El cine de barrio más joven de Madrid crece haciendo comunidad: “Conocemos a la clientela por sus nombres y apellidos”
Una nueva oportunidad para recuperar las grandes protagonistas de los Premios Goya en un año de cine español repleto de calidad y heterogeneidad. Una proyección semanal adaptada a bebés bajo el título Sesión Teta, con la luz y el sonido regulados para garantizar su bienestar y para que las madres puedan darles el pecho durante la película. La retrospectiva de uno de los directores más reconocidos del cada vez más popular cine surcoreano. Un piano en directo para poner música a obras muy queridas del séptimo arte. Hasta una cita a ciegas con un próximo estreno. Estas son algunas de las cosas que un cine, pongamos que los Embajadores, puede acercar a un barrio o un distrito de Madrid, pongamos que Arganzuela.
La lista es larga, podríamos seguir con ciclos muy pegados al contexto internacional o las ya míticas sesiones matinales y del vermú, pero además de sacar pecho por sus eventos este espacio también puede presumir de espíritu comunitario: “Estamos cada vez más acostumbrados a que las ciudades sean como una especie de chalés adosados, todo prefabricado. Cuando surgen cosas diferentes, no tiene por qué ser el cine, siempre aporta algo positivo”. Lo explica Fernando Lobo, uno de los impulsores de los Cines Embajadores (dirigidos por Miguel Ángel Pérez) y jefe de prensa de su distribuidora hermana Surtsey Films.
La conversación tiene lugar en una de las tres salas de un cine que sabe de sus limitaciones, pero que tiene en su calor hogareño (y en la inventiva de sus propietarios) una gran baza. También en su ubicación, en el número 5 de la Glorieta de Santa María de la Cabeza, parte de un entorno con “mucho tráfico cultural” revitalizado durante los últimos años con proyectos como Matadero Madrid.
“Hay mucha gente que si tiene que coger el bus, el metro o el coche para ir al cine ya no va”, expone Fernando para ilustrar porque los cines de barrio pueden ayudar al sector y cuál es uno de sus factores diferenciales. “Para muchos el cine es solo un plan de fin de semana. Es lógico, sales de trabajar y estás derrotado, así que te apetece descansar o simplemente ver una serie desde casa, o como mucho hacer algún recado o ir al gimnasio. Pero hay otras personas a las que les gusta tener una vida más activa también en esos momentos, y si tienes un cine cerca es mucho más sencillo”, añade.
Sitúa otra diferencia vital en “el trato que puedes dar al cliente”, ya que “en el multisalas es muy difícil llegar a conocerles, son principalmente ocasionales”. No es el caso de los Embajadores: “Aquí tenemos mucha más clientela fija a la que ya conocemos por sus nombres y apellidos, a los cuales ya saludamos cuando nos los encontramos por la calle y demás. Todo apunta en la dirección de ofrecer esa cercanía y amabilidad. Nos piden recomendaciones, bromeamos y no pasa nada por venir a echar un vistazo o charlar unos minutos e irte sin comprar una entrada”. La terraza y la barra del local ayudan a establecer esa confianza, desde luego.
La meditada decisión de lanzarse a una piscina cada vez más vacía
Fernando cree que este modelo de cine de barrio, de cercanía e independiente es “extrapolable a otros barrios”, que la gente hace las cosas “si las tiene al alcance”. Pone como ejemplo su Zamora natal, donde “la cantidad de ocio es muy reducida”. “¿Eso convierte a la gente de Zamora en gente a la que no le gustan las actividades culturales, o simplemente no tienen esa posibilidad?”, se pregunta. Reconoce, no obstante, que en determinadas zonas “la inversión sería un riesgo mayor” al haber una cantidad de público potencial menor que en muchos barrios de Madrid.
Lamenta, eso sí, que los cines de proximidad están desapareciendo en Madrid incluso en lugares donde han funcionado muy bien tradicionalmente. Menciona el caso del distrito de Salamanca, donde el Cine Victoria (cesó su actividad en 2018 y en él se instaló un supermercado) o los Conde Duque de Goya (que cerraron el pasado 2022) han dejado una enorme huella. “En Chamberí, por citar otro caso, también van desapareciendo y cada vez quedan menos”, recuerda. La última pérdida fue la del otro cine Conde Duque, ubicados en la calle Alberto Aguilera, mientras que los Paz esquivaron ese mismo destino después de una clausura temporal.
Y pese a este panorama desolador, se lanzaron a la aventura de los Cines Embajadores. Quizá porque donde mucha gente veía una ruina asegurada ellos vieron una oportunidad: “Veníamos de la distribución, y seguimos en ella con Surtsey Films. Es un mercado cada vez más complicado, cada vez hay más empresas que se dedican a ello, cada vez hay más estrenos, cada vez hay más películas. En ocasiones no sabes tocar la tecla adecuada, no das con las películas correctas. Vimos que había que diversificar el negocio. Toda la industria (producción, distribución, exhibición...) tiene que remar en la misma dirección, es la única manera de que al final nos retroalimentemos”.
Miguel Ángel, ahora director del cine, llevaba muchos años pensando en abrir un cine pequeñito en el centro de Madrid, en un sitio que no estuviese cerca de ningún otro, que pudiese tener su público propio. Arganzuela, que “por población y actividad cultural es como una ciudad en sí misma”, les parecía el sitio perfecto. Escogido el emplazamiento, tocaba perfilar el modelo: “La idea era clara, tenían que ser salas no muy grandes para minimizar riesgos. Es decir, no no nos queríamos meter en un local de 800.000 metros cuadrados, hacer un multisalas y arriesgarnos a tenerlas vacías. Con este modelo más humilde nos está yendo bien. Estamos aquí charlando en una sala de 53 butacas y tan a gusto, ¿sabes? Se ven las películas estupendamente”, dice Fernando.
Recomendado para todos los públicos
No es nada fácil destacar cuando es imposible competir con la potencia de las grandes cadenas, ni siquiera con otras mucho más pequeñas como los Renoir (que en total cuenta con 22 salas en la capital). Pero si algo no se le puede negar al equipo de los Embajadores es que saben perfectamente cuál es su sitio, y dónde les colocan los espectadores: “Una persona que quiera ver Avatar en 3D, pues no va a elegirnos o no va ser su primera opción. Pero hay muchos tipos de cine, hay mucha diversidad e intentamos cubrirlo todo aunque estemos especializados en cine más independiente en versión original subtitulada y cine español”.
Lo cual no significa que le cierren las puertas al cine más comercial: “Nuestra idea es que en el barrio todo el mundo esté contento con el cine. Queremos que haya la menor gente posible que quiera venir aquí porque le pilla muy cerquita de casa o por el trato cercano y se encuentre con que no tenemos la película que le apetece. Por ese motivo, por ejemplo, ponemos Avatar: El sentido del agua, que es una película que en principio no casa, digamos, con la línea del cine”. Reconoce que han ido perfeccionando su oferta de películas y eventos a base de “prueba-error”: “Ahora vamos sabiendo un poquito más”.
La gente cuando acude al cine muchas veces se pregunta después 'por qué vengo tan poco'. Lo más difícil es conseguir atraer a los espectadores, una vez eso pasa alimenta al resto de películas
No en vano, como toda gran historia empezó con enormes dificultades. El confinamiento y un pequeño incendio en un edificio colindante retrasaron hasta en dos ocasiones la apertura, que finalmente se produjo el 10 de julio de 2020, en pleno contexto pandémico. “Han sido tres años pero hemos pasado tanto que a veces parecen 20”, bromea Fernando, que celebra cómo nunca perdieran la ilusión aunque en algunos momentos la vida casi se la arrebatase.
Ahora la perspectiva es más halagüeña: “Los números de 2021 fueron mejores que los de 2020, los de 2022 mejores que los de 2021 y enero de 2023 ha sido mucho mejor que enero de 2022”. Cree que deben seguir peleando por atraer espectadores a las salas, que hay algo en la experiencia muy distinto a la que ofrecen por ejemplo las plataformas: “La gente cuando acude al cine muchas veces se pregunta después por qué vengo tan poco. Lo más difícil es conseguir atraer a los espectadores, una vez eso pasa alimenta al resto de películas”. A Fernando le gustaría que “todos los agentes del cine charlasen más, se comunicasen más y dijeran vamos a ir por aquí, porque al final la sociedad está cambiando constantemente y el mismo tipo de cine que gustaba hace diez años no gusta tanto ahora”.
Un cine que se recicla
“Todos tenemos sitios a los que vamos siempre: la peluquería, el supermercado, el bar en el que tomamos café..., pero cuando hablamos de ocio y actividades que podríamos llamar menos cotidianas ofrecer siempre lo mismo puede convertirse en algo rutinario”, asegura Fernando. Desde su punto de vista, “ofrecer eventos es ideal para dinamizar mucho el modelo de negocio y el modelo de ocio: si yo voy siempre a la misma discoteca y siempre me ponen las mismas canciones, al cuarto fin de semana estoy harto. Sin embargo, si un día tengo una fiesta temática, otro día tengo el cumpleaños de no sé quién, un día voy con un grupo de amigos y otro voy con otro grupo de amigos, pues aunque esté en el mismo sitio hago cosas diferentes”.
Recuerda que al abrir el cine proyectaron Cinema Paradiso: “Venía gente que nos decía que había visto ocho veces la película, pero jamás en pantalla grande. Fue muy bonito porque es una película que va justamente sobre el amor al cine”. Con muchas de estas actividades intentan potenciar además una cierta perspectiva social a través de proyecciones de películas documentales o coloquios con personalidades no necesariamente vinculadas al audiovisual.
La entrevista con Fernando, tan distendida como la que puede tener cualquier vecino del barrio que se acerque a pedir una recomendación a un miembro de la plantilla del cine, termina convertida en una conversación sobre las quinielas de la gala de los Goya. Admira Alcarràs, Cinco lobitos o Un año, una noche. Pero su preferida es la favorita, As bestas. El sábado sabremos si los Embajadores tienen la misma visión para los premios que la que demostraron montando un cine de barrio cuando la condena de estos establecimientos parecía sellada.
0