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Vivir para siempre en un robot: conoce a los científicos 'locos' detrás de esta utopía

En un futuro indeterminado pero no muy lejano, cuando los drones ya surcan los cielos para repartir la compra, Dante disfruta de una vida idílica junto a su familia en una cabaña aislada pleno bosque. Todo parece ser perfecto hasta que este individuo de literario nombre se encuentra, de repente, en mitad de un descampado. Su consciencia ha sido introducida en un ordenador, su ser se ha desdoblado y la realidad se ha convertido en algo confuso y virtual que lo convierte todo en una suerte de terrible sueño.

A día de hoy, Dante solo es el protagonista de ‘Los que sueñan’, la obra con la que el escritor y cineasta Elio Quiroga se alzó el pasado año con el Premio Minotauro, el certamen que premia a la mejor novela de ciencia ficción, terror o fantasía. Y Quiroga, con este libro de más de 400 páginas, aunó las tres categorías dibujando un futuro espeluznante que quizá no es tan surrealista como puede parecer. De hecho, ya hay varios proyectos que tratan de descargar nuestra mente en un ordenador y alcanzar una inquietante vida eterna. Bienvenidos al ‘mind uploading’.

Salvo deterioro mental a causa de la edad o enfermedades como el alzhéimer, nuestro ‘software’ sigue estando en condiciones óptimas cuando el cuerpo llega al final de su vida útil. Así, lo que plantea la transferencia mental como método para alcanzar la inmortalidad tiene cierta lógica: bastaría con transferir nuestra mente a un soporte artificial para liberarnos de la dictadura biológica de nuestro organismo y vivir eternamente, sin fecha de caducidad. Si fuera posible, claro.

En la estadounidense Universidad de Columbia, el neurobiólogo español Rafael Yuste trabaja en una propuesta que, sin estar vinculada directamente con el ‘mind uploading’, resulta esencial para que un día llegue a ser una realidad. Se trata de BRAIN (las siglas de 'Brain Research through Advancing Innovative Neurotechnologies'), el proyecto colaborativo con el que Yuste pretende mapear la actividad de cada una de nuestras neuronas. La idea encandiló a Obama y sus asesores de tal forma que llegó a convertirse, allá por 2013, en su apuesta científica estrella. Aunque el propio presidente de los Estados Unidos comparó el proyecto con la carrera espacial, Yuste ha advertido en varias ocasiones que la descoordinación hace que BRAIN sea, a la hora de la verdad, una iniciativa fragmentada.

El propio Yuste se muestra escéptico en cuanto a la probabilidad real de cargar nuestra mente en un ordenador, como si fuera un 'software' más. El problema principal está en que conocemos muy poco o casi nada sobre su funcionamiento: “No tenemos todavía una teoría general, así que es imposible dar porcentajes”, explica a HojaDeRouter.com.

“No estoy seguro que se pueda hacer el ‘mind uploading’”, sentencia el científico. “El cerebro es una maquina biológica y las comparaciones con las computadoras digitales no son más que metáforas”. Sin embargo, distintos proyectos desafían estas dudas y experimentan ya con otras vías para hacer posible la vida eterna digital. La inteligencia artificial es la clave de sus planteamientos.

Este avatar quiere ser como tú

Si en Futurama, la serie de animación de Matt Groening, políticos, actores y otras personalidades alcanzan la inmortalidad en un singular Museo de cabezas, que se conservan en frascos rellenos de algo parecido a formol, la realidad será bien distinta a corto plazo: a juzgar por lo que sabemos hoy en día, lo más probable es que la eternidad (o algo que se le parezca) sea simplemente una ‘app’ móvil.

Al menos eso es lo que plantean desde Eterni.me, una plataforma que ofrece vivir para siempre gracias a su algoritmo de inteligencia artificial. Una vez inscrito en el proyecto, del que ya forman parte más de 30.000 personas según la propia compañía, su aplicación comienza a aprenderlo todo sobre el usuario: se conecta a sus cuentas de Facebook, su correo electrónico y su calendario para que sus pensamientos y recuerdos (al menos de los que hay constancia digital) queden guardados para siempre en un avatar inteligente que terminará hablando y comportándose como él. “Es tu propio biógrafo, tu cápsula del tiempo y un Tamagotchi propio que crecerá hasta tu último día”, explica el cofundador y CEO de Eterni.me, Marius Ursache, a HojaDeRouter.com.

A partir de ahí, el avatar chatea con el propio usuario para intentar darle sentido a algunos de los datos que ha recogido, e incluso puede mantener conversaciones con familiares y amigos sobre momentos significativos de su vida. “En un principio es limitado, porque sabe muy poco acerca de ti, pero hablando con él un par de veces por semana durante el resto de tu vida, el avatar recogerá una gran cantidad de información acerca de ti”, explica Ursache, quien señala que la inteligencia artificial de Eterni.me puede llegar a recabar datos de los ‘wearables’ para conocer aún más cosas de aquellos que anhelan la vida eterna.

Con toda esa información, se irá creando un 'alter ego' digital con múltiples usos: según el responsable de la compañía, puede ser un asistente personal, un confidente o, por supuesto, un ente que chatee con otras personas “incluso mucho tiempo después de tu fallecimiento”.

La idea, que primero fue solo un experimento durante el Entrepreneurship Development Program organizado por el prestigioso MIT, se convirtió en un proyecto real que, eso sí, aún no tiene fecha de lanzamiento: a finales de año verá la luz la versión Alpha 3, en la que ya trabaja la compañía, pero más allá de eso no hay fechas que marcar en el calendario.

Así, una vez descartada en el corto o medio plazo la posibilidad de comprender el funcionamiento de nuestra mente para traspasarla a un ordenador, Eterni.me representa la principal y más lógica corriente en la que trabajan a día de hoy las compañías que persiguen la utopía del ‘mind uploading’: enseñarle a un ‘bot’ a ser como nosotros para que nos sustituya cuando emprendamos el último viaje.

Es lo que ya planteaba la serie británica Black Mirror en ‘Ahora mismo vuelvo’, el primer capítulo de su segunda temporada: tras perder a su novio en un accidente de tráfico, Martha decide autorizar a una futurista compañía para que bucee en los perfiles sociales y el correo del fallecido con la intención de replicar su comportamiento.

“Fue muy útil para recordarnos que hay serios problemas emocionales y éticos”, afirma Ursache en relación a ese episodio. “Esa es la razón por la que, en este momento, estamos trabajando con un psicólogo para evitar cualquier trauma adicional”, explica. Su intención no es reemplazar a la gente cuando muere, sino “honrar su contribución tanto a su pequeño mundo (familia y amigos) como al gran mundo”.

Sin cerrar la puerta

Otras iniciativas no renuncian a transferir nuestra mente de manera directa a un equipo artificial, preferiblemente un robot creado a nuestra imagen y semejanza. Tienen claro, eso sí, que no se trata de un avance que vaya a producirse a corto plazo. De hecho, el proyecto de investigación de la Terasem Movement Foundation no se plantea cumplir con sus objetivos ni siquiera en las próximas décadas. En su primera fase, el Terasem Mind Uploading Experiment se limita a explorar la posibilidad de que una base de datos con información relevante sobre una persona sirva para que la inteligencia artificial reproduzca la conducta de dicha persona. En definitiva, lo mismo que pretende Eterni.me.

Utilizan la web Lifenaut para reclutar participantes dispuestos a que un ‘software’ escudriñe su vida digital para que un chat, un holograma futurista o un robot del mañana replique su forma de ser. Pero ese es solo el principio: “La segunda parte del experimento examinará si podemos reanimar la consciencia de una persona a través de esa base de datos y de un ‘software’ de inteligencia artificial con el que crear una ‘ciberconsciencia’ que se transfiera a ordenadores, robots o tal vez incluso a un nuevo cuerpo basado en el ADN de la misma persona”, explica a HojaDeRouter.com el director de la Terasem Movement Foundation, Bruce Duncan.

Uno de los principales problemas de cara a la consecución de este objetivo lo señala el propio Duncan: “En este momento, la ciencia carece de consenso respecto a qué es la consciencia”. Ni qué decir tiene que tampoco sabemos qué datos de nuestro cerebro forman lo que él llama “el núcleo de la consciencia”, lo que ayudaría a decidir qué información es más valiosa a la hora de conservarla.

Consciente de las dificultades y el esceptismo de gran parte de la comunidad científica, Duncan sigue aferrándose al pronóstico del experto en inteligencia artificial Ray Kurzweil para mantener el optimismo. “Cree que esta ‘singularidad’ ocurrirá alrededor de los años 2045 y 2050”, nos recuerda.

Precisamente, es esa fecha la que señala el multimillonario ruso Dmitry Itskov, que ha invertido parte de su fortuna en el hermético proyecto 2045 Initiative2045 Initiative. En 2030 esperan haber desarrollado un cerebro artificial y quieren ser capaces, quince años después, de transferir una mente humana (consciencia incluida) a un cuerpo que replique el aspecto de su dueño.

A los mandos de este proyecto se encuentra el neurocientífico Randal Koene, que también mantiene la esperanza. “Todo parece indicar que, en teoría, es posible; extremadamente difícil, pero posible”, asegura el profesor. “Así que se podría decir que [Itskov] es un visionario, pero no un loco, porque eso implica que está pensando en algo que es simplemente imposible, y ese no es el caso”, sentencia.

Dilemas de ciencia ficción

Con la duración de la vida en juego, e incluso su posible multiplicación, los dilemas morales que trae consigo el ‘mind uploading’ son muchos y difíciles de solventar. Para Duncan, uno de los más relevantes es el que se repite cada vez que surge una nueva tecnología: quién podrá tener acceso a ella y quién no por culpa del precio. Con la salvedad de que esta vez se trata de la mismísima inmortalidad.

Por ahora, las plataformas que trabajan de forma experimental recogiendo datos de voluntarios lo hacen de forma gratuita. No obstante, cuando se construyan robots con nuestro aspecto físico para albergar nuestra mente, como pretende la 2045 Initiative, lo más probable es que sí haya que rascarse el bolsillo. Y probablemente sea una tecnología al alcance de muy pocos.

No es el único problema que se plantea. Como describe Elio Quiroga en su novela, en el futuro, y de ser viable el ‘mind uploading’, varias versiones de nosotros mismos podrían cruzarse en mitad de la calle, a menos que se previniera de algún modo. También habría que abordar el cambio en el significado de la palabra muerte.

En cualquier caso, lo que convendría ir aceptando es que algún día, cuando nos marchemos de este mundo, una inteligencia artificial se hará pasar por nosotros en Facebook para honrar nuestro legado. Lo de vivir eternamente en el cuerpo de un robot ya lo iremos asimilando poco a poco.