inicio de una pelea: todo lo contario a un gesto cariñoso o amable. De hecho, muchos gatos pueden sentirse intimidados e incómodos. 

Ya lo sabes: evitemos las “guerras de miradas” con nuestros gatos. Esto no significa que no podamos mirarlos a los ojos; pero preferirán que pongamos una mirada suave, relajada, y que parpadeamos con frecuencia.

4. Y olvídate de castigar a tu felino 

No solo se trata de algo desagradable, que puede rozar el abuso. Además, los gatos no entienden el castigo. Así de sencillo. Nuestros felinos domésticos, todos ellos, provienen de un cazador solitario (Felis silvestris lybica). 

Esto implica que los gatos no poseen un lenguaje social tan desarrollado como nosotros. Y también, entre otras cuestiones, que no entienden el castigo. Es más: cuando castigamos o gritamos a nuestros queridos gatos, lo más probable es que acaben por cogernos miedo, y podemos destrozar de forma permanente la relación que tenemos con nuestros amigos gatunos. 

Si hay un comportamiento que no comprendes, que quieres entender mejor o, incluso, que te preocupa o te gustaría cambiar de tu gato, el consejo es recurrir a las consultas de comportamiento felino con un experto acreditado. Porque los gatos sí aprenden, pero necesitan que les enseñemos a su gatuna manera.

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