Con una foto despeinado, mucho texto cubriéndole la cara y un “hola peña” de inicio, se dirigía Diego Ibáñez a los seguidores en redes de la malasañera banda Carolina Durante en un post publicado la pasada semana. En él, el vocalista anunciaba que un gripazo les obligaba a posponer los conciertos en Badajoz y Cáceres. Y añadía: “Me ha llegado algún mensaje que si el WiZink blablabla. Mirad, yo me dejo la piel siempre, así que no jodáis porque el primero al que le duele esto es a mí”. La publicación acababa con unas palabras conciliadoras: “Ojalá pa' marzo estar por ahí y de verdad que lo siento mucho”.
Ese mensaje contiene mucho de la dualidad y la contradicción con las que juegan constantemente Mario del Valle (guitarra), Juan Pedrayes (batería), Martín Vallhonrat (bajo) y el propio Diego Ibáñez. La caricia y la colleja, la sensibilidad y el desfase, la naturalidad y la pose, ser unos pringados y petarlo muy fuerte. Unas mezcolanzas que les han convertido en referente de la escena musical emergida, que no emergente, con solo dos álbumes: Carolina Durante (2018) y Cuatro chavales (2022), ambos con el sello de Sonido Muchacho. Por el camino, temas cargados de ironía, dobles sentidos y una rabia casi recitada: Cayetano, Las canciones de Juanita, El Año o Casa Kira, junto a Orslok.
A pocas horas de enfrentarse este viernes 27 de enero al WiZink Center de Madrid, uno de esos escenarios que consagra trayectorias, Diego saca un hueco para responder las preguntas de Hoy Se Sale. La gente de Cáceres y Badajoz puede estar tranquila: no les mentía sobre el delicado estado de su voz. La que vaya al concierto también: se está reservando precisamente para petarlo muy fuerte. Porque para estos cuatro chavales que tanto presumen de ser solo eso, cuatro colegas, “es un orgullo haber llegado a esto”.
No en vano, dice que para el grupo darlo todo en el escenario, por modesto que sea, es “innegociable”. Partiendo de esa base, deja caer que se vienen cosazas: “Algo de show, algún invitado especial… Tampoco queremos que esto se convierta en las fiestas de tu pueblo”, matiza. Una respuesta con la que Diego hace gala de su lado más confiado y canallita, que la banda sabe explotar a la perfección y conjugar con la vertiente más tierna: “Yo creo que hace falta creérselo, confiar y estar orgulloso de lo que uno ha hecho y conseguido. Básicamente porque si no es así, llega un momento que no tiras pa' lante. Otra cosa es ser un capullo y un flipado”. Lo de tener los pies en el suelo lo tienen tan presente que hasta cuentan con una canción que parece destinada a autorecordárselo: Famoso en tres calles.
Un rol, el del malote con buen fondo (o pringadete con mucho atractivo), que pulula también por sus canciones más amorosas y desamorosas. Véase Aaaaaa#$!& o Perdona (ahora sí que sí), con la colaboración de Amaia Romero y Marcelo Criminal. “Lo explotamos a muerte... nah qué va”, bromea cuando le preguntamos por ello. Explica que realmente es algo mucho más orgánico: “No sé, a veces estoy en modo dios y otras veces me siento una auténtica basura”. Y la misma sencillez que aplica a las letras la traslada a la música. A la (pretenciosa) pregunta de si buscan una sonido que encaje con lo que quieran transmitir, se limita a contestar que “si lo hay habrá que encontrarlo”.
Diego insiste en que todo es un proceso más natural de lo que podría parecer, que con las letras no hay ninguna aspiración por establecer un discurso generacional: “Yo escribo sobre mi vida, sobre lo que siento, lo que veo. La única vez que he escrito algo para intentar conectar, transmitir, blablabla es en el estribillo de No Tan Jóvenes y a día de hoy me da vergüenza cantarlo de puro pretencioso que me parece...”. Ciertamente es curioso que frente a ese estribillo directo (La generación vacía / no estaban altas las expectativas / pero es que hemos llegado aquí / es peor de lo que me decías) parece haber calado más el no tengo 30 años y ya estoy casi roto de Joder, No Sé.
Estamos bastante alejados de lo que aquí se entiende como canción protesta. Básicamente porque nos aburre
Para evitar esa solemnidad al componer e interpretar hay un elemento clave que Carolina Durante siempre ha dominado: el humor. Diego considera que es una herramienta política y artística infravalorada, sobre todo en la música: “Siempre decimos que estamos bastante alejados de lo que aquí se entiende como canción protesta. Básicamente porque me aburre, nos aburre. Que no digo que no sea necesario, eh, pero no es lo nuestro”. Y lo cierto es que hay algo de carnavalesco en su manera de explotar personajes y juegos de palabras para abordar cuestiones políticas en temas como Cayetano (uno de sus primeros exitazos) o El himno titular (casi una parodia de la clásica cancioncita para acompañar a la Selección española de fútbol en cada torneo).
Urbanita de Malasaña con un punto antisocial
Hay algo especial cuando una gran cita para una banda tiene lugar en la ciudad que la vio nacer y crecer. Es habitual cuando esa ciudad es una tan grande como Madrid, claro, pero es que Diego presume mucho y muy bien de su apego a la capital y al barrio de Malasaña: “A mí me flipa la ciudad, soy completamente urbanita, pa’ que mentirte. Y si nos vamos al ámbito cultural, creo que aquí es donde sucede todo o prácticamente todo, así que… Obviamente hay cosas que cambiaría, pero Madrid me gusta mucho”. Les duele tanto la ciudad que tienen una canción que parece dirigida a denunciar con mucha guasa la estampa de sus calles vacías en verano: Moreno de contrabando (dejando pullitas a la masificación turística de paso).
Por supuesto también tienen un temita sobre su buena sintonía con la ciudad, pese a lo difícil que lo pone a veces: Urbanitas. En el videoclip se mofan además de lo que más le molesta del entorno urbano: el postureo en redes. “¿Algo que molaba más antes? Que no había móviles. Los haría desaparecer. Si no los móviles, las redes sociales”, dice poniéndose un poquito tecnófobo.
Pero es lógico que aprecien tanto su entorno cuando jugó un papel clave en la confección del propio grupo, en forjar un compañerismo del que hacen gala ya desde el título de su segundo disco. Cuatro chavales sintetiza que siguen siendo unos amigos haciendo lo que más les gusta, lo cual establece una relación de cercanía con los espectadores que potencian con su actitud sobre los escenarios.
Están en medio de los problemas cuando preguntas dónde están
Por eso la pandemia, que supuso alejarse entre ellos y del público, es algo que ni se plantearon abordar por mucho que el álbum fuese grabado durante la crisis sanitaria o que la gira esté coincidiendo con una vida ya apenas restringida, un periodo de liberación colectiva para muchos: “No queríamos ni de lejos que hubiese el menor ápice de nada relacionado con el covid en el disco. Al menos de forma directa. Creo que lo conseguimos, que cuando se escuche este álbum en 10 años o así no dirán ah, este fue el álbum que compusieron los Carolina durante la pandemia”.
Esta circunstancia excepcional sí se hace notar en el terreno más puramente económico o industrial: “Supongo que hay mucho grupo / artista intentando ganar lo que no ha podido ganar en los dos años de parón”. Puntualiza, sin embargo, que “mucha gente no es consciente de lo que cuesta producir algunos conciertos de la gente del mainstream. Hay artistas que literalmente pierden dinero”, aunque luego matiza que “otros directamente son unos sinvergüenzas”.
Ellos no se consideran mainstream, y eso que la mismísima Rosalía ha compadreado con la banda en redes anunciando que “este viernes hay plan” y citando al perfil de Carolina Durante. “Me alegra mucho que venga, sí. La verdad es que se agradece el support que hizo con el tuit jaja”, reconoce Diego. En cuanto a qué se encontrará la autora de Motomami en el WiZink, no dan muchos más detalles. Tampoco sobre lo que vendrá un poco más adelante: “Después de esta gira tenemos pensado componer nuestro tercer disco. Ya estamos en ello, pero con la calma”. Parece que la vida se la toman como el escenario: un lugar donde desenvolverse con naturalidad y, a la vez, con un control total de lo que les va sucediendo. Aunque sea aparente. No se flipan, pero se lo creen.