Y los cuatro chavales de Carolina Durante se hicieron grandes renunciando a convertirse en hombres

Mario del Valle (guitarra), Diego Ibáñez (voz), Juan Pedrayes (batería) y Martín Vallhonrat (bajo), en el emocionante tramo final de su enérgico concierto en el WiZink Center de Madrid el pasado 27 de enero.

Guillermo Hormigo

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Es curioso. Con todo lo que se prepara y se ensaya un concierto, muchas veces los momentos más especiales o emocionantes surgen de la espontaneidad. En el espectáculo que Carolina Durante dio anoche en el WiZink Center de Madrid ese instante se produjo cuando el grupo acabó de interpretar uno de los últimos temas del repertorio: Las canciones de Juanita.

Al público le supo a poco, así que antes de que Diego Ibáñez, Juan Pedrayes, Mario del Valle y Martín Vallhonrat se arrancasen con la siguiente canción, estalló un repentino y colectivo coreo a capela del estribillo. No sonamos mal / sonamos mejor que ayer retumbaba en el antiguo Palacio de los Deportes a través de 8.000 gargantas mientras la banda hacía algo impropio de una banda, pero paradójicamente una señal inequívoca de éxito: escuchar.

Como si quisiesen verbalizar y confirmar un pensamiento que todos los espectadores compartieron por unos segundos, la siguiente canción fue Tu nuevo grupo favorito. En medio de una lluvia de papelillos, uno de los mayores despliegues materiales de un concierto bastante modesto en el apartado visual (lógico si tenemos en cuenta que en su esencia estar tomarse el escenario como el de cualquier fiesta de pueblo), Carolina Durante convertía una canción algo meta y cargada de ironía sobre esos grupos que se las dan de importantes en un himno autocelebratorio. Y bien hecho que está.

Los mismos de siempre haciéndolo como nunca

Nunca serán señores mayores / No son solo cuatro chavales dice ese tema de su segundo álbum, un disco titulado precisamente Cuatro chavales (2022), al igual que esta gira. Puede que con de lo de anoche ya no sean únicamente eso, que cuando abandonaron el escenario después del éxtasis de Cayetano y volvieron algo más tarde trajeados se hubieran algo así como graduado (¿o iban de boda?). Quizá ahora son otra cosa, sí. Cuatro chavales con duende, cuatro chavales engrandecidos. Pero en el fondo, como demostraron dejándose la voz y el cuerpo hasta la última nota de la última estrofa de la última canción de los 32 temas que se marcaron en casi dos horas de concierto, todavía cuatro chavales.

Ya habrá tiempo de frenarse, de momento viven cada actuación como una entrega desprejuiciada a su público. Si piensan en sentar la cabeza es para arrastrarla por el suelo en un baile imposible. O en una caída consecuencia directa de uno de esos pogos que tanto les encantan a su audiencia. Y a ellos, porque Diego se mueve el escenario como si hiciese un pogo consigo mismo.

Ocho chavales adueñándose del escenario

Los cuatro chavales demostraron que siguen siendo muy de ser cuatro chavales desde el inicio. De hecho ya antes de empezar. Tener a Los Nikis de teloneros, una petición de los propios Carolina, es toda una declaración de intenciones. Tender un puente entre el compadreo ochentero y el de hoy, una camaradería intergeneracional a prueba de egos.

Les unen más cosas, claro, como un sentido del humor cargado de referencias y dobles sentidos que empapa sus temas (El imperio contraataca y El himno titular son torpedos en la línea de flotación de dos busques del nacionalismo español: el pasado colonial y el furvo). Pero, como demostraron al cantar los ocho sobre el escenario, lo más bonito era ver a dos pandillas de cuatro amigos disfrutando de sus lazos, y de que estos lazos sigan dando alegrías a la gente.

Por ese peso de la amistad fue tan emocionante escuchar a Diego introducir El parque de las Balas, uno de los temas más íntimos y personales de la banda (hace referencia al también conocido como Cerro de los Locos, en Madrid, cerca de la Dehesa de la Villa), diciendo que iba especialmente dedicado a las personas que han estado ahí desde el principio. Normal acordarse de ellas teniendo en cuenta algunos versos de este puñal sentimental con reminiscencias a cierta obra maestra de Amaral: Los sigo viendo / No tan de cerca / Y ahora en las fotos / No estamos todos / Y es una pena / Seguirá ocurriendo / Con los recuerdos / No estarán todos. Es triste pensar sobre otro tiempo en el que los cuatro chavales no eran cuatro chavales porque eran seis, nueve o catorce.

Derroche de energía y pocas sorpresas para una noche de catarsis colectiva

Pero que el sentimentalismo barato de esta crónica no lleve a engaño: el concierto de Carolina Durante fue una fiesta. Una verbena venida a más, que no con ínfulas. Con unos balones gigantes que prometían mucho pero que al final no pudieron lanzarse para no poner en riesgo la seguridad del público, como la banda se encargó de explicar con la naturalidad y cercanía que les caracteriza. Con Alicia Ros de las Cariño casi haciendo que nos olvidemos de Amaia sobre todo cuando es viernes, es decir, cuando llegó Perdona (ahora sí que sí). Y con algún tropiezo no tan bien salvado, quizá el más evidente la errática participación de un Orslok que se implicó lo justo en la interpretación de Casa Kira.

No apareció Rosalía por el escenario, como algunos seguidores esperaban solo porque en redes publicó que asistiría. Tampoco hacía falta, no en vano por espectacular que hubiese sido habría supuesto dejar en segunda plano una noche que era para los chavales. La culminación a una trayectoria que empezó con el broche final de su potentísima actuación: La noche de los muertos vivientes. En este tema cantan que La noche ha estado bien, pero que cuando llega el fin / todo es puro pesimismo.

Esto último no fue así la noche del 27 de enero en el WiZink, ya que al terminar quedaban ganas de mucho más. De escuchar a Carolina Durante todavía más tiempo, pero también de adentrarse en lo que vendrá. Aunque ya no sean solo Famosos en tres calles, tienen cuerda para rato mientras sigan tomándose la música como una vía a través de la cual transmitir y expandir su amistad. Puede que en Tu nuevo grupo favorito se mofen de esas canciones tratadas como himnos generacionales, pero ellos han conseguido algo mucho más complicado: convertir en generacional una manera de vivir el escenario y hacer sentir al público.

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